Magdalena Serna es mosaiquista y va dando de a poco nuevas formas al frente del local familiar llamado Gema Cosas Raras en Villa Gesell. Se trata de una obra que ya lleva varios años en ejecución pero realizada por tramos y en pequeños espacios de tiempo. Ahora y ya pegando la vuelta luego de casi veinte años viviendo y trabajando en Europa quiere, junto a su hermana Bárbara Engel, ponerle punto final a este cambio que promete ser quizás uno de sus mejores desafíos.
Magdalena Serna y Bárbara Engel son hermanas y hoy están comenzando a llevar adelante un negocio más que emblemático en Villa Gesell desde hace casi setenta años: Gema Cosas Raras.
Se trata de un proyecto iniciado en 1956 por sus abuelos, Vala y Eduardo Spiech, dos polacos que después de la Segunda Guerra Mundial no quisieron regresar a su patria trasformada en comunista y se vinieron a Buenos Aires. Años más tarde y buscando mejorar la salud de uno de sus hijos, Ricardo, es que se instalan en Villa Gesell, junto a su otra hija Eva.
Junto a su hermana, Bárbara Engel están en pleno proceso de acoplamiento a Gema, el emprendimiento familiar con casi 70 años de vigencia
Con el tiempo inician Gema Cosas Raras una verdadera muestra de lo que simplemente se explica en el nombre del local. Porque allí dentro se pueden encontrar las piezas o artesanías más extrañas que pueda imaginarse una persona.
Magdalena reconoce que su hermana, Bárbara, “es más artesana, más fina más delicada yo siempre laburé en obra”
Magdalena Serna es una de las integrantes de la tercera generación, y quien está a cargo de “cambiarle la cara” con mosaiquismo, a la totalidad del frente del local de la avenida 3 Nº 1860.
“Yo hace casi veinte años que vivo en España y me dedico a otras cosas como la decoración pictórica, muralística y artística” cuenta a La Voz del Pueblo.
Estudió Bellas Artes en el Prilidiano Pueyrredón, hoy Universidad Nacional de las Artes, luego comenzó a trabajar con una decoradora. “Con ella incorporé técnicas de decoración, patinado, imitaciones y así me lancé a hacer murales de gastronomía, en restaurantes, en bares. Después empecé a viajar y a recopilar información, siempre laburé de estas cosas”.
Como todo artista, siente orgullo al decir que “vive de esto”.
Uno de sus grandes pasos fue comenzar con el mosaiquismo “en Barcelona en el 2001” dice del tiempo transcurrido porque su hermana Bárbara asiente, con un “¿tantos años?” y se ríen juntas.
La charla sigue entre ellas y ahí Magda dice “y entonces con la pintura, ¿cuánto?” y la risa vuelve a marcar el diálogo. Es evidente que gran parte de la vida de Magdalena Serna ha transcurrido en Europa con visitas de algunos meses a su Villa Gesell. Pero ahora parece que es el momento de “pegar la vuelta”.
Un proyecto de “largo” camino
Mirando el frente de Gemas de a poco y desde hace unos años se va modificando y se nota cada vez más el avance de un cambio total realizado en mosaiquismo.
Magda cuenta que ese proyecto es desde hace mucho que está en su cabeza. “Lo que pasa es que mi abuela nunca me dejó hacerlo. Es el local que hizo ella, compró el terreno, trajeron un arquitecto, entonces que yo lo venga a intervenir no era fácil. Tenía miedo que lo pinte de fucsia, cualquier cosa, mi abuela había sido enfermera en la Segunda Guerra Mundial, una persona muy recta. Cuando le dije ella sacó las fotos de cuando se había construido y me dijo ‘este local de familia está muy bien. Acabamos de pintar y arquitecto hizo local con diseño único en Villa Gesell…’ y nada” dice mientras se ríe.
Una vez que su abuela -Vala Spiech- falleció quedó al frente del negocio su madre, Eva; a ella le volvió a hacer la propuesta: “que te parece. Yo no quiero venir acá a cambiar algo, sino que pueda hacer con estas manos porque a mi no me sale hacer aritos. Ella sí, es más artesana, más fina más delicada yo siempre laburé en obra; pensé de qué manera puedo fusionarme porque si bien atender al público no tengo problema hacer una artesanía no es lo mío”.
Dentro de Gema, Cosas Raras todo sorprende, porque se trata de un recorrido que pasa desde lo insólito hasta la artesanía más particular
Manos a la obra
Al lograr la aprobación de su madre, aunque medio temerosa, “empezamos con Barbi. Primero hicimos las columnas, después se me ocurrió agregar un banco porque siempre hay afuera gente esperando. En esa ventana -dice señalando una de las del local- siempre había gente sentada. Ahí se fumaron muchos el primer pucho, se dieron el primer beso, te pelaste con tu mamá, esperaste el colectivo. Ese banco fue un lugar para todo Gesell. Entonces copié esa forma y lo hice afuera y a eso le incorporo mi arte porque también de alguna manera esto lo haces una vez y ya no pintas más” dice hablando del trabajo hecho en mosaiquismo en todo el frente.
Su experiencia en el arte del mosaiquismo es de más de dos décadas, la mayoría en España, haciendo desde pequeños a grandes trabajos. Hoy lo hace con otras cuatro operarias más “que si las tuviese acá sabés lo rápido que esto se termina”. Todo dio comienzo hace “tres años, en 2018” dice Bárbara mostrando una foto de “cuando pegamos la primera columna” agrega Magda.
De a dos es mejor
De a poco ambas hermanas han ido ensamblándose con el negocio y lo reconocen. “Estamos en un proceso de entrada a Gemas, pero a cargo está la señora que está ahí atrás -dice por su madre-. Nosotras somos dos pantomimas pero la jefa es otra” dice Magdalena y ríe a boca suelta.
“Es el primer año que estamos acá, en el negocio” agrega su hermana Bárbara. “Porque estaba en Buenos Aires pero la pandemia me agarró acá” cuenta. “Años atrás estuve viajando por toda Latinoamérica, un poco de hippie. Ahora hago macramé, costura, y como estamos en temporada no produzco, es algo de laburo de invierno. Nosotras de chicas estuvimos acá en el negocio viendo esta veta artística que en mi caso es lo fino y lo de Magda es lo de obra”.
“Y a mí me agarró con las valijas casi en Ezeiza por irme a España” dice Magda que terminó volviéndose a Gesell.
El hecho de la pandemia volvió a juntar a las hermanas en su Villa Gesell y también a recordar lo que lograron sus abuelos “que estuvieron en la guerra, vinieron acá e hicieron esto” dicen con admiración.
El cambio se viene, no sólo de generación, sino también de estilo y el frente de Gemas lo marca.
Un cambio de cara que lleva años
El trabajo de hacer primeramente la parte superior del frente del local de Gemas, Magdalena Serna no sabe calcular en tiempo cuánto le ha llevado, “es muy difícil. De pronto viene una amiga a ayudarte o dos o estás sola a pesar que el trabajo plano está hecho sobre red y luego pegado a la pared. En el caso del banco es igual pero las redondeadas hay que hacerlas in situ” y por supuesto que toma una pinza y muestra cómo sigue la obra.
Igual demuestra que nada es igual porque “su mano” tiene que estar presente; “allá un banco de estos se hace en uno o dos meses a lo sumo, pero acá es diferente. Aparte es mucha la gente que pasa cuando estás trabajando y pregunta”.
Pues este proyecto de hacer todo el frente de un local, no termina ahí porque hay que sumarle revestir los bancos y hasta hacer íntegramente la vereda “que van a ir con un cardumen de peces que van hacia la puerta del local y los arcos van a ser de espejos. Te vas a poder parar y va a ser como que estás dentro del mar; yo empecé a alucinar, pero al final el cartel del frente está hecho y pegado, el banco de a poco lo estoy forrando”.
El arte, lo efímero y el negocio
Magdalena tiene como todo artista anécdotas para traer y una de esas tiene que ver con trabajos realizados y el que estos desaparezcan. “Empecé en la decoración de locales y me pasó que en mi primer trabajo grande que había hecho sola; tiempo después encontré que una persona, rodillo en manolo estaba tapando. A partir de ahí tuve que darme cuenta que lo que hacía era una cosa casi efímera que una vez que lo firmaba se iba y chau. Si bien queda lo fotográfico para currículum el despegue con una obra comenzó a los 20 años. Mi padre era pintor, profesor de la Escuela de Bellas Artes y mucha de su obra quedó ahí cuando murió… yo pienso diferente; tengo otra dinámica hoy quien me encarga un trabajo me da la idea pero tengo ‘mano libre’, me costó años pero lo logré”.
Uno de sus trabajos realizados en España
Es muy reflexiva con “el circuito tradicional del arte… no me lo banco” y trae a la charla los caprichos de los artistas de valuar una obra en un determinado precio “porque a mí se me ocurre. No los soporto porque yo prefiero estar más tiempo sentada mirando el mar que facturando” demostrando que a pesar de estar mucho viviendo el circuito cultural no lo soporta.
Para poder ver sus trabajos se puede visitar la página magdalenaserna.net