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La formación de un corazón de pastor

El padre Pedro Fournau recibió en 2020 el pedido para incorporarse al equipo de formadores del Seminario Santo Cura de Ars de Mercedes. Por entonces y desde noviembre de 2017, se estaba desempeñando en la Parroquia Santa Rosa de Lima en Coronel Pringles. Hacía allí había llegado proveniente de Tres Arroyos, donde tuvo vivencias que conserva en la memoria. 

Permaneció en Pringles hasta fines de enero. El seminario se encuentra en la diócesis Mercedes-Luján, lejos de la Arquidiócesis de Bahía Blanca a la que pertenece Pedro, quien nació en Coronel Dorrego.
De todos modos, explicó que “es donde están también formándose los muchachos de nuestra diócesis, que van a ser los curas. Si bien estoy afuera, me encuentro sirviendo a la iglesia diocesana porque vengo a dar una mano en la formación”. Asimismo, concurren a estudiar y prepararse jóvenes de las diócesis de 9 de Julio, Azul y por supuesto, de Mercedes-Luján. 
Observó que “no es que uno pierde el contacto con la realidad o con lo territorial. En el caso del cura, el párroco, quien está a cargo de la comunidad, lo suyo es el trato con la gente, el andar por las capillas, por los barrios, ir a hacer un responso, reuniones con los grupos, acompañar distintas situaciones. En cambio, el seminario es una tarea más enfocada en algo muy específico. En la comunidad del seminario conviven 40 muchachos, no venimos a recluirnos, pero sí a concentrarnos en la formación para volver al llano, al mano a mano con la gente”. 
Los fines de semana, los seminaristas “tienen distintos destinos pastorales. Algunos van a hospitales, otros a la cárcel, a parroquias, a la Basílica de Luján a servir. Es el momento más de práctica y contacto con la gente. No es para distraerse el sábado o domingo, es parte de la preparación integral”. 
Pedro señaló que “esa formación de un corazón de pastor se hace en contacto con la gente, pero necesariamente también en un ámbito que permita la convivencia, la oración y la preparación académica”. 
Habló de lo que abarca esta función, que llevan adelante en equipo. “Así como tiene una dimensión pastoral, está además el aspecto espiritual, la vida en comunidad, la parte intelectual, la maduración de lo humano”, dijo y subrayó: “La tarea que tenemos nosotros es ir velando para que todas esas dimensiones crezcan parejo”. 
Los futuros curas estudian durante ocho años, cuatro dedicados a la filosofía y otros cuatro a la teología. “No es solo estudio, pero el período de tiempo previsto está estructurado en esa línea. Los ocho años se pueden abreviar en algo o extender un poco por distintas situaciones”, indicó. 

“Muy permeable” 

En la Parroquia del Carmen de nuestra ciudad, fue vicario primero con el padre Guillermo Fanelli y en la última etapa con el padre Roberto Buckle. “Cuando me fui a Pringles para ser párroco allí, suponía que iba a permanecer más tiempo, estuve poco más de tres años. Fue una experiencia que quedó como a mitad de camino. Quedó esa sensación de que se podría haber extendido más”. 
Constituyó un tiempo “intenso, muy bien vivido, muy bien trabajado. Ante mi traslado, llegó el padre Matías Pardo, actual párroco de Pringles”.
En la labor cotidiana, percibió que “la parroquia tiene bastante vida, hay muchos colaboradores. Es una comunidad muy linda para trabajar en lo pastoral, porque es muy permeable”. 
Venía de tener “una experiencia hermosa en la Parroquia del Carmen”. Cada lugar posee sus propias características y Pringles “conserva un perfil más de pueblo, son 23.000 habitantes. Con mucha actividad pastoral, capillas y colegios que había que acompañar, la parroquia, muchos grupos”. 
Dejó en claro que “el párroco no es que atiende solo a grupos de la Iglesia, sos cura para toda la población. Me pasa en la calle, cuando vas a pagar una cuenta o a hacer una compra en el mercado. Surgen diálogos y relaciones más allá de los grupos parroquiales, por otros motivos. Dios se la va rebuscando para ir tejiendo vínculos a través de distintas circunstancias o necesidades”. 
 En pandemia 
Las consecuencias de la pandemia de Covid-19 son duras. “El año 2020 fue tan particular, muy marcado en lo sanitario por la pandemia, y en lo social por las consecuencias que eso fue acarreando y que continúa acarreando”, reflexionó. 
En este contexto, destacó que “hubo un trabajo importante de nuestra Cáritas, salió fortalecido por la ayuda de jóvenes que no se habían podido ir a estudiar. Mucha fuerza joven para darle una mano a personas que necesariamente tenían que estar resguardadas en su casa”. 
Expresó su gratitud porque “tuve la dicha de que se me permitió seguir entrando al Hospital. Es habitual que los curas en nuestros pueblos vayamos al Hospital, como pasa en Tres Arroyos también, porque te llaman o haces una recorrida, vas a ver a los enfermos. Fue una bendición que en momentos muy críticos en Pringles me dejaran seguir ingresando”. 
En este sentido, recordó que “me alentaron a que pudiera ir una vez por semana, con todos los recaudos, me enseñaron a vestirme, a tener un montón de cuidados acerca de cómo entrar o salir de cada habitación. 
Una experiencia muy fuerte, siempre había visitado enfermos, pero en este marco muchos atravesaban la pandemia y el sufrimiento en soledad. La visita, rezar un poco juntos, era muy consolador, un gran alivio porque ha sido un tiempo muy marcado por la soledad. No siempre podía haber un familiar cerca o dentro, era comprensible pero a su vez muy difícil”. 
Le otorgó relevancia a que “en Pringles trataron de manejarse con mucha sensibilidad para, en lo posible, evitar esa soledad e incluso que la persona muera estando sola”. Hubo un período en el distrito muy crítica por el Covid-19, sobre lo cual Pedro manifestó que “en pocos días se nos fueron muchas personas especialmente ancianas, y algunas más jóvenes, como el papá de una chica de uno de los grupos de la parroquia”. 
Pudo estar cerca de los pacientes y del personal de salud. “Cada vez que iba les agradecía mucho -expresó-, porque han sido muy generosos al dejarme entrar y al cuidarme, valoraban que yo esté y se preocupaban en que hagamos las cosas bien”. 
 En la misma barca 
Las misiones y llamados implican nuevos desafíos. Pedro comentó que “uno va pasando por las comunidades, pero no quiere decir que cada lugar no quede en la memoria. En el corazón está el compromiso de rezar por esa gente. El deseo de que estemos bien como comunidad, que sea más aliviado este año con respecto a la pandemia y que de todo esto que está pasando podamos aprender algo”. 
Citó lo que dijo el Papa Francisco hace poco menos de un año, en el comienzo de la pandemia. “Nadie se salva solo, estamos en la misma barca y nos necesitamos unos a otros. Ojalá este tiempo de sufrimiento e incertidumbre nos haga crecer en la conciencia de que somos responsables unos de otros”, concluyó.   
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Donde da gusto volver
          La actividad que realizó el padre Pedro en Tres Arroyos, el entusiasmo de los jóvenes y los amigos que visita cada vez que puede
En la entrevista con el padre Pedro, surge el recuerdo del Barrio Boca de Tres Arroyos y puntualmente “el casamiento de Irma y Cacho, quien ya falleció, fue todo un acontecimiento. Cuando Cacho estaba transitando la enfermedad pero podía andar y era plenamente consciente, se pudo concretar ese casamiento, fue una gran alegría”. 
Mencionó el trabajo realizado allí con el padre Guillermo, el padre Roberto y grupos misioneros. “A veces en esos contextos más sencillos uno se lleva las satisfacciones más grandes. Han quedado amigos”, afirmó. 
Para el futuro 
Se detuvo a analizar el impulso de los grupos de jóvenes. Al respecto, sostuvo que “el joven de por sí es muy auténtico, busca vivir a fondo las cosas, es propio de esta edad la intensidad de la vida. Me doy cuenta que cuando desea seguir el camino de Jesús, escuchar su palabra acerca de cumplir el reino de Dios que es el gran proyecto humanizador, eso los marca mucho”. 
Dijo que son “experiencias buenas e indelebles que quedan en el chico, terminan siendo determinantes para decisiones futuras. Qué tipo de carreras quiere estudiar, qué busca hacer con su vida. A muchos les queda grabadísimo el deseo de seguir brindando servicio”.
Compartió su mirada sobre el significado de esta actitud de los jóvenes. 
“En un tiempo en el que prevalece una lógica individualista, egoísta, el mensaje constante es el de una felicidad o un bienestar que pasa por el materialismo o el consumo, que muchos de esos chicos se inclinen por el servicio es un gran aporte que podemos hacer como iglesia. Es una promesa linda a futuro”, afirmó. 
Desde abajo 
A Pedro le gusta mucho una canción de Alfredo Zitarrosa, “Crece desde el pie”, porque “que las cosas grandes y buenas siempre arrancan desde abajo, chiquitito. Como el fuego de una hoguera, una planta. Así también sucede con el compromiso de nuestros jóvenes”. 
Finalmente, señaló que “en Tres Arroyos crecí mucho como persona, aprendí sobre la tarea pastoral. Es una comunidad a la que siempre me da gusto volver”. Contó que “hace poco tenía que regresar a Dorrego, donde están mis papás, y pasé por Tres Arroyos para poder saludar al padre Roberto, a Matías. Estoy siempre agradecido por un tiempo muy lindo que hemos vivido”.    
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