Las cupecitas tienen esa magia especial que transforman el ambiente y transportan a todos a un mundo distinto, del automovilismo puro y romántico, de ese que a cada paso escribe una historia distinta.
Y si en ese encantamiento, dos hermanos se consagran campeones ganando las dos últimas carreras de manera brillante, la fantasía parece ganarle a la realidad.
Por eso, el título de TC del 40 que retuvo Luciano Yané con el inmenso aporte de su consanguíneo Maximiliano, escribió una página dorada en esta tradicional y legendaria categoría zonal.
“Esto es muy especial porque pudimos hacer un año juntos, algo que nunca sucede porque siempre es alguna carrera con invitados y nada más; pero esta temporada pudimos hacerla de manera compartida y pudimos disfrutarlo juntos. Por eso, salir campeones, nos llena de orgullo”, reconoció Luciano.
“Esto es muy especial porque pudimos hacer un año juntos, algo que nunca sucede porque siempre es alguna carrera con invitados y nada más; pero esta temporada pudimos hacerla de manera compartida y pudimos disfrutarlo juntos. Por eso, salir campeones, nos llena de orgullo”, reconoció Luciano.
La felicidad era más que doble, porque detrás de estos hermanos hay padres, tíos, abuelos y primos que llevan el automovilismo en la sangre; además de los fervientes seguidores de estos grandes pilotos que movilizan a su Claromecó. “La verdad que en cada carrera hubo muchísima gente apoyándonos; esto es de ellos, de nuestros viejos que le ponen todo y que sin ese aporte no podríamos correr, como de ese público que está detrás del alambrado”, destacó un emocionado Maxi.
El desafío en la última carrera era altísimo si querían repetir la corona porque llegaban cuartos en el campeonato. “En la primera tirada a pista el auto no iba bien, se empezó a trabajar en el chasis y motor porque fallaba” acotó Luciano, mientras Maximiliano destacó que “el auto es muy noble. Se hace todo en casa porque Luciano arma el motor, el chasis lo tocamos nosotros y eso nos da una satisfacción especial porque sale del taller de casa a la pista”.
Tras una brillante largada, Luciano pasó de 6° a 2° en la primera final que terminó ganando con autoridad, dejándole a Maxi la posibilidad del título. “Largué bien, es verdad el auto fue mejorando en su tránsito y después Maxi hizo una carrera muy buena, segura, y se dio el combo perfecto”, destacó el hermano mayor.
Y a Maxi le quedó toda la responsabilidad para volver a abrazarse a la gloria. “Había algo de presión personal porque si bien era una carrera yo quería ganar para tener las chances del título; por la familia, por Luciano, por todos”, y vaya que lo consiguió con un manejo impecable y una lucha audaz con Irigoyen.
Fue un domingo perfecto, que quedará en la historia y en el recuerdo de todos. “La verdad que sí, cuando el auto respondió a cada cambio entendimos que teníamos chances, se nos abrió una esperanza. Fue un año especial y muy distinto por hacerlo juntos y disfrutarlo juntos, porque en 2019 cuando fui campeón Maxi trabajó muchísimo desde abajo del auto y ahora pudo gozarlo manejándolo y ganando la última carrera que selló el título”, acotó emocionado Luciano.
Para los hermanos Yané era el momento “de disfrutarlo, de festejar con la familia”, de vivir el presente porque lo más lejano que había en mente era “el asado con lo que vamos a celebrar esto. Queremos agradecerle a la gente de Claromecó, a Maxi Panela, Quique Martínez, Luis Vitali, la familia San Román, Gastón Castro, Fabián Bonavita, a toda la gente que nos acompañan, a Gabriel por los amortiguadores…” , destacaron llenos de emoción los hermanos Luciano y Maximiliano Yané, dos campeones especiales de la mágica TC del 40.