“Si tuviéramos a éste, 5 años más cuántas cosas haríamos en el club, como progresaríamos. El 80% del campeonato se lo debemos a él; es increíble cómo ha educado a los chicos, es un fenómeno”, nos decía sobre Omar Espinal un allegado al ambiente futbolístico de Quilmes, alguien que de fútbol sabe bastante…
Y algo de razón debe tener este personaje, porque Espinal le imprimió su sello el Cervecero. El equipo del domingo tenía 7 titulares formados en las canteras del club, la mayoría de muy corta edad; y el mensaje parece ser siempre el mismo, dentro de los recaudos para ser inteligentes, Espinal le da libertad a sus dirigidos para que jueguen buen fútbol.
Disfrutó los festejos distanciado de la multitud, observó cada uno de esos rostros que irradiaban emoción; no importaba si fuese una mujer de 80 años o un pequeño de 5, las lágrimas bañaron de gloria al “pueblo quilmeño”. Y a él, Espinal, al técnico campeón, también se le piantó un lagrimón…
Con la gente ganando las calles para festejar en la ciudad, Omar estaba en la utilería, sereno, casi que mirando el horizonte, tratando de darse cuenta que era realidad, que había llevado a su Quilmes al título.
– Estás tranquilo…
– Estoy feliz, tengo la felicidad de un chico de 20 años. Tuve la suerte de ganar en varios lados, de dirigir grandes planteles, pero esto es distinto. Es mi club, mi barrio, mi familia… y también muy contento porque el plantel se lo merece, nosotros estamos prácticamente solos, salvo un par de dirigentes; y aprovecho para decirle a todos que se dejen de mezquindades, lo más grande que hay acá es el escudo del club y todos debemos ir detrás de él. También porque terminamos invictos, metimos muchos goles, nos convirtieron sólo 5.
– En el Clausura se armó un equipo duro, inteligente.
– Trajimos el mejor central de la liga (Jesús Espinal) y un grandísimo arquero (Luengo), que en este campeonato aparecieron en su esplendor. Y los chicos del club se dieron cuenta que sin sacrificio nada es posible. Una vez les dije que no hay plata que valga la felicidad de le gente de Quilmes, y lo entendieron.
– Vos tenés una ayuda especial, debe ser un caso único.
– Yo comparto esta locura con mi esposa; lo de ella es increíble. Le cocina a los chicos los domingos, y mientras les da el almuerzo yo vendo las entradas; después me reemplaza ella, que es más fana de Quilmes que cualquiera, es la hermana de Cacarito Vázquez. Mi hijo comparte plantel conmigo y eso es especial. ¿Qué más puedo pedir, cómo no voy a estar feliz?
– Quilmes vive una realidad ganada con trabajo, respetando una idea, tratando de jugar bien…
– Se hace un gran sacrificio, se trabaja mucho; la jugada del penal está preparada. ¿Quién va a pensar que un corner va a ir al segundo palo para Di Croce? Después nos pusimos un poco nerviosos, la cancha es muy grande, esta camiseta es muy grande, pero cerramos todos los caminos y aseguramos el triunfo. Salió como lo hablamos.
– Pero el festejo es corto…
-Seguro, el martes -por hoy- tenemos que empezar a preparar el gran partido ante Huracán, el mejor equipo de la Liga. Es lo más lindo que nos puede pasar; le hemos cambiado la cabeza a los jugadores, ya no se conforman con seguir en Primera, ahora quieren ganar.
– Te volverás a enfrentar a un rival con el cual se conocen mucho. ¿Hay que innovar algo, hay que sorprender con algo o simplemente perfeccionar lo que los trajo hasta acá?
– Hay que seguir por este camino, el del entrenamiento, el del respeto mutuo. Algo vamos a ver para meter. Va a ser un partido bravo, de corazón caliente, pero de mente fría. Espero no equivocarme yo ni los chicos.
– ¿Ver tanta felicidad en la gente justifica todo el esfuerzo no?
– Te da ganas de seguir, de prolongar el sacrificio. Se festejó mucho y por suerte no hubo ningún problema. Ahora a mirar el lunes y la final ante Huracán, si nos toca ganar mejor; y si no, aplaudiremos al rival y pensaremos en los playoffs.
Se despidió con una frase pura, de deportista, de noble competidor; y con la voz entrecortada se agradecía haberle podido “regalar tanta alegría a mi barrio. Esta es la mayor alegría que me ha regalado el fútbol”, confesó el DT campeón.