Durante el primer semestre de este año y gracias a una red nacional de 19 centros de multiplicación de aves, el ProHuerta, programa del INTA y del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, distribuyó más de 350 mil gallinas ponedoras y otras 90 mil camperas, ideales para la producción de carne.
Su sede está, precisamente, en las instalaciones del INTA Pergamino, donde se multiplican las ponedoras y, además, se investiga sobre sanidad aviar, gestión ambiental y el tratamiento de residuos de las reproductoras y de la sala de incubación.
De este modo, los pollitos bebé que el ProHuerta distribuye como parte de su programa integral de desarrollo tienen un claro punto de partida. Zulma Canet, referente nacional del ProHuerta para el componente Granja, explicó que “desde el INTA Pergamino, anualmente, se envían alrededor de 25 mil reproductores hacia los centros de multiplicación. Esos reproductores generan aproximadamente un millón de pollitos”.
Desde el INTA Pergamino, anualmente, se envían alrededor de 25 mil reproductores hacia los centros de multiplicación. Esos reproductores generan aproximadamente un millón de pollitos
El traslado
Puesto en otros términos, los abuelos viajan desde Pergamino hasta los distintos centros de multiplicación distribuidos en el país, donde darán vida a los padres. Luego, los nietos ya nacidos regionalmente representan a los pollitos bebé que finalmente se entregan, mediante una articulación entre los extensionistas del INTA e instituciones locales.
“En general”, explicó Canet, “en Pergamino los pollitos nacen los miércoles, entonces el jueves se retiran y, hacia el mediodía, ya se entregaron. A Tierra del Fuego, por ejemplo, se envían en avión”. En esta logística, “es muy importante que esté bien coordinada la entrega, en los distintos puntos donde va a realizarse y con las familias que van a recibir los pollitos”, consideró.
De acuerdo con Canet, los traslados se realizan en vehículos adaptados, en cajas especiales que pueden contener hasta cien pollitos. En el viaje, dos controles son fundamentales: el aire acondicionado, particularmente durante el verano, y evitar el amontonamiento.
En el Campo Anexo Santa Cruz, del INTA Catamarca, funciona uno de los mayores centros de multiplicación de aves del ProHuerta. “La demanda por entrega de pollitas es altísima”, dijo su responsable, Pablo Domínguez, quien detalló que registran unos 1200 nacimientos por semana.
Desde Catamarca, se distribuyen pollitos en las provincias de La Rioja, Córdoba, Tucumán, Jujuy y Santiago del Estero. “Entregamos entre cinco y diez ponedoras por familia”, dijo Canet. Un plantel de diez ponedoras produce en promedio una media docena de huevos por día, prácticamente durante todo el año.
El componente Granja surgió algunos años después de la creación del Pro Huerta, una vez que los responsables del programa advirtieron que las dietas debían complementarse con un mayor nivel de proteína animal. “El huevo tiene una proteína de alto valor biológico pero también posee minerales y vitaminas, que completan la dieta y, en algunos casos, se complementa con la producción de carne a través del pollo campero”, explicó Canet.
“Hay trabajos que demostraron que los huevos de gallinas criadas a campo tienen mayores vitaminas y ácidos grasos del tipo omega, que favorecen la generación de colesterol bueno en el organismo”, precisó Canet, quien agregó: “Por eso hacemos hincapié en que el huevo no sólo aporta proteínas, sino también minerales y vitaminas”.
La técnica de Pergamino explicó que, como parte del programa, se promueven pequeños proyectos productivos para que luego se constituyan como emprendimientos. “Después empiezan a pedirnos 15 o 20 ponedoras, pero entonces ya las tienen que comprar porque es un proyecto de comercialización”, explicó. “Ese es el objetivo”, agregó, “porque de otro modo, tienen que recibir pollitos cada dos años”.
El ProHuerta acompaña a las familias desde la entrega de aves y durante todas las etapas de producción, con énfasis en las medidas de bioseguridad que deben cumplirse para prevenir enfermedades, como la influenza o la salmonella.
Aunque el programa se enfoca en las granjas familiares, también trabaja con una diversidad de instituciones y espacios comunitarios. La cárcel de Lavalle, en Mendoza, trabaja de manera articulada con el municipio para producir huevos con omega seis que luego entregan a los hospitales locales.
Del mismo modo, el hospital de Rosario del Tala, en Entre Ríos, cuenta con un plantel de gallinas para obtener los huevos que se consumen allí, mientras que el personal aprovecha los excedentes para venderlos en ferias locales.
Riqueza genética
El ProHuerta trabaja con las líneas de ponedoras Negra y Rubia INTA. “Esos animales se eligen porque, en el primer día de vida, se pueden sexar por el color del plumón. El INTA tiene la genética de esas madres y padres: la hembra es Plymouth Rock Barrada (reconocible por su plumón negro) y el macho es Rhode Island Colorado (de color negro y con una mancha amarilla en la cabeza)”. Para Canet, esto es una ventaja.
“No se necesitan los machos para que las hembras pongan huevos. Por otro lado, las líneas se especializaron. Hay una correlación genética negativa entre lo que es el peso y la producción de huevos: las gallinas ponedoras tienen bajo peso. En cambio, las que son adecuadas para producción de carne -como la línea Campero-, tienen mala calidad de huevo”.
Recomendaciones
Para tener buenos resultados en la producción de huevos, es necesario que las gallinas reciban cuidados básicos de temperatura, luz e higiene en la etapa de crecimiento, una adecuada alimentación y fundamentalmente instalaciones aireadas y desinfectadas.
Los técnicos Dante Huinca y Carla Larrosa, del INTA Cuenca del Salado, elaboraron un documento con recomendaciones sobre cría de gallinas ponedoras, que funciona como síntesis de la clásica cartilla del instituto sobre cría casera de gallinas, ambos disponible online de manera gratuita.
“Quien recibe pollitos sí o sí tiene que tener una capacitación previa, realizada junto a un técnico del INTA o un promotor”, dijo Canet y agregó: “La familia debe tener un lugar preparado donde alojarlos y el alimento, porque hay que darle los cuidados adecuados para que ese pollito se desarrolle y llegue a la producción de huevo o de carne”.
Es necesario reconocer las distintas etapas: la etapa de cría va del nacimiento hasta los dos meses; luego, hasta los cinco o seis meses, se realiza la recría; desde entonces y hasta la postura del primer huevo, es el primer ciclo de postura. Durante el período de cría, los pollitos consumen unos dos kilos de alimento balanceado y deben mantenerse con una temperatura de entre 32 y 36 grados centígrados.
Durante la etapa de postura, las aves pueden complementar su alimentación con subproductos de la huerta y el monte frutal, dado que el alimento es el insumo más caro para mantener un plantel de gallinas. Para recibir los pollitos, las familias deben preparar el lugar donde van a alojarlos con atención algunos cuidados especiales: contar con calefacción mediante focos de 40 a 60 watts (colocado unos 20 o 30 centímetros sobre los pollitos) o lámparas de querosén, un material aislante sobre el piso formado con tres capas (cartón, viruta y papel de diario), bebederos y comederos apropiados que prevengan a los pollitos de que se mojen, ingresen al agua o ensucien el alimento, un corralito de 40 por 60 centímetros, construido en cartón, para evitar el hacinamiento y donde los pollitos estarán las primeras tres semanas.
Al nacer, agregó la especialista, los pollitos sufren hipotermia y tienen serias dificultades para regular su temperatura, que para una gallina normal debe ser de 40 grados. Para que el embrión se desarrolle en la incubadora, es necesario brindarles una temperatura de 37,5 grados. “Es importante que en los primeros días, siempre, aunque sea verano, los pollitos residan en un lugar con calefacción, con alrededor de 33 grados”, afirmó Canet.
La técnica también aclaró que, a su vez, el lugar debe estar bien ventilado para que las aves no corran riesgo de asfixiarse. Por último, es necesario preparar el corralito de cría, donde las aves se alojarán a partir de la tercera y hasta la octava semana.
Este espacio debe contar con un metro de diámetro y una altura de al menos 70 centímetros. Como parte de las medidas de bioseguridad para asegurar una buena producción y la sanidad animal, las aves no pueden estar sueltas ni en contacto con otras especies. Se realiza una cría a campo, pensando en las posibilidades caseras pero semiextensivas.
“A la noche hay que encerrar a las ponedoras pero después del mediodía se las puede soltar, para que pongan huevos dentro del galpón o gallinero para conservar la inocuidad del alimento”, señaló la veterinaria del INTA.