Por Esteban Ernesto Marranghello
Desde que el dirigente Cipriano Reyes organizó la movilización obrera y civil del 17 de octubre de 1943 para rescatar a Perón y lo logró, esta fecha se convirtió en el hito más importante de la irrupción popular en las decisiones de la política nacional. Desde ese momento histórico el rumbo del país tomó un derrotero, para felicidad de muchos y no tanto para otros sectores, que se encolumnó detrás de una propuesta política, con decisiva vigencia en el acontecer de la Argentina hasta nuestros días.
Desde esa fecha, matizada con innumerables anécdotas de todo tipo, Perón impuso su nombre al movimiento por él creado, que sobrevivió a todos los acontecimientos adversos que se le opusieron: poder económico, reacción militar, derrocamiento, largo exilio y regreso triunfal hasta su muerte.
El tiempo, que todo lo puede, porque es imposible contrarrestarlo, siguió su trayectoria y el viejo general, con los avatares conocidos, llegó hasta hoy con la increíble vigencia, que adeptos y adversarios políticos no pueden sustraerse a la influencia de su estrategia y conducción.
Las fotos del general y su esposa Eva Duarte, perduran imperturbables adornando los principales despachos del país, en absoluta mayoría en las sedes de los gremios, en millones de hogares humildes y no tanto, que por más de una generación, sus ocupantes conservan con respeto y nostalgia agradecida. Su imagen y su historia han llenado millones de páginas de diarios, revistas y libros, con firme vigencia y presencia mediática.
Obras de teatro, películas y análisis de expertos se continúan proyectando. Todavía hay sectores de opinión, generalmente nostálgicos, que permanecen en el imaginario popular con la imagen positiva de lo que se debe hacer para gobernar el país. Obviamente existen sectores de la comunidad que no coinciden con esta óptica y suscriben que la experiencia peronista no debe repetirse.
El derecho a opinar es absolutamente digno de respeto según unos u otros. La expresión popular sentencia sabiamente que “todo depende del color del cristal con que se mire”.
La campaña política del momento lo demuestra.
El presidente Macri inauguró personalmente un monumento a Perón, colmando de elogios al inoxidable general y en no pocas oportunidades menciona como ejemplo a respetar, frases y opiniones del mítico conductor, al servicio del país. Sería imposible no imaginar la sonrisa del general, en complicidad con lo expresado, si se pudiera observar su reacción a estas actitudes.
Cristina, que nunca lo respetó, creyendo que ella en la cúspide del poder lo había superado, en estos momentos de dificultades en la campaña, que la preocupa con razón, proclama su “peronismo” y reclama en su nombre el voto que necesita. En este caso, acudiendo siempre a la imaginación, que es un brillante ejercicio espiritual, puede uno contemplar la carcajada irónica del único jefe que tuvo el movimiento al comprobar una vez más que alguien quiso hacer “puchero de gallina, sin gallina”, como calificaba Perón a los que quisieron suplantarlo, sin lograr más que la derrota y el ostracismo, por esa soberbia sin sustento.
Perón era inflexible con los que pretendían suplantarlo y solía manejar contra ellos la ironía con tremenda contundencia, arma insustituible de los que pretenden triunfos en política. En una oportunidad, el dirigente metalúrgico, muy poderoso en su época, Augusto Vandor, que proclamaba “el peronismo sin Perón”, constituyó una fórmula para representar al movimiento que integraban el doctor Raúl Matera, brillante neurocirujano, como candidato a presidente y el doctor Horacio Sueldo, como vice, conocido dirigente demócrata cristiano.
Matera era socialmente un caracterizado porteño con impronta gardeliana, muy elegante, de simpática sonrisa y presencia activa en el ambiente de tango y en los salones sociales importantes de la época. Cuando lo consultaron a Perón, en el exilio, sobre esta propuesta, señaló con sonrisa sobradora y buenos modales: “En nuestro movimiento tenemos un compañero que se peina como Gardel, se viste como Gardel, se ríe como Gardel, pero no canta como Gardel”.
Posterior a esto, se terminó la carrera de Matera en el peronismo y en la política argentina, aunque prosiguió siendo un brillante neurocirujano. Los viejos dirigentes gremiales sabían de esto, lo respetaban y lo utilizaban como eje de su actividad dirigencial y su estrategia política interna y externa.
Dirigentes ad-honorem, con la admiración y el respeto de sus afiliados y de la comunidad con la que convivían. El 17 de octubre era la síntesis para el movimiento obrero organizado, que se identificaba con “el Día de la Lealtad”, sagrado en su celebración e irremplazable como ordenador de la política partidaria.
El movimiento obrero, fiel a la conducción de Perón, se convirtió en la herramienta fundamental del sostenimiento y defensa de las medidas de gobierno y la preservación de los derechos adquiridos. En la medida que el tiempo transcurría y los acontecimientos se precipitaban, las cosas cambiaron y comenzó un lento pero irreversible camino en la actitud de la dirigencia del movimiento obrero.
Acontecimientos políticos, hechos económicos, ambiciones personales y de grupo, derivaron en que muchos de los dirigentes ingresaron en el mundo empresario y en conductas reñidas con la ley. Con situaciones difíciles de explicar, muchos dirigentes asumieron decisiones inexplicables a sus funciones, que comprometieron los servicios a sus afiliados y derivaron en poder económico privado personal, incompatible por el lujo y las fortunas obtenidas y obscenamente mostradas, con el protagonismo de familiares, allegados o testaferros de sus conducciones.
Sos empresario o dirigente gremial, las dos cosas simultáneas no ofrecen garantías ni credibilidad de buena conducta. Diversos acontecimientos muestran a dirigentes juzgados y varios condenados por la justicia: Pedraza, Zanola, el “Caballo” Suárez, el “Pata” Medina. Víctor Santamaría, que se acaba de “enterar” que tiene cuatro millones de dólares en una cuenta en Suiza. Los Moyano, Barrionuevo, que cínicamente propuso dejar de “robar” por dos años. El sospechoso episodio en el que una hija de desaparecido dirigente “Momo” Venegas, reclama propiedades y dinero de su padre, a nombre de un testaferro.
Los últimos episodios de la CGT demostraron improvisación, falta de cohesión, con nula respuesta de las bases. Los trabajadores no están de acuerdo con sólo el diálogo, exigen acciones que resuelvan el desempleo y estrategias que preserven el poder adquisitivo. Los trabajadores están solicitando más que promesas de futuro, estrategia que usa el gobierno nacional, sin que la realidad ofrezca hechos. Muchas grandilocuencias de inversiones en una campaña plagada de ofrecimientos para más adelante.
Pero hay más pobres, se aumenta la indigencia, se multiplican los comedores barriales y prosiguen los problemas en la atención de la salud, en muchos lugares del país gobernados por Cambiemos o por la oposición. La inseguridad continúa flagelando la vida de la gente ante la carencia de respuestas del parlamento inoperante de cambiar las leyes garantistas al servicio de los delincuentes.
El 17 de octubre está reclamando a una dirigencia gremial devaluada por sus propios errores e inmóvil para reaccionar como corresponde. A esta altura de las circunstancias nadie quiere que al Gobierno le vaya mal, eso sería suicida, pero tampoco el Gobierno, a parte de impulsar negocios y alentar a empresarios, que está bien, debe olvidarse de los necesitados, de los que deben recibir atención y ayuda, porque sin ello su sobrevivencia peligra.
Eso se llama sensibilidad social y el único responsable es quien maneja el poder y el presupuesto. Ya que al presidente le gusta recordar a Perón y no tengo derecho a dudar de sus buenas intenciones, no debería desconocer la definición del líder extinto a sus allegados cuando definía a la política -“Pan y Circo”… “Pero si se olvidan del pan, prepárense para el fracaso y la condena del pueblo”.
En alguna oportunidad se acaban los lugares para poner parches. Los argentinos en algún momento tendremos que abandonar el exitismo, que suele conformarnos recurriendo a frases huecas y a pronósticos grandilocuentes, lejos de la actualidad que se debe enfrentar. Muchas veces se pretende simplificar con autoengaños, como por ejemplo porque tenemos un brillante y sabio compatriota dirigiendo el Vaticano decir que “Dios es argentino”.
Será mejor y más realista que nosotros humildemente “prometamos ser de Dios”, pidiendo que nos ayude a encontrar soluciones que necesitamos, comenzando con las conductas que su doctrina predica y exige.