Parece mentira, pero el oficialismo intenta meter miedo en el cierre de una campaña para las elecciones legislativas del próximo 22 domingo de octubre. Anteponen que al perder la mayoría, su política en las localidades puede verse afectada, que corre riesgo el manejo de los fondos del Ente Vial Rural, que podría cambiar la política con el manejo del Fondo Educativo respecto a los profesores de las asistencias técnicas, etc.
Como si esto fuera poco el intendente protagonizó un hecho de características violentas con un productor agropecuario y una mujer policía de San Mayol; en otro episodio una funcionaria suya ordenó un intempestivo desalojo nocturno con el uso de la fuerza policial sobre terrenos presuntamente usurpados por parte de un matrimonio con niños, y recientemente fue detrás de los datos personales de los estudiantes del CRESTA, hecho que originó la salida del coordinador del centro de estudios, y familiar suyo, el licenciado Gustavo Oosterbaan.
Así es como pasaron numerosos funcionarios que no aceptaron llevar adelante una gestión “sanchista”, o callaron con la pauta oficial a quienes se atrevieron a cuestionarlos.
Fuera de foco
Sin embargo pierde de foco que el control lo tiene el ciudadano honesto que a la hora de votar no se va a dejar intimidar por la presión desleal de una clase política local que ha tomado el peor de los caminos para vivir en democracia. El apriete. En este contexto el cuarto mandato del intendente Carlos Sánchez que aún no llegó a la mitad, parece sufrir los síntomas de un extremo agotamiento.
Además es la primera de sus intendencias que no cuenta con el apadrinamiento del kirchnerismo. Esa época de mucho dinero en obras pudo disimular los errores propios. De todas maneras la obra pública no dejó de venir a un distrito que las recibe por lo que genera y se recauda para el tesoro público. Ya no hubo “gorra ajena” que proteja políticamente a una administración a la que no le faltan cuestionamientos, por su proceder.
Acostumbrado a la cómoda foto al lado de una inauguración pública en el distrito, en este tiempo que no llega a dos años de gestión municipal -sin trato preferencial desde los estados bonaerense y nacional- no hubo mucho que mostrar.
El cuarto mandato del intendente Carlos Sánchez que aún no llegó a la mitad, parece sufrir los síntomas de un extremo agotamiento.
“Las pide la gente”
“Las obras se hacen porque las piden la gente, la obra va atrás del pedido de la gente”, dijo insistentemente en las últimas horas el jefe de gabinete, Hugo Fernández. De todas maneras no pareció una necesidad -como sí lo son las cloacas para vecinos de los barrios Olimpo, Colegiales y Villa Italia, por ejemplo- la innecesaria reconstrucción de la rotonda de la estatua de la Libertad.
Detrás de esa obra por la que ningún vecino levantó la voz para pedirla, días atrás hubo un acto que reunió -en la absoluta soledad- únicamente a quienes le pertenecen políticamente, alrededor de las nuevas luces que se proyectan de noche sobre el monumento ubicado en el cruce de las avenidas Libertad y Constituyentes.
Toda esa obra que lleva alrededor de medio millón de pesos de inversión que se paga con dinero público, simboliza las cualidades de una administración que supo apropiarse y capitalizar las gestiones de un peronista -al que detestan por lo bajo- y con el que públicamente no quieren volver a relacionarse porque no quedaría políticamente correcto para lo “bien” que quieren ser vistos desde la gobernación y presidencia de Cambiemos.
No pareció una necesidad -como sí lo son las cloacas para vecinos de los barrios Olimpo, Colegiales y Villa Italia, por ejemplo- la innecesaria reconstrucción de la rotonda de la estatua de la Libertad.
Por eso los definió como “oportunistas” en sus días de candidato a intendente, el presidente de la CELTA, Nicolás Ambrosius. Ahora ocupan el lugar de cualquier otro municipio entre las 135 comunas, sin que esto signifique estar relegado.
Más poder al poder
La experiencia demuestra que en Tres Arroyos durante la gestión del Movimiento Vecinal, se le dio más poder al poder. Ese permiso otorgado sólo con el voto, convirtió en un tirano al gobierno municipal con el paso del tiempo. Esa circunstancia hizo confundir al intendente, su colaborador más cercano -y mentor- Hugo Fernández, y al dependiente grupo que los acompaña en el Concejo Deliberante, en los cargos públicos y en la lista del próximo domingo.
Todos convirtieron al Estado, en su propia casa. Entonces entre las paredes de la casa de Sánchez -que en realidad es la casa de todos- sólo se marcha con reglas propias, sin posibilidad de admitir disonancias. Así es como pasaron numerosos funcionarios que no aceptaron llevar adelante una gestión “sanchista”, o callaron con la pauta oficial a quienes se atrevieron a cuestionarlos.
El estilo, que no es original, es una mera copia de una forma revanchista y tradicional de hacer política, y a la cual la sociedad cada vez rechaza con más fuerza, y de la que el vecinalismo puro, siempre se despegó. Hasta que se erigió el “sanchismo”, que ahora puede ser frenado con el voto de una nueva masa crítica tresarroyense que no quiere que le metan más miedo. Ese, es el miedo del poder.