Escribe Esteban Ernesto Marranghello
Generalmente en el acontecer histórico de los países, siempre, en algún momento los errores se pagan. Esta va para la política de manera especial, porque la política rige comúnmente el destino de los países. En ese destino están incluidos los destinos de los seres humanos que soportan las consecuencias de los resultados que nacen de las decisiones que la política produce.
La Argentina no está fuera de esta lógica, porque la lógica no tiene género, sociedad, profesión, situación social, ubicación geográfica, riqueza o pobreza, mala o buena conducta, amor u odio. Sobrepasa estos aspectos y juega a las sorpresas que favorecen o castigan a los que no la respetan.
Su paranoia del poder la llevó a despreciar la base de su ascenso al poder, el peronismo, considerando que bastaban sus decisiones y acciones para desarrollar la gestión de gobierno
Puede demorar, pero más tarde o temprano, esgrime “el as de espadas” en el “truco” de los resultados.
Los dirigentes políticos, indistintamente mujer u hombre, suelen enredarse en la falta de lógica, por carencia intelectual de comprender que nada es para siempre y que la dinámica de los tiempos derrota cualquier intención de perpetuidad.
Boomerang
El poder es un arma de doble filo, sin preferencia personales, que sirve a quien sabe manejarlo, es frío e insensible, ayuda y acompaña cuando lo manejan con habilidad y conocimiento de su valor o te abandona y se convierte en un enemigo implacable cuando advierte falta de capacidad y respeto, por su irremplazable presencia para el éxito.
Esto le ha ocurrido a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Abroquelada en muchos éxitos políticos, por las cosas que la gente pudo apreciar en su gestión, ayudada por la incapacidad política de estrategias equivocadas de la oposición, se envolvió en el ropaje de la infalibilidad que le entorpeció la visión de la realidad que la rodeaba, distinta de sus desvaríos de poder, que no advirtieron el derrumbe de su gobierno por las acciones de sus aduladores y funcionarios, muchos obscenamente deshonestos y con acotada capacidad intelectual para gestionar las necesidades públicas en el camino del derrumbe.
Su paranoia del poder la llevó a despreciar la base de su ascenso al poder, el peronismo, considerando que bastaban sus decisiones y acciones para desarrollar la gestión de gobierno, que cada vez con mayor intensidad, demostraba de sus funcionarios y “amigos del poder”, la incapacidad de resolver los problemas y la continuidad de la corrupción imperante.
La pésima estrategia electoral que desarrolló en las elecciones presidenciales y fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires, llevando como candidatos a Aníbal Fernández y a Martín Sabbatella, dos personajes patéticos e impresentables, hasta para el paladar menos delicado de la política.
Este, al parecer, último round de importancia, en una elección de Cristina Fernández de Kirchner, el viento de la realidad le disipó el humo de su soberbia, teniendo que someterse a suplicar el voto al peronismo
Sabe la gobernadora que ganó una batalla, pero la guerra continúa y el adversario, obviamente en la política, nunca fue ni será fácil. Por eso gana, porque respeta al oponente, que no es lo mismo que temerle
“Rara avis”
El peronismo, “una rara avis” de la política argentina, está acostumbrado a estos avatares de conducción “mesiánica”. En los últimos 30 años siempre ha demostrado superar con acierto y gran paciencia los fracasos. Generalmente se saca la piedra del zapato, se desprende de los que pierden porque no los perdona. Las huestes fieles al viejo general y sus principios, se están lamiendo las heridas, lo hizo antes y lo hace ahora una vez más. Ya en otras etapas históricas logró reponerse y volvió al ruedo, con éxito. Este es un nuevo desafío, el tiempo mostrará los resultados.
Del otro lado del mostrador, María Eugenia Vidal, a la que alguna vez califiqué como una muchacha singular de la política argentina. Y personalizo porque Vidal era y fue la carta de triunfo de la provincia de Buenos Aires para Cambiemos. Con plena lucidez de ubicación, sabiendo lo que se jugaba y poniéndose al hombro la campaña.
Condujo el proceso electoral sin titubear, adoptando las decisiones que imponían la estrategia y quienes participaban de ella. Eliminó la presencia de Carrió en el territorio bonaerense, salvo excepciones -sólo el presidente Macri- organizó actos proselitistas con escasa participación de funcionarios nacionales.
Unificó los discursos, antepuso los objetivos y marcó las prioridades. No modificó el tono de voz, tanto para defenderse como para atacar. Programó el Conurbano como entendió sería mejor.
La Matanza
Con el realismo que la caracteriza entendió que en La Matanza, todavía, es más social que política su presencia. Allí existe una contendiente de fuste, Mónica Magario, mujer como ella, con capacidad política, personalidad, carácter y carisma. La Matanza continúa, por sus características demográficas y sociales, y por una tradición nunca traicionada, una expresión política áspera, peronista y anti Macri.
Los otros dos objetivos de Vidal, por su importancia electoral, lo constituían Bahía Blanca y Mar del Plata. En la ciudad sureña, ubicada en la Sexta Sección Electoral, netamente agrícola ganadera, con importante actividad portuaria, estimó correctamente que repetiría el triunfo anterior.
Mar del Plata era otra cosa, 600.000 habitantes, con la tasa de desempleo más alta del país, preocupante índice de inseguridad y un conflicto portuario sin resolver. Se necesitaban acciones rápidas y contundentes. Se instaló en la ciudad “no tan feliz”. Atendió la obra pública muy incrementada, entabló contacto personal con la población y se ocupó de todos los temas, siempre con sencillez, sin levantar el tono de voz, pero realizando una disfrazada intervención de la Municipalidad, para reemplazar con hechos la desvaída gestión del intendente Arroyo.
Todo fue Vidal. La estrategia de la comunicación directa volvió a responderle. Ganó con el 48% de los votos emitidos. En el festejo del triunfo, terminó con gesto energético y ademán concreto, el triunfalismo fatuo, que anunciaba el final político del peronismo.
Sabe la gobernadora que ganó una batalla, pero la guerra continúa y el adversario, obviamente en la política, nunca fue ni será fácil. Por eso gana, porque respeta al oponente, que no es lo mismo que temerle. El juego de la política se parece al juego de ajedrez.
En esta oportunidad Vidal manejó las piezas con mejor estrategia que Cristina Kirchner. Por eso en el ajedrez político bonaerense, que no usa el tablero convencional, la dama de Buenos Aires le dijo jaque mate a la reina de Santa Cruz.
Esteban Ernesto Marranghello