Cuando en 1746 el jesuita José Cardiel en su viaje a las costas del sur en el marco de la Misión del Río Sauce llegó a uno de los tantos cursos de agua que desembocan en el mar, lo denominó La Ascensión. No era otro que el arroyo al que los puelches y moluches lo denominaban “Kla-Rüme-kó” (triple agua, o tres arroyos con junquillos).
Estos pueblos originarios, núcleos araucanos que emigraban desde la Cordillera en busca de climas más favorables para labrar la tierra y cazar, se habrían asentado unos 13.000 años atrás. Tuvieron que pasar muchos años, hasta que en 1823, el gobierno de entonces encomendó a Jaime Montoro una expedición a bordo de la goleta Río destinada a explorar las costas desde el cabo San Antonio hasta la bahía Blanca, travesía que obligadamente tuvo que pasar por Claromecó.
Dos años más tarde, el gobernador Las Heras nombró a Juan Manuel de Rosas comisionado plenipotenciario ante los indígenas de la provincia. El futuro Restaurador debía pactar la paz (se sabe que lo hizo con algunos, y a otros los persiguió y exterminó), trazar una línea de frontera y construir un fuerte en la bahía Blanca.
Luego, durante la guerra con Brasil, Manuel Dorrego reflotó la idea del fuerte en Bahía Blanca y volvió a convocar a Rosas. Así, éste nombró al coronel Juan Ramón Estomba la construcción de la fortaleza. Estomba cumplió la misión reemplazando incluso a Rosas como Comisionado de las Milicias de Campaña, ya que Don Juan Manuel ya pugnaba por ser el gobernador de Buenos Aires.
En el viaje de Estomba hacia su destino, el ingeniero Domingo Pronsanto describe que “luego de haber seguido un camino desde Tandil muy cercano a la costa pasando por el Cristiano Muerto, Claromecó, Paso del Médano, Paso de las Oscuras y Loma Negra frente al estuario . . . “.
En 1832 pasan, costeando el Océano Atlántico, los capitanes Parker King y Roberto Fitz Roy que conducen al célebre naturalista Carlos Darwin.
El primer agrimensor que midió terrenos que posteriormente serían parte del balneario, fue Raymundo Prat, el 14 de enero de 1836. La mensura correspondió al terreno concedido en enfiteusis a Francisco Rodríguez de Socas o a Luis Benito Boado, sobre el arroyo Claromecó.
Así se sucederán nuevos hacendados como los Rivera, los Vivas, los Noriega, los Uriarte, propulsores de la colonización, los Lefrançois, los Jonas, los Massini, los Rodríguez Larreta, y los Bellocq. Todos empeñados en consolidar la fecundidad de estos campos por la senda del trabajo y del progreso.
En 1870 Federico Jonas solicitó al gobierno el arrendamiento de un sector comprendido por el actual balneario. El 7 de julio de 1883 Juan Bellocq compró las tierras, en la que fundó la histórica Estancia San Francisco de gran extensión. Uno de los 23 puestos que tenía era el denominado “Rincón de Claromecó”, en referencia a que al ganado de la época había que arrinconarlo sobre un curso de agua, y el arroyo cumplía ese fin.
En 1901 Antonio Fernández Molina obtuvo del mayordomo de la estancia un permiso para instalar un pequeño hotel de chapa que funcionó hasta el 04. Fue allí que se produjo la llegada de los primeros turistas. Un año más tarde, la familia Bellocq construyó un chalet sobre las costas para pasar sus vacaciones, al tiempo que Fernández Molina se asociaba con Inocencio Ruiz para montar un hotel más grande ante la llegada de mayor afluente turístico.
Para 1919, el balneario había adquirido notable importancia. Fue entonces que la familia Bellocq propuso al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires la formación del pueblo. Se encomendó la mensura al ingeniero Arsenio Bergallo. Y fue un 9 de noviembre de 1920 cuando en la Escribanía General de Gobierno se firmó el acta fundacional del “Pueblo Balneario Claromecó”, hace hoy exactamente 97 años.