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El día que sorprendieron a Carlos Pellegrini en pijama

Daniel Balmaceda, periodista de La Nación, publicó una interesante anécdota que tiene como protagonista a Carlos Pellegrini:

La crisis económica que enfrentó el presidente Carlos Pellegrini requería de inteligencia y firmeza en las decisiones, pero además, de abundante respaldo financiero. Por ese motivo, en 1891, acudió a los integrantes de la Bolsa de Comercio (Vicente Casares, Ernesto Tornquist, Ángel de Estrada, entre otros), con el fin de lo que auxiliaran en su objetivo de crear el hoy ya centenario Banco de la Nación Argentina. 

Les escribió una célebre carta que debería ser tomada como pieza principal en la historia del banco. Y que, además, provocó una interna entre periodistas. 
Rafael Manzanares trabajaba en el diario La Prensa. No bien le informaron que el presidente Pellegrini les había escrito a los hombres de la Bolsa, se presentó en la casa del mandatario (vivía en Florida y Viamonte) para solicitarle una copia. Pellegrini -hombre de casi un metro noventa de estatura- lo recibió con mucha amabilidad, pero le explicó: “Tengo yo más interés que usted en que se publique. Pero como se la he dado a La Nación, lo más sencillo es que vaya usted con esta tarjeta mía a ver a Bartolito y le pida una prueba [es decir, una copia]”. Bartolito no era otro que Bartolomé Mitre y Vedia, el hijo del general homónimo, el fundador de La Nación.
El periodista concurrió a la redacción del diario La Nación (entonces ubicada en Florida y Corrientes). Era tarde en la noche y los colegas se hallaban sumergidos en el vértigo del cierre del próximo número. El hombre de La Prensa se entrevistó entregó la esquela firmada por el mismísimo presidente de la Nación. Sin embargo, Bartolito Mitre le negó la copia. 
-Por favor, comprenda, no soy yo quien se lo pide. ¡Se lo está solicitando el doctor Pellegrini!
-Son armas legítimas las que se empleen para el triunfo periodístico. Ustedes no tienen la carta y yo sí. No dándoles la prueba, sólo La Nación la publica, y eso es lo que va a suceder. Por muy presidente que sea Pellegrini, no manda aquí en el diario. En fin, no le doy la prueba.
Sin darse por vencido, Manzanares regresó a lo de Pellegrini. Tarde, porque ya casi era medianoche. La entrada del hogar del presidente más grandote de nuestra historia estaba custodiada por un sargento del ejército que no permitió el ingreso del periodista por una razón más que entendible: era demasiado tarde y el presidente ya estaba durmiendo. El periodista le rogaba, pero sin lograr conmover al portero. La discusión subió de tono y pasó a ser una competencia de gritos que sólo se interrumpió cuando se escuchó una queja, también en voz alta: “¿Pero me van a dejar dormir o no? ¿Qué pasa?”. Habían interrumpido el sueño presidencial. 
Manzanares respondió como para ser bien escuchado, hacia el interior oscuro de la casa: “Es que Bartolito no le hace caso a usted, señor presidente. No quiere entregarme la carta. ¡Dice que en La Nación, él es más presidente que usted!”.
Estas palabras conmovieron al mandatario gigantón. De inmediato invitó a pasar al periodista. Fue entonces cuando Rafael Manzanares se sorprendió al toparse con otro Pellegrini. El elegante presidente, fundador del Jockey Club, portador de costosas galeras, refinado y pulcro por donde se lo mire, apareció con un inmenso camisón blanco hasta las rodillas, piernas de tero a la vista y pantuflas. En su mano llevaba un platito con candelabro y la vela de su mesa de luz. “Vamos a embromar a Bartolito”, dijo. Arrastrando sus pantuflas, llegó hasta el escritorio y tomó de un cajón la carta original, la que él mismo había escrito a mano antes de que fuera copiada por un amanuense. Lo despidió diciéndole: “Ahora váyase pronto. A usted la carta le ha costado una rabieta. Pero a mí me costará un resfrío”. 
La Nación publicó el texto de la histórica carta que daría origen al Banco de la Nación Argentina. La Prensa también difundió el texto, pero además, mostró el manuscrito. El codiciado original quedó en poder de Manzanares, como recuerdo. (La Nación)
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