Por Alberto Cretton (*)
Cómo se organizó el Ejército, qué elementos fabricaron, cuánto tiempo trabajó, qué colaboración recibió, cuántos viajes hizo entre Mendoza y Buenos Aires, su paso por la región sur de Córdoba, cuanto tiempo combatió, su tortuoso exilio voluntario, su retorno a la patria. Aspectos valiosos a tener en cuenta en la obra del gran general José de San Martín.
Caballos en Córdoba: En Río Cuarto, plaza Roca, existe una referencia histórica que cita fechas en las que el gran general pasó dos veces. La primera el 27 de agosto de 1814, poco después de la revolución de mayo. De la villa llegó a Achiras (pueblo distante actualmente a 70 kilómetros), allí en “Corral de Barrancas” compró 14 caballos. Un vale existente en el Archivo General de la Nación así lo atestigua. Pernoctó en el lugar al día siguiente, llegando a destino una semana después.
Recién dos años más tarde, San Martín volvió a esa zona. Antes hay que recordar que el 12 de febrero de 1817 se gana la batalla de Chacabuco. El 17 de marzo de 1817 emprende otro viaje a Buenos Aires, volviendo a detenerse en Achiras, donde realizó diversas compras. El Río Cuarto reclutó 18 hombres, compró mulas y tejidos. En la Villa de la Concepción concurrió a la Catedral, edificio construido en 1890 y declarado monumento histórico provincial el 10 de noviembre (día de la ciudad) de 1986.
El plan que ejecutó en 1817 fue una “enorme hazaña militar”. Lamentablemente los argentinos no dimensionamos la real dimensión de la epopeya y sus connotaciones, y además ningún político o dirigente de cualquier área ha sabido interpretar y ejecutar alguna de su máximas, como por ejemplo ésta que dice “la ilustración y fomento de las letras son las llaves maestras que abren la puerta de la abundancia y hacen felices a los pueblos”.
Hazaña: la expedición del jefe del Ejército de los Andes a Chile fue concretada tras una cuidadosa planificación que no descuidó detalle alguno. Entre el 16 y el 27 de julio de 1816, en Córdoba, San Martín -gobernador intendente de Cuyo- explicó su plan ante el director supremo de las provincias unidas, general Juan Martín de Pueyrredón.
Liberación continental: argumento sólido; tres expediciones al Alto Perú habían terminado en otros tantos desastres. San Martín opinaba que la estrategia adecuada era cruzar los Andes con un fuerte ejército, terminar con los realistas en Chile y dirigirse por mar a Perú para atacar al poder realista en su centro mismo.
Esfuerzo patriótico: decretada la orden del ejército con San Martín como jefe, lo primero fue el espionaje enviando a uno de sus oficiales, el mayor tucumano José Antonio Alvarez de Condarcco, a Chile, y entregar a Marcó del Pont, nada menos que una copia de la Declaración de la Independencia. Pero el verdadero fin era que su enviado, dotado de una prodigiosa memoria, retuviera las características de los pasos de la cordillera que debía trasponer.
San Martín fue apoyado por alrededor de 200 jefes y oficiales; 4000 soldados de pelea; de los cuales 3000 eran infantes, además de 1200 milicianos auxiliares; debían cruzar la cordillera 10.600 mulas de silla y carga, y 1600 caballos, además de unas 700 reses para consumo de la tropa. El plan era invadir Chile cortando el centro realista, para que no se supiera el punto del ataque.
En la Cordillera: Partieron en forma escalonada. Entre el 18 y el 19 de enero se movieron las columnas del grueso del Ejército.
Tremendo sacrificio: Es difícil encontrar un parangón en las grandes movilizaciones de la historia militar del mundo. La historia cuenta que había que “abrirse paso por las angostas sendas bordeadas de abismales precipicios y paredones gigantescos, que obligaban a alargar la única fila de tropas para trasponer cuatro cordilleras que sobrepasaban los 5000 metros de altura y avanzar dificultosamente por blancos caminos peleando contra el frío mortal.
Esfuerzo físico: Los pulmones se forzaban para respirar el aire enrarecido y luchaban contra la pesadez del “soroche”, anonadado a pesar de todo “por la desmesurada belleza de aquellas moles nevadas” que corona el soberbio pico del Aconcagua.
Tras el triunfo, el regreso. San Martín vuelve a la patria tras liberar Chile y Perú, recién en 1823.
Exilio voluntario: A los padecimientos de salud se agregaron las dificultades de la repatriación de sus restos 30 años después de su fallecimiento. De todos los planes y comisiones formadas para repatriar a San Martín, la decisión de Nicolás Avellaneda fue la definitiva. El cuerpo embalsamado de San Martín fue colocado inicialmente en la Bóveda de la familia Balcarce el 21 de noviembre de 1861, un año y medio después de que allí fuera enterrada Mercedes, la tan querida nieta del general, que murió a los 26 años.
El féretro: En abril de 1880 se constituyó un gran operativo (San Martín había sido rechazado como exiliado en Francia, muchos años antes) y fue llevado a París, desde donde en tren partió hacia Le Havre y se lo embarcó el 21 de abril de 1880 en el transporte Villarino.
En Buenos Aires: Lamentablemente hubo dilaciones para el recibimiento pues faltaban detalles del mausoleo y el navío atracó en el puerto de Montevideo el 17 de mayo de dicho año; se lo reembarcó el 24 y recién el 28 estuvo en aguas argentinas. El Talita, una pequeña embarcación de la marina que Sarmiento había recibido como regalo, remolcó un bote con los despojos del general hasta el muelle Catalinas, donde lo recibió Sarmiento.
El presidente Avellaneda lo hizo en la plaza San Martín y una muchedumbre lo acompañó por Florida, pero para descansar en la Catedral debió esperar en una cripta de canónigos. Recién el 28 de agosto se lo colocó en el mausoleo.
Lo que no merecía San Martín. Una increíble historia de agregados, reclamos y tipo de custodia dieron poco descanso al vencedor de Los Andes. Recién desde 1999, el lugar está resplandeciente. Cuando visite la capital federal argentina dedique aunque sea media hora y medite lo que fue en aquel tiempo “la gran hazaña” y sacrificio al servicio de la libertad de América y orgullo de los argentinos. Se merece por lo menos una oración.
(*) Locutor nacional y periodista. Reside en Tres Arroyos desde el año 2000