Hace un tiempo que lo estoy leyendo. Y no sólo porque es extenso y requiere atención. Otros libros se mezclaron y diversas actividades se entrometieron para que lo deje y lo vuelva a retomar. Parece de fácil abordaje. De hecho lo es, porque su prosa es lisa y llana. Pero lo que dice no. Me refiero al significado pleno de cada palabra y frase, a su entrelineado. Tras el humorismo, las descripciones, la anécdota frívola y los entretelones de unas vidas narradas en paralelo, está presente lo oscuro de la vida.
Las historias de los cinco integrantes de la familia Lambert se presentan al lector a partir del deseo de la madre de reunir a todos en su casa, ubicada en una pequeña ciudad del medio oeste norteamericano, para festejar unas navidades, que se presumen las últimas juntos. Alfred Lambert, el padre de este núcleo típico, está enfermo, a veces desvaría y pareciera que su duración con vida lúcida será breve.
Los tres hijos Lambert siguieron por decisión, descubrimiento o desgracia otros caminos muy distintos a los imaginados por unos padres que se niegan a ver la realidad de la vida de sus vástagos. Fracasos económicos y matrimoniales, drogas, trabajos que bordean lo ilícito y costumbres sexuales no precisamente conservadoras se mezclan en un coctel navideño que parece destinado a explotar.
El lector desprevenido no se encontrará con un pasatiempo para los días de lluvia o para las tardes soleadas frente al Atlántico. Tampoco con una lectura que sirva para superar los abúlicos y melancólicos domingos, días en donde la mente recorre con paciencia todo lo negativo de nuestra existencia. No, no espere eso. Leerá un examen de una cultura completa, un análisis de una sociedad a través del recorrido vital de una familia arquetípica de ella. Y eso, a veces, no es placentero. Sobre todo cuando se transforma en espejo de nosotros mismos.
Lejos de la impunidad absurda, carente de fibra y voluble de las redes sociales. Distante de los debates vacíos o políticamente correctos de los medios de comunicación, Franzen pone el ojo en el sinsentido de la sociedad y en la falta de metas altruistas de sus actores. Nos hundimos en nuestra mediocridad, avaricia e hipocresía, parece decirnos, y no nos damos cuenta que nos ahogamos. “Las correcciones” es un libro intenso y reflexivo, una obra seria, aunque algunos de sus pasajes nos roben sonrisas y carcajadas crueles.