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Una de cal y una de arena

Señora directora:

Como siempre, y como en casi todo, cuando evaluamos, aunque sea un comienzo, encontramos una de cal y una de arena.

Una presentación más cuidada de la villa nos sorprende de entrada y nos hace pensar que hay alguien a cargo que trabaja en serio ¿Cómo decirlo? Parece todo más limpio, más y mejor atendido, los vecinos con los que nos vamos encontrando coinciden en esta apreciación. Es más, parece haber un mejor humor ¡Bien por eso!

Salimos a hacer las primeras compras y la impresión positiva continúa, no hay grandes diferencias con los precios en la ciudad de origen, uno no se siente asaltado a mano armada.

Claro que también hay decepciones. Amigos que se sintieron casi robados con las aspiraciones de alquileres que, si hubieran concretado en noviembre, hubieran pagado casi el doble de lo que ahora les pedían por el mismo inmueble.

Ver lo que fue el parador de Costanera y 28 (aclaremos que nunca fue un dechado de belleza en lo que a arquitectura se refiere), asolado como si por él hubiera pasado el loco del martillo, es cuanto menos un mal trago.

Dentro de lo más preocupante está el problema de la provisión de agua corriente, atribuible, en parte, pero no exclusivamente, a lo descuidados que somos con su uso; y el estado de lo que fue nuestro “vivero”, que no sólo está a años luz de lo que era, sino que representa un peligro para la seguridad de lugareños y turistas.

Y varias cosas con las que protestamos año a año se perpetúan, como el hecho de que muchos negocios no trabajen con tarjeta de crédito y débito, lo que se agrava con el hecho de que el cajero automático con que se cuenta se queda sin fondos demasiado a menudo.

Afortunadamente, el mar, la arena (aunque cada vez afloren más piedras) y el cielo, siguen estando, y nos regalan fantásticos paisajes, y extraordinarios atardeceres. Cuidemos este tesoro. Somos todos responsables.

(Esta historia continuará)

 

Alicia Hurtado

5.639.082

 

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