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Aguafuertes tresarroyenses de hoy y de siempre

La Previsión, un edificio emblemático que mira hacia la Plaza San Martín y fue sede de una rica historia. La Perla, confitería tradicional y reconocida. Dos lugares descriptos en relatos del proyecto literario de la EATA

 

 

Homenaje a La Previsión

Te baña una luz anaranjada, la cual produce sombras y contornos cálidos sobre tu estructura. El sol, que al atardecer hace brillar tus molduras, pero también denota tus años.

Millares de palomas mantienen su estadía en tu interior, sin apreciar, al ser animales, tu belleza.

Tampoco nosotros, peatones empedernidos de tus veredas, las cuales transitamos sin conciencia, nostalgia o sentimiento. Nadie parece notar tu imponencia, dada por tu sólida imagen, que es coronada en la cima por tus techos verdosos, que recuerdan a otras épocas.

De cuando en cuando te habitan pero no con la intención que mereces, no son más que comercios temporarios a los que les queda holgada tu estructura.

Provees seguridad con tan sólo tu mirada, aunque hay que pasar por alto tu fachada que de tantos años se viene abajo. Bueno es saber que te mantienes presente, ocupando un lugar en el espacio, ciertamente físico, donde tu unión con los edificios que te rodean parece irreal, tan irreal como el recuerdo de tu momento de esplendor en mentes mayores.

 

Un día en La Perla

El día comienza a las siete de la mañana cuando el mozo, encargado de todos los días, abre La Perla. Antes de que sean las ocho, barre todo el salón, limpia las mesas, enciende la cafetera, limpia los baños y, cuando termina con sus tareas, se pone a charlar con “los de al lado” disfrutando de un caliente cortado en jarrito “mitad y mitad”. Como siempre, está todo lindo, muy limpio y presentable. A medida que avanza la mañana, van llegando los señores de siempre a desayunar, con sus habituales pedidos, generalmente café con facturas. Todos ellos esperan la llegada del diario -menos mal que hay alrededor de cuatro porque siempre se pelean por leerlos-. Poco a poco va llegando más gente, por lo que se necesita otro mozo, el encargado de la cocina. Más cerca del mediodía, el menú cambia un poco: gente que sale del trabajo llega a almorzar, aunque nunca falta ese cafecito luego de hacerlo. Llegada la hora de la siesta, la cosa se tranquiliza un poco, los mozos aprovechan para descansar un rato antes de hacer el cambio con los otros dos. Estos últimos comienzan su día laboral sentados, leyendo, matando un rato el tiempo con el celular hasta que, por fin, a eso de las cinco de la tarde, empieza el “desaburrimiento”. Las mesas habituales de la tarde nunca faltan; hay una en particular, la de los “viejitos piolas”, que me resulta muy divertida: ellos llegan, se sientan, miran al mozo, levantan la mano y piden “lo de siempre”. De esta manera, el encargado de atenderlos se levanta de su banqueta, sirve en unas terrinas papitas y palitos salados y, al pasar, toma una cerveza bien fría junto con los chops congelados. Si está aburrido se sienta a charlar un rato con ellos, si no sigue con sus habituales tareas.

Caída la noche, se vuelve a poner un poco más tranquilo, aunque la actitud del mozo es la opuesta; ya que se pone a limpiar todo y dejar el salón listo para el otro día. Cuando se van las últimas personas, apaga las luces, cierra el portón de la calle Hipólito Yrigoyen y, finalmente, se cambia de ropa. Cierra las puertas con llave y se dispone a ir a su casa a descansar y prepararse para su próximo día.

 

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UN AUTOR DE REFERENCIA

 

 

FRAGMENTO DE UNA PUBLICACION LOCAL

 

1er. exposición de pintura.- Hoy se inaugurará por primera vez en esta ciudad en los bajos de La Previsión una hermosa exposición de pintura, donde los aficionados al papel pondrán de relieve sus buenas…

(Ideas Juveniles)

 

Vereda aseada.- Llama la atención del público, que pasea por la vereda del mercado en la calle Independencia, lo aseada que está todos los días. ¿No ha visto usted? ¿No se ha fijado? Pero hombre, es la acera más limpia del pueblo; y eso que todos la ensucian cada rato. Todo es tener amor a la higiene.

(El Gran Boletín)

FOTO: Nélida Margarita de la Fuente

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