Christian Lagrecca y Matías Martínez celebrarán una nueva alianza 12 años después de haber pactado la primera. El 17 de febrero -celebrando el primer beso robado que Christian le diera a Matías- es la fecha elegida para casarse. La ceremonia cerrará una etapa para abrir “un nuevo capítulo” en sus vidas. Fortalecer los cimientos de la pareja será además el vehículo para formar una familia.
Christian es de Luján y Matías de Tres Arroyos. Por cuestiones de la vida los dos “habíamos dejado nuestras anteriores parejas”, consecuencia de eso, dejaron los departamentos en los que cada uno vivía y “caemos en la pensión en la que nos conocimos”, cuenta Matías. Mientras Christian agrega: “Siempre digo que hace 12 años que convivimos”.
Cómo se conocieron
Christian trabajó como jefe de Bingo, empezó en Luján… Desde abajo, promotor, cajero, jefe de sala, auxiliar de sala, “me fueron trasladando, pero los horarios del Bingo -con turnos rotativos- empezaron a pesarme y me dieron los primeros ataques de pánico”. Entonces decidió dejar la capital y se fue a vivir a Mar del Plata donde hizo temporadas de teatro. Luego regresó a Luján y de ahí a Capital nuevamente a trabajar en una empresa internacional, mientras seguía haciendo teatro en forma paralela.
Matías se fue de Tres Arroyos a vivir a la Capital a los 18, trabajó con Pepe Cibrián y en una empresa de animaciones infantiles.
“Cuando me separo de mi primer pareja desalquilo el departamento y caigo en la pensión en 2005, llegué primero que él, un 5 de febrero. Me gustó el ambiente familiar y me quedé”, empezó a desenrollar el ovillo de su historia Matías. Al día siguiente subiendo el ascensor “nos topamos”, entonces para Christian fue amor a primera vista.
“Cuando lo vi no tuve dudas en que me iba a quedar allí. Algo que siempre lo caracterizó a Matías fue su simpatía, enseguida me saludó y la dueña de la pensión insistió en esta relación y me dijo: ése es el chico del que te hablé, contó entre sonrisas Christian.
Un 17 de febrero -el mismo día que eligieron para casarse- es el que empezaron una relación formal. El 16 es el cumpleaños de Christian, por eso había viajado a Luján a festejarlo, cuando regresó empezaron con la relación. El primer beso fue el mismo 17.
“Estábamos en la pensión y comenzamos con la pareja, los primeros acercamientos fueron en esos días. Yo siempre le digo que lo quise primero, el primer beso fue robado, él estaba muy mal y yo soy muy sentimental. En ese momento -sin medir las consecuencias-, con tal de sacarle una sonrisa le propuse hacerle unos masajes para que se relaje y le robé el beso. Enseguida Matías me dijo: ¿te parece?, tira un poquito más de la lana Christian para seguir sacando pedazos de su vida.
“Al principio yo tenía mucha angustia y me fui enamorando de él con el tiempo, distinto Christian que se enamoró a primera vista (se miran y se ríen, Christian asiente). Así surgió la relación y el tiempo me hizo cambiar la perspectiva y me enamoré perdidamente de todo su ser”, terminó el relato Matías haciendo un gesto con las manos en señal del TODO que su pareja significa para él.
La vida juntos
En la pensión convivieron por cuatro meses hasta que “nos propusimos salir del lugar para tener algo nuestro. El primer departamento donde estuvimos -Marta Baleirón era la dueña- y fue como una abuela que nos dio todas las facilidades, en Borges 2337 entre Charcas y Güemes, luego a Tucumán 3700”, contó dibujando en el aire los espacios y lugares que fueron convirtiendo en su hogar. En Buenos Aires vivieron juntos por seis años, mientras trabajaban y estudiaban.
La pareja coincidió en señalar que “aunque vivíamos en una ciudad grande el pensamiento estructurado es el mismo que en cualquier lugar y la forma en que nos veían era igual”. Para dar ejemplo de esto Christian contó: “Me han pegado con una botella por la cabeza porque llevaba a alguien del hombro, o sufrí asaltos con cuchillos o menosprecios de todo tipo, por eso desarrollé pánicos, fobias, más las agresiones verbales por la condición sexual. La decisión de venir a Tres Arroyos fue porque ya no vivíamos tranquilos”.
Entonces comenzaron a restringirse en muchas cosas, ahorraron por seis meses para poder alquilar y tener “nuestro lugar”. Matías llegó primero en 2009, mientras que Christian siguió trabajando en Capital hasta que se vino definitivamente y “toda nuestra vida cambió”, dijo Matías.
El primer dúplex en Tres Arroyos lo alquilaron en Vélez Sarsfield 890 departamento 3. “Siempre se nos presentaron personas que le agradezco al Universo, que nos trataron muy bien”, en referencia a Lili la dueña de las viviendas.
Matías consiguió trabajo enseguida y Christian tuvo que esperar más de un año para poder ingresar en una empresa, remarcó como algo llamativo que “nunca conseguí trabajo porque me eligieran por el currículum que presentaba, y eso que repartí por todos lados. Al Parque Industrial me lo recorrí un montón de veces -iba caminando- y al diario traje cantidades de currículums cuando pedían por los clasificados. Es más el trabajo lo consigo porque se lo ofrecieron a Matías, y como él ya tenía el lugar lo ocupé yo”, explicó Christian.
En febrero de 2010 pasaron por una crisis. “Estábamos muy mal porque no alcanzaba la plata, estábamos sin laburo los dos en un momento, pero a partir de eso cambiamos. Empezamos a pensar en las propuestas artísticas que teníamos y así surge Locas Historias”. A Christian siempre le gustó estudiar, en Capital hacía cursos constantemente en la Universidad, eso le dio una formación actoral que Matías también tenía.
“La idea cuando llegamos era nunca invadir el espacio de los colegas, en Mar del Plata había estudiado transformismo -cuenta Christian- eso no se hacía en Tres Arroyos por esta razón nos basamos -para comenzar- en esta forma de hacer teatro. Ahí nos decidimos que podíamos empezar a meternos en esto, aunque fue muy difícil”.
Gracias
La pareja reconoció en esta etapa de sus vidas a “dos personas que nos ayudaron muchísimo: Carlos Otero y Hugo Puente. En el Sindicato de Trabajadores Municipales empezamos a formar un centro cultural con todo lo que teníamos. Tuvimos mucho trabajo, fue increíble, muy unidos, nos sentíamos queridos”.
Christian agregó que “al poco tiempo empiezo a estudiar el profesorado de Teatro en Necochea y me recibí este año. Empecé a trabajar en las escuelas y ahí continué”. Por eso esta historia no tiene final, tuvo principio y to be continue…
El amor tiene cara de amor, ni de mujer ni de varón. El amor es lo que está en el alma, en el rostro, en el todo que Matías lo enamora de Christian y en el SER que enamora a Christian de Matías.
“Que cada uno ame y sienta sin temor -expresó Christian- todo el mundo te va a juzgar por algo o por tu condición sexual, o por tu físico, si cambiás el auto van a decir que es porque estás robando, si cambiás muy seguido de novio te van a tildar de una clase de persona… Entonces hay que detenerse en cada uno y dejar de pensar tanto en lo que hace el otro. La condición sexual de cada uno no te hace ser un prófugo de la vida o un delincuente, menos ser un degenerado -como nos han tildado-. Ser degenerado y delincuente es violar a un chico, ser corrupto. Pero elegir a otra persona para amar sin importar el género… Se ama a la persona de quien te enamorás”.
Matías reflexionó: “Si querés que el mundo cambie enseñale a tu hijo. Hace un tiempo atrás no quería ser papá por miedo o por distintos errores”, respondió el joven artista ante la pregunta sobre la paternidad futura.
Christian agregó: “Siempre creímos que la adopción no es algo a la ligera, por eso nos gustaba primero tener nuestros cimientos, nuestra casa, nuestra fortaleza firme como pareja, antes de formar una familia. La felicidad no la hace el otro, la hace uno. Por eso tenemos que cerrar esta parte y empezar a generar los cimientos, soporte muy importante si alguna vez elegimos traer un niño a nuestras vidas”.
El próximo viernes esta historia de amor tendrá su libreta que rubricará lo que no necesita testigos, el amor es el sentimiento imparable que no distingue religión, sexo o edad, elige personas que sean capaces de dar y recibir afecto, ternura, acompañamiento, proyectos.
Cómo se eligieron para compartir la vida
La pareja refleja en cada palabra el amor que se tienen. “Casarnos es como sellar muchas cosas, terminar un libro y empezar uno nuevo. Sufrí mucho de chico -explica Christian- en Tres Arroyos hubo padres que han ido a sacar sus hijos de la clase por mi condición sexual, he estado en cenas donde hay gente que se está burlando por mi condición sexual atrás mío. Algunas veces un sector social es tan cruel que no sabe el daño que puede causar”, dice.
Y agrega: “Si estás transitando un mal momento y le agregás gente que te lastime -porque es válido que no piensen como nosotros, eso lo respeto-, pero me han matado, enfermado de cáncer, de sida, me han tratado como alguien que ejerce la prostitución, por eso con el tiempo, con 36 años -aunque me sigue costando- he aprendido que no todos tenemos la misma predisposición frente a la vida”.
Matías dice que “no todos son iguales, aprendí a amar a Tres Arroyos. Lo único que puedo decir es que él es el amor de mi vida, me gusta la frase del Principito que dice: fue el tiempo que estuviste con tu flor lo que lo hizo importante. Para mí es eso. Es cerrar etapas, las crisis nos hizo crecer como hombres y darnos cuenta que estábamos hechos el uno para el otro”.
El año pasado “cuando volvimos de las vacaciones de invierno me propuso que nos casemos”, dice risueño Matías. “Ni bien salió la ley quería casarme, pero esperar lo agradezco porque éste es el momento. Nos casamos por el amor que nos tenemos. La gente nos pregunta si nos vamos a casar acá con lo eso que significa”.
Cristian sin dudarlo, con su voz suave, explica algo que siente firmemente: “Nos casamos acá porque es nuestro lugar y lo que siempre nos caracterizó es que nunca nos ocultamos. Desde el momento que nos bajamos del colectivo nos mostramos tal cual somos, no tenemos otra vida, entonces es aquí donde nos tenemos que casar. Hay también mucha gente que nos ha defendido y que nos quiere mucho”.
La niñez, la adolescencia y vivir en contra de la corriente
La familia de Christian es de Luján, y la de Matías de Tres Arroyos. La impronta que dejaron en sus vidas la relatan abiertamente, sin tapujos. “La etapa de la adolescencia es muy traumática -comienza contando Christian- por eso lucho para evitar que otros sufran tanto como yo u otros que les ha pasado lo mismo que a mí. En realidad siempre sentí esta inclinación, a veces se reprime por los mandatos sociales. Todo es culpa. Culpa si mirás un chico, culpa si mirás a una chica a la que sabés no vas a hacer feliz. Ni vos ni ella, porque hay algo que te está faltando”.
Y continúa: “Yo ante la culpa elegí el encierro, siempre estaba enojado, traté de ocultar todo, con eso en la cabeza que había que caminar como hombre, andar en bicicleta como hombre, pelear como hombre… Todo lo que nos van inculcando, en la escuela, entre los amigos. Tratamos de hacer lo que nos decían que era correcto”.
Un día en la casa de la familia de Christian en Luján, en el comedor donde una larga mesa guardaba un espacio para él, se dio en una conversación fundamental en su vida: “A los 18 años, mis padres se sentaron en la mesa de mi casa, me mandan a llamar y lo que veo es a mi papá sentado junto a mi mamá y un lugar vacío para mí. Mi papá muy sincero empezó a hablar, pero quería escuchar de mi boca y dijeron que me iban a aceptar fuera lo que fuera, querían saber qué me pasaba y que yo lo dijera. Ese día me largué a llorar y parecía que me sacaba 18 años de encima”.
Christian se pone serio y relata: “Sufrí mucho la discriminación, no sólo desde lo físico -siempre fui muy delgado- y por mi forma de ser era el patito feo de mi grupo. En un punto es común la situación de la obligación que uno se pone para cumplir con el mandato”.
La historia de Matías tuvo otros bemoles que formaron su carácter, el encierro elegido por Christian ante la situación de incomprensión en él fue enojo. “De chico ya sabía lo que me gustaba, que no sentía atracción por las mujeres, entonces era una rebelión constante, peleas con mi familia, con mi padre más que nada. Mis viejos se separaron cuando tenía 11 años, era muy apegado a ellos y lo sufrí, en ese momento me enojé mucho con la vida”.
En cuanto a su vida en la comunidad, Matías recuerda que “me decían gordo puto, llegué a pesar 105 kilos. Después empecé a crecer y me empezaron a ver de otra manera. A los 18 años vendí todo lo que tenía mío, junte plata por nueve meses y me fui a vivir a Buenos Aires. Empecé a laburar a los 12 años y tenía acciones de persona más madura, no tuve vivencias de adolescente, ayudaba a mi mamá a traer la plata para la comida y para el estudio. En la escuela me iba mal, hasta los 16 era obeso. Me ayudó mucho mi ego, y al comienzo eso me transformó en una persona mala, no salía, estaba muy solo. Me terminé trasformando en lo que repudiaba”, describe Matías una dolorosa etapa de su vida.