Para que la ducha cumpla con su función y no nos perjudique debemos tener en cuenta una serie de aspectos que solemos pasar por alto.
Existen algunas malas costumbres que, lejos de ser saludables, podrían ocasionar reacciones indeseadas cuando se practican de forma recurrente.
¿Cuáles son esos hábitos que inconscientemente pueden hacer daño?
1. No lavar los pies
Saltarse el lavado de los pies es una de esas costumbres poco saludables que practican las personas de todas las edades.
Muchos solo se preocupan por lavar con agua y jabón la parte superior del cuerpo, ya que consideran que los restos que bajan por los pies hacia el desagüe son suficientes para desinfectarlos.
Lo cierto es que los pies no se lavan solos y, por desgracia, al no darles un cuidado especial durante la ducha pueden padecer infecciones por hongos y tendencia a olores desagradables.
2. Lavar el cabello todos los días
La mayoría de las mujeres acostumbran enjuagar su cabello todos los días porque creen que así mantendrá más saludable y limpio.
Si bien el uso de champú y acondicionador permite darle un aspecto muy agradable, no está bien lavarlo con tanta frecuencia.
Aunque los productos ayudan a fortalecerlo, su uso excesivo puede alterar la segregación natural de aceites en el cuero cabelludo, y derivar en un exceso de sequedad.
Lo ideal es hacerlo solo tres o cuatro veces a la semana, en especial si el pelo tiende a ser seco.
3. Saltarse la ducha después de hacer ejercicio
Muchos llegan demasiado cansados de su entrenamiento físico como para tomar una ducha. Sin embargo, no hacerlo acarrea consecuencias que van más allá de los malos olores corporales.
Dado que el cuerpo libera toxinas y bacterias a través de la sudoración, dejarlas en la superficie de la piel incrementa el riesgo de sufrir brotes de acné e infecciones cutáneas.
Su presencia evita que la piel se oxigene de forma óptima, lo cual le genera imperfecciones notorias.
4. Tomar duchas demasiado largas
Tomar duchas demasiado largas no solo implica gastar más agua de la necesaria sino que, con el tiempo, puede originar graves problemas en la piel.
Someterla de manera excesiva al agua, sobre todo si es caliente, desequilibra la actividad de las glándulas sebáceas y altera la humedad natural que la caracteriza.
Esto puede explicar por qué muchos sienten una incómoda sequedad y comezón después de bañarse.
5. Dejar la esponja en la ducha
La esponja vegetal es un elemento complementario de la ducha ya que, además de ayudar a remover la suciedad, es útil para quitar las células muertas y todo tipo de impurezas adheridas en la superficie de la piel.
No obstante, puede volverse un arma de doble filo, dado que, al dejarlo en un ambiente húmedo, tiende a convertirse en un hogar perfecto para las bacterias y los hongos.
Por lo tanto, en lugar de dejarlo en la ducha al finalizar el baño, lo ideal es desinfectarlo y ponerlo a secar antes de volver a utilizarlo.
6. Secar la piel con fuerza
Aunque secar la piel con demasiada rudeza parece un hábito inofensivo, en realidad es una mala práctica que puede originar molestias cutáneas.
Si bien las toallas no son agresivas para la piel, frotarlas con demasiada fuerza puede generar sensibilidad y dificultades para retener la humedad natural.
La forma aconsejable de emplearlas es a través de suaves palmadas en las áreas húmedas, sin friccionar o frotar de manera excesiva.
7. Retrasar la hidratación
La hidratación inmediata de la piel después de tomar una ducha es determinante para mantenerla elástica, protegida y con un aspecto saludable.
Esto se debe a que el agua puede generar alteraciones en la actividad de las glándulas productoras de aceite, lo cual se traduce en sequedad o comezón.
La aplicación de crema hidratante corporal contrarresta estos efectos y ayuda a mantener el pH natural de la piel balanceado.