En una carta, un embajador le escribió a Ida van Mastrigt que ella es “un poco como la madre de la colectividad holandesa en Tres Arroyos”. Recuerda estas palabras de reconocimiento sobre la tarea que lleva adelante en Tres Arroyos y dice que le generan orgullo. El miércoles 15 va a cumplir 40 años como vicecónsul y cónsul honoraria del Reino de los Países Bajos, motivo por el cual se llevará a cabo una recepción a la que vendrá especialmente el embajador Martin de la Beij y otros funcionarios.
Nació en Indonesia. Cuando tenía 6 años y su hermana Miep 5, viajaron solas en barco hacia Holanda y cuatro años más tarde, hicieron lo propio en avión con destino a la Argentina. Las esperaba el internado del Colegio Holandés, donde conocerían a Meester Slebos -“fue como un segundo padre para mí”, destaca Ida- y a otros miembros de la colectividad que les brindaron contención.
A los 37 años, la sorprendió la propuesta de desempeñarse como vicecónsul en reemplazo de Gerardo Kraan. El tiempo demostró que era una actividad a su medida, en la que se siente muy a gusto y disfruta. En un diálogo CON LA VOZ DEL PUEBLO, Ida hace referencia a experiencias inolvidables y habla de lo que siente por la actividad diplomática que le ha sido confiada.
– ¿En que año se habilitó el viceconsulado de los Países Bajos en Tres Arroyos?
– Comenzó en 1951, meses después de la visita del Príncipe Bernardo. Juan Verkuyl fue vicecónsul durante un tiempo, hasta que falleció. Después retomó Gerardo Kraan durante 16 años y yo me hice cargo el 15 de marzo de 1977.
– ¿Cual fue la primera reacción cuando te ofreció asumir en su lugar?
– Cuando él vino yo me asusté. Le respondí no sé… tengo que pensarlo. Pero él me ayudó mucho.
– Habías podido completar el Secundario
– Sí, es verdad. Pero el trabajo era en holandés. Tenía que escribir y para mi representaba un problema; cuando vino el primer embajador me dijo no hay problema, me llamás por teléfono. Desde entonces, me manejo de esa manera.
Es lindo trabajar así, con muy buena comunicación con el embajador, el canciller, el agregado agrícola, el agregado de cultura. Cuando empecé tuve que comprar un fax, salía 2000 pesos en ese momento. Hasta hace unos años, también hacia en el consulado los pasaportes.
– ¿Qué cantidad de pasaportes hiciste a familias vinculadas con Holanda?
– Deben ser más de 300. Primero era a descendientes por parte de padre, después también por parte de madre. Dejé de hacerlos cuando se inició el sistema de impresiones digitales y cambió la forma de tramitarlos.
– ¿Cómo se concretó el cambio de viceconsulado a consulado?
– Cuando comencé mis colegas en esa época de Rosario y Bahía Blanca eran cónsules. Después de unos cuantos años fui a la Embajada a preguntar¿por qué ellos son cónsules y yo vicecónsul? Para el caso es lo mismo, pero suena distinto. Bahía y Rosario era por el puerto, pero no porque tenían holandeses en la zona. Conseguí tener el consulado.
– En 2013, finalizaba tu ciclo como cónsul ¿Qué sentiste cuando te dieron a conocer que permanecías cinco años más en la función?
– El contrato se renueva cada cinco años. También por la edad, finalizaba en marzo de 2013. Se extendió gracias a la colectividad y mucha gente de Tres Arroyos que han escrito, han mandado firmas diciendo “Ida no se va”. El día en que me lo comunicaron se me caían las lágrimas de la emoción. No me puedo imaginar sin este trabajo, lloré. Termino el 1° de abril de 2018.
– Por supuesto, te gustaría seguir
– (Sonríe) Mientras me dé el cerebro y las rodillas para caminar, sí. Es más de la mitad de mi vida, tenía 37 años cuando comencé. Tengo muchísimo trabajo. Hay más que nada muchas mujeres casadas con holandeses, se muere el esposo y tienen su jubilación en Holanda, una cuenta en Holanda y no saben ni decir buen día. Para mi también son temas nuevos, vine a los diez años, no tengo jubilación, pensión, nada en Holanda. Ante estas consultas, hablo con distintos organismos como bancos o los equivalentes a Anses y la AFIP de Argentina. El sueldo es el agradecimiento que recibo, es gente que te dice “no te mueras nunca”(vuelve a sonreír).
– ¿Desde qué lugares te llaman por estas tramitaciones?
– Mar del Plata, Tandil, Balcarce, Punta Alta, son algunas de las ciudades desde donde me han llamado. Hice un poder porque las correspondencias llegan a mi casa. Ultimamente pude resolver un caso importante, cuatro años trabajando con una señora cuyo marido había nacido en Indonesia, igual que yo; murió el marido, tenía una jubilación y una herencia, fue necesario hablar con escribanos, hacer documentación, lo terminé y es un logro que me da mucho placer.
– ¿Cómo el consulado en Tres Arroyos pasó a ser un lugar de referencia en tantas ciudades?
– Si entrás a la página de Internet de la Embajada está el número de ellos en Buenos Aires y el mío. Tienen un conmutador y está conectado con Holanda. Muchas veces me llaman a mí, esta semana se comunicó un chino desde Bahía Blanca que quiere ir a Holanda. He atendido holandeses que estaban en un alud en Mendoza, desesperados, llamé al embajador a su teléfono celular y así pude ayudarlos.
– Dentro de la gran cantidad de visitas que has recibido, un día llegó la escritora Carolijn Visser y fue el origen del libro sobre tu vida (“Argentijnse Avonden”y su posterior versión en castellano “La cónsul holandesa”)
– Lo del libro tampoco fue una casualidad. Viene gente a tocar el timbre y pasa, en Holanda hay que pedir audiencia.
En el año 2005 vino una mujer holandesa, tomamos café. Y todos te preguntan donde naciste, por qué viniste; empecé a contar que nací en Indonesia, que mi papá (Rinus) llegó hasta allí en bicicleta desde Holanda, hice la historia resumida. Le mostré la pila de cartas del viaje en bicicleta, me pidió llevarlas al hotel para leerlas; cuando regresó al otro día me dijo soy escritora y voy a escribir tu historia de vida. Fue editado en 2012, le llevó muchos años de trabajo para poder escribir una historia real; por algo en 2014 ganó el premio al mejor libro de viajes de toda Holanda.
– ¿Es cierto que a través del libro te enteraste de situaciones o vivencias de tu papá que desconocías?
– Hubo mucho que mi papá no contó. Al leer ella esos tres kilos de papel aparecieron cosas que yo ni sabía.
– En 2016 fue presentada la edición en castellano ¿Cómo se logró reflejar la idiosincrasia de nuestro país en una obra originalmente holandesa?
– El traductor que tengo yo es fantástico (Diego J. Puls). Vive acá y vive allá, un tiempo en cada país. No me puedo imaginar haciendo este trabajo a un traductor que reside en Amsterdam. Es la única manera de poder contar la historia de Evita, de Perón, la economía y los militares como mi papá lo escribió. De otra forma, hubiera sido una cosa muy fría. Está tan bien escrito que atrapa.
También lo traduje para que mis chicos, mis nietos, lo puedan leer.
– ¿Cuáles han sido las principales repercusiones?
– Muchos pudieron conocer sobre mi vida. A los diez años ya había vivido en tres continentes; nací en Asia, a los seis años me fui a Europa y a los diez me vine a Latinoamérica.
Lo bueno que ella tiene es que puso todo con nombre y apellido; me ha escrito gente desde diversos países, por ejemplo una señora de Inglaterra me dice mis abuelos cuidaron a tu papá mientras estuvo seis meses internado en Singapur. Otra señora me escribió para decirme mi abuelo era hermano de Opoe Van der Horst, la primera persona que yo conocí, era directora del internado. Y muchos mensajes más. Se me hizo un círculo en Holanda.
Desde que encontré a mi media hermana Len en el año 1995, empecé a ir todos los años un mes a Holanda. Solamente falté dos. Y a partir de la salida del libro, doy charlas en un pueblo, en otro pueblo.
– ¿Qué recuerdos tenés de la visita del príncipe Bernardo en 1951?
– Llegué a Tres Arroyos el 31 de julio de 1950 y él vino en abril de 1951. Estoy en la foto de La Voz del Pueblo en el Colegio Holandés, al lado de él. El príncipe estuvo tres días.
– ¿Cómo fue la gestión para que en marzo de 2006 vengan la por entonces reina Beatriz, Guillermo Alejandro y Máxima?
– Cuando me enteré que la reina Beatriz venía en visita de Estado, fui como tres veces al embajador y le dije ‘tiene que venir, tiene que venir’ La verdad es que lo volví loco; me dijo si va son dos horas, porque tenía una presentación de teatro a la noche en Buenos Aires, nosotros también fuimos (ella y su pareja Daniel).
Dos horas o un día es el mismo trabajo, en las invitaciones había que poner las profesiones, si hablaba en holandés, si era casado, vivía en pareja, si tenían hijos. Estar pendiente de la carpa, el catering, la seguridad, la ambulancia, el aeródromo.
He visto holandeses llorar ese día. Muchos han venido a Tres Arroyos y nunca han vuelto a Holanda. ¡Beatriz es tan carismática! Salió todo bien. Yo adelgacé cinco kilos, tanto detalle… las banderitas, enseñar las canciones holandesas a los chicos.
– ¿Qué cantidad de veces visitaste el Palacio Real en Holanda para una reunión?
– Cuatro. En 1993, 2001, 2006 y 2012, en todos los casos con Beatriz como reina. Las dos primeras veces ella sola, las otras dos estaban también Guillermo Alejandro y Máxima. Este año íbamos a tener otro encuentro, pero hace pocos días me dijeron que se suspendió.
Cuando ella vino el 31 de marzo de 2006, yo tenía reunión el 31 de mayo y siempre el primer día es la visita al Palacio, hay una recepción. Yo entré y me reconoció ¡con la cantidad de gente que verá ella! Me dio mucha emoción.
Voy a Holanda y no pueden creer que vivo en Argentina hace 68 años y no tengo ni acento, hablo muy bien el idioma. Cuando llegué a los seis años, hablaba malayo y holandés. Se pasó rápido la vida.
– En las dedicatorias del libro, escribís “Esta es la historia de mi vida. Con buenos momentos y malos momentos. Pero Dios nunca me abandonó”. Es bueno tener esa certeza
– Dios nunca me abandonó. En Holanda, cuando salió el libro, un señor compró diez y había una fila con 85 personas, todos querían que les escribiera algo; con los nervios, hacer algo distinto para cada uno era difícil, no soy Borges. Decidí poner en todos los casos la misma frase. A mí me gusta poner algo.
Me parece muy lindo. En Holanda me lo hicieron escribir en una pared de una biblioteca, durante una charla.