El 17 de julio de 1920 nacía en Alemania Ernestina Meister. A los siete años, por el trabajo de su padre, vino a Tres Arroyos, lugar que ama, en el que tiene amigos y donde se encuentra la obra paisajística de su papá, el ingeniero botánico, Luis Meister.
Ernestina es alta, refinada, elegante, delgada. Su cabello cano y su acento particular recuerdan a las abuelitas de los cuentos tradicionales.
La pequeña Ernestina se quedó en Alemania al cuidado de su abuela y tíos mientras sus padres emigraban a Argentina para trabajar en una enorme estancia de Entre Ríos. La dueña del establecimiento había contratado al ingeniero botánico para diseñar y cuidar los jardines del lugar. El clima de esa provincia no fue bueno para la salud de la señora Meister lo que obligó a que don Luis buscara “otros horizontes”.
En su país natal, la vida de Ernestina transcurría como la de una niña más, aunque sus padres estuvieran a miles de kilómetros. La pequeña fue a la escuela, hizo hasta segundo grado, momento en el que su familia la fue a buscar para traerla a vivir con ellos a Tres Arroyos. Una vez instalada la familia Meister en la calle Piedras (hoy Sebastián Costa) de nuestra ciudad, la niña comenzó la primaria, en tercer grado de la Escuela N° 1.
Pero no hablaba una palabra en castellano y escribía utilizando la letra gótica. Por ese motivo sus padres la enviaron a una escuela durante los meses de verano, previos al comienzo de clases, para que aprendiera el idioma y a usar la “letra latina”.
A los 21 años se casó y se fue a vivir a otros lugares. Tuvo un hijo y siguió ligada a Tres Arroyos, lugar en el que residió hasta hace siete años cuando se fue al sur con su familia, hijo, nuera y dos nietos.
Ernestina volvió muchas veces a su país de origen con su esposo y luego, cuando su hijo se fue a trabajar y estuvo en Alemania por 20 años, viajaba y vivía medio año en Tres Arroyos y la otra mitad del tiempo en suelo alemán. Escribe y lee a la perfección los dos idiomas y recuerda que “de la puerta hacia adentro de la casa se hablaba alemán y hacia afuera castellano, mis padres lo hacían para que yo no olvidara la lengua materna”, explica.
Con una sonrisa franca, límpida, sonorizada por sus propios recuerdos, Ernestina relata: “Ahora tengo un departamento en Tres Arroyos y vuelvo cada tanto a pasar unos días porque quiero mucho a la ciudad. Me encanta pasar por la plaza y pienso, ¡esto lo hizo mi papá!, eso me alegra mucho. También cuando me llevaron a ver el Parque Miedan me gustó mucho, era una belleza, otro tiempo. Es una suerte que esté tan lindo ahora”.
Un papá, “manos verdes”
Ernestina recuerda con afecto indisimulable a su papá Luis Meister quien fuera 32 años director de Paseos Públicos municipales y cuenta una anécdota que pinta quién fue. “Cuando mi papá trabajó para la intendencia, mi mamá siempre le decía: vos te casaste primero con la municipalidad y luego conmigo”, cuenta detrás de una delicada carcajada. Y agrega: “Ese dicho mi mamá lo tenía de tanto que amaba mi papá a su municipalidad”.
La hija de Luis Meister describe la actividad del ex director de paseos públicos. “Mi papá dibujaba de noche porque decía que era cuando tenía más tranquilidad. Lo hacía sobre la tabla de dibujo que traía a casa todas las noches”. Ernestina no duda de los ideales de su padre, tampoco del amor incondicional que tenía por su trabajo y por esta ciudad. “Recuerdo cuando se remodeló la plaza principal o cuando le robaban las flores que hacía plantar -rosales, petunias, claveles-, se amargaba mucho cuando eso pasaba, lo afectaba muchísimo. Mi papá estaba completamente comprometido con su tarea de día y de noche”.
Pero don Meister tenía una coequiper de lujo, su señora que “lo acompañaba mucho porque ella le dictaba los nombres de las plantas en latín, el trabajo de máquina lo hacía ella cuando se hacían resúmenes, inventarios o la lista de las plantas que se ponían en la diferentes plazas o las que se sacaban. Y todo en latín”.
Ernestina trae a su memoria el gusto de su padre por los jardines, incluso -aunque pequeño- tenía uno en su casa de Pringles al 124, pero al nombrar la dirección acota también con una sonrisa, “la casa estaba cerca de la municipalidad”.
De la obra de su padre Ernestina destaca: “Del Parque Miedan me acuerdo muy bien cuando mi papá hizo la noria -cuando lo proyectó, lo dibujó-. Se sentaba y hacía unos rasgos principales y luego dibujaba. Dejé en la Biblioteca del barrio una copia del plano del Parque Cabañas hecho a mano por mi papá”.
Sin tristeza, pero con nostalgia, al pasar Ernestina dice “algunas veces renegaba con la municipalidad, por las ideas dispares, pero estaba convencido que había que dialogar y llegar a un acuerdo”. Y completa: “Su vida la terminó después de un disgusto muy grande. Tomaba muy en serio sus cosas”.
La visita
Ernestina viaja a Tres Arroyos a visitar a sus amigas, sale a pasear con ellas, incluso tras la charla con LA VOZ DEL PUEBLO su agenda le marcaba un almuerzo. Durante la entrevista mira de vez en cuando el reloj, porque fiel a sus costumbres es muy puntual y no quiere que una demora ofenda a sus anfitriones con una espera innecesaria.
Mientras el propietario del diario hace un café, Ernestina cuenta que se casó con un señor de apellido Bach, igual que Sebastián, el músico -incluso su nieto lleva ese nombre- y que en su casa en el sur, tiene un enorme jardín porque “me gustan muchísimo las plantas, donde vivo tenemos un lindo parque”.
A lo largo de su relato no deja de sonreír y de repetir que, “siempre me encantó está ciudad a la que quiero muchísimo”.
El 17 de julio Ernestina cumplirá 97 años, vivió y fue parte del crecimiento de nuestra ciudad, mientras que su padre fue el que dibujó todas las plazas y parques. Obra que a ella le recuerdan “cuánto amaba mi papá a su municipalidad”.
Ernestina es sin dudas un ejemplo de educación, amabilidad e inteligencia, pero lo más importante es un canto al respeto por la vida y por las raíces.