El sindicalismo se encuentra en un estado de disputa y confusión que no es ajeno, sino por el contrario, se asemeja al que atraviesa el peronismo en su conjunto, con sectores rupturistas y confrontativos que embisten a los más moderados o dialoguistas con el gobierno de Mauricio Macri.
Si en algún momento el triunvirato que conduce la CGT soñó con transformarse en un faro que alumbre la reconfiguración del peronismo hacia un PJ renovado, esa fantasía se hizo añicos con la realidad.
No es la primera vez que hay “ruido” interno en la central obrera. Sí, tal vez sea una de las pocas oportunidades en que la CGT no cuenta con un líder en la conducción.
En el 2004, cuando la CGT que encabezaba Rodolfo Daer dejó de ser oficialista, se designó a un triunvirato integrado por Hugo Moyano, Susana Rueda y José Luis Lingeri. Pero de antemano, se sabía que el líder era Moyano y que poco tiempo le llevaría para quedarse con la conducción de la central obrera de Azopardo 802. Esta vez, ni Héctor Daer, ni Juan Carlos Schmid ni Carlos Acuña llevan la impronta de un líder sindical ni tampoco cuentan con grandes gremios que los sostengan, como Camioneros hizo con Moyano.
De hecho, mientras Dragado y Balizamiento, el gremio de Schmid, es pequeño, al igual que el de trabajadores de estaciones de servicios que maneja Carlos Acuña, el sindicato de Sanidad al que representa Daer, en verdad es manejado por el histórico Carlos West Ocampo. Ninguno de los tres tiene peso específico propio.
Por ello, tanto los incidentes en la marcha del 7 de marzo como la discusión entre Daer y Facundo Moyano en la reunión del consejo directivo de la CGT o el enfrentamiento entre las barras de camioneros y la UOCRA en el acto de Obras por el Día del Trabajador, reflejan ni mas ni menos que la ausencia de un liderazgo.
Ese cuadro animó al propio presidente Mauricio Macri a encabezar el acto por el Día del Trabajador en Ferro, organizado por Gerónimo “Momo” Venegas, en una foto que pareció la presentación del sindicalismo oficialista. Hasta utilizó ese escenario para citar a Perón y anunciar el Plan de Inserción Laboral para los beneficiarios de planes sociales, algo que vienen reclamando algunas agrupaciones sociales como la Corriente Clasista y Combativa (CCC).
El próximo paso sería que Venegas arme una CGT paralela -como lo supo hacer Luis Barrionuevo con la CGT Azul y Blanca en el kirchnerismo- y la historia volverá a repetirse.
Carlos Menem tuvo de aliado a distintos titulares de la CGT como Guerino Andreoni, Naldo Brunelli, Antonio Cassia, Gerardo Martínez y Rodolfo Daer; Fernando de la Rúa a Rodolfo Daer; Néstor Kirchner a Hugo Moyano; y Cristina Fernández a Antonio Cal—.
No obstante, la CGT actual suma un nuevo problema: a la imagen negativa que tiene la sociedad de la central obrera se suma la crítica y el rechazo de las bases, muchas de ellas influidas por el kirchnerismo y la izquierda confrontativos.
La propia CTA de Hugo Yasky -ahora en comunión con la CTA Autónoma de Pablo Micheli-, que no tiene reparo alguno en anunciar medidas de fuerza, en su discurso del 1º de Mayo señaló que para que haya un nuevo paro general debe haber “unidad” antes en el sindicalismo. Sabe las limitaciones que tiene la CGT.
“No encontrar una síntesis en todo esto puede jugar para al oficialismo pero también se hace mas difícil la interlocución”, reflexiónó Schmid en diálogo con DyN, acerca de la supuesta funcionalidad de la división del movimiento obrero -demostrada el 1º de Mayo- para los objetivos del gobierno nacional.
Al igual que en el peronismo, la carencia de líderes -o de líderes que renueven ese espacio político, no un liderazgo de Cristina Fernández-, la falta de jefes sindicales convierte a la CGT en un espacio asambleístico donde cada sector hace su juego. (DYN).