La música de Holocausto 2000 sonaba fuerte, cumbias, pop, y a un costado del escenario, un chico alto, esbelto, casi con el mismo rostro de niño pequeño, aquel que jugaba al fútbol en la cancha del Colegio Holandés, se aprestaba, micrófono en mano, a hacer la locución del acto que estaba por comenzar.
Eugenio Verkuyl subía cada tanto al escenario para conversar con el público y dar algún empujoncito animoso a los músicos que “hacían el aguante”. En medio del bullicio, apareció la mamá del locutor tresarroyense, con su tío y entre el público otras tías se acomodaban, lo habían ido a ver, “nunca me escucharon trabajando, es la primera vez que me ven así”, le confesó a LA VOZ DEL PUEBLO.
Los comienzos
El locutor y periodista llegó a Buenos Aires a los 18 años, estudió un año periodismo deportivo en La Escuela de los Dos Congresos: “Tenía como compañero a Carlos Salvador Bilardo”, cuenta a modo de anécdota. Entre risas confiesa que “tenía algún problema con matemática y contabilidad y al momento de inscribirme eran materias pendientes, por eso no había podido entrar a la Escuela de Locución”. Pero estaba decidido, esa era la carrera que quería abrazar, el sueño de hacer un programa de radio, pasar la música que le gustaba. Tenía mucho por andar para cumplirlo, pero la maquinaria estaba en marcha. Rindió el ingreso del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) y Cosal y se quedó con esta última que le daba la posibilidad de hacer algún trabajo o estudiar otra cosa porque se cursaba de noche.
La motivación
Eugenio cuenta que cuando era adolescente la gente “a veces me confundía por teléfono con mi viejo, aunque él sabe cantar y yo no, además de tener una caja de resonancia más grande que la mía, pero como me decían que tenía buena voz, empecé a probar, por curiosidad”.
El joven periodista y locutor le cuenta a LA VOZ DEL PUEBLO que cuando empezó a escribir sus jefes le decían, “escribís mejor que yo”, lo que no sabía ese señor es que así como la voz la heredó de su papá, sin dudas el arte de las letras, la pasión por la literatura, la trae de la sangre materna.
Así es que lo que tal vez era un designio, empezó a tomar forma el día en que Eugenio conoce a Fernando Catalano al que reconoce como “uno de los culpables” de haberlo influenciado para elegir la profesión y a Coquito Foulkes como “el que me dio la primera oportunidad en una radio que tenía en la avenida Almafuerte”. Un día Fernando lo llevó y le dijo a Coquito: “El quiere hacer un programa”, y así comenzó su relación con los medios. “Me iba pateando hasta la terminal, la avenida era de tierra, volaban espinillos y Coquito me abrió la puerta e hice mucho ahí. Luego trabajé en Master 90, hice coberturas de la Fiesta de la Primavera en Monte Hermoso con notas a bandas”. Eugenio se recuerda “siempre juntándonos con otros locos que empezaban a trabajar en esto, como Jorge Gress o Matías Attem. Alguna vez me tocó reemplazar a Fernando, que hacía de locutor oficial de los actos del Colegio Nacional, muchas veces me dio el lugar para que lo hiciera yo”.
En San Lorenzo
Eugenio admite tener muy mala memoria, por lo que el periodismo deportivo “lo canalicé en los años en que hice la voz del estadio de San Lorenzo, donde aprendí mucho, el equipo ganó muchos títulos y hoy sigo conectado con ellos, es el puntal desde donde empecé, es lo que me dio el conocimiento de lo que hago hoy. Me tocó debutar en la final de la Copa Mercosur. Otra vez reemplacé al que fue durante años la voz de River y de la selección una vez que quien estaba a cargo no pudo hacerlo, hasta salió en Olé que una voz diferente hacía esa locución”.
Pero la historia laboral de Eugenio había comenzado antes, cuando estaba estudiando locución y trabajó en radios chicas de capital y del Gran Buenos Aires. “Durante años hice la locución comercial de transmisiones de fútbol que seguían la campaña de distintos clubes, muchos años con Vélez, también con Almagro en el Nacional B”.
Paralelamente comenzó a hacer eventos: “No soy un tipo divertido, en una fiesta no soy de los que salen a bailar, pero me tocó hacer eso y me lo planteo porque es muy raro”, cuenta riéndose. Luego el trabajo en una radio de Olivos, muy ligada al quehacer político de la zona, fue el puntapié por el que “comencé a relacionarme con locuciones en política, un mundo desconocido, ni yo ni mi familia asistimos nunca a un acto político”, recordó Eugenio. Y continuó: “Mas adelante empecé a trabajar en Tigre para Julio Zamora que es el actual intendente de esa ciudad. Luego de un tiempo pasé a trabajar para Sergio Massa”.
Pero Eugenio es un inquieto, un buscador, un trabajador incansable. Por eso desarrolló el periodismo escrito. “Tenemos con un socio un portal que cubre la Primera Sección Electoral, un periódico quincenal y también una radio. Sigo ejerciendo el periodismo en los tiempos que me quedan libres”, describe.
De “mi pueblo”
Eugenio se casó con Natalia y tienen dos hijos, Milena de 8 y Thiago de 12, viven en Quilmes, por lo que cada día viaja dos horas “arriba del auto, ahí tengo tiempo para escuchar música”.
Mucho trabajo y obligaciones hacen que venga poco a Tres Arroyos. “Muchas veces lo hago por un rato ajustado por tiempos, hasta las vacaciones suelen cortarse por eventos que pueda tener. Tengo un grupo muy chico de amigos en Tres Arroyos que me bancan y me aguantan aunque pasen diez años para vernos”.
Eugenio pone énfasis en contar aquello que aprendió: “Me traje de mi casa a Buenos Aires lo que siempre vi y mamé de mi familia de campo, el esfuerzo. Los medios para los que trabajo son autogestionados, entonces tenemos un equipo de gente que depende de nosotros y todos los días salimos a conseguir el material, las notas, pero también el sustento diario”. De “mi pueblo”, como le gusta decir a Eugenio, se llevó eso que logra mantener, “aunque sea un rato”, la cuota de calma que puede quedar de la ciudad en la que nació. Además, encontró “esa cosa increíble que a pesar de haberme ido hace 20 años, cuando vuelvo llamo la atención, me saludan, cuando se logra sostener lo que aprendiste en el pueblo, sos mejor gente”, dice bien determinado.
El esfuerzo constante es para Eugenio su guía, un faro más alto que el de su querido Claromecó. “Esfuerzo, constancia y trabajar en equipo, tener compromiso por el trabajo, es lo que creo que hace la diferencia en la actualidad”, señala el locutor como parte de su historia personal y profesional.
Eugenio finaliza su locución, el acto va terminando, el micrófono queda apoyado sobre alguna consola, su familia esta allí, disfrutando de la vida profesional de su hijo, sobrino, su amigo. El hombre, el locutor, el padre sonríe emocionado. Tarea cumplida, en el escenario y en la vida.