El año electoral no impide a la Iglesia insistir en su idea de fomentar el diálogo social entre sectores en una Argentina a la que considera crispada, fragmentada, intolerante y dividida en bandos al parecer irreconciliables.
La misión aparenta imposible en medio de disputas de candidaturas y riesgos de “quedarse afuera” del armado electoral para las primarias de agosto, pero la Comisión Episcopal de Pastoral Social no duda en convocar a referentes políticos, sindicales, empresarios y de movimientos populares a la tradicional Semana Social de Mar del Plata.
El encuentro, que se reeditará los días 23, 24 y 25 de junio, parte del concepto de que la amistad social no es una utopía, sino que requiere tener una mirada distinta del otro aunque sean adversarios en las ideas, y de su vinculación con la prédica del papa Francisco por el cuidado de la casa común.
Las invitaciones ya fueron cursadas y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, entre otros, estimaron poder estar en la apertura de la Semana Social. Dos mujeres “fuertes” de Cambiemos a las que el Papa elogió oportunamente por su sensibilidad social.
Stanley, sin embargo, quedó esta semana en el centro de la tormenta por la decisión del gobierno de suspender o dar de baja decena de miles de pensiones por invalidez a personas con discapacidad, medida que la Casa Rosada revirtió tras los cuestionamientos de la Iglesia y el reclamo de distintas organizaciones para que se restituyan.
Dirigentes de las centrales obreras CGT, CTA y 62 Organizaciones, y empresarios de la Unión Industrial Argentina, la Cámara Argentina de la Construcción, CAME y Aacrea, se comprometieron a compartir un panel sobre “La amistad social, el trabajo y la producción”.
Durante los tres días habrá debates sobre la evolución económica, la creciente concentración de la propiedad de la tierra en detrimento de la agricultura familiar, el cuidado del ambiente que se deteriora ante el aumento de los cultivos intensivos, la producción nacional, y la droga presente en todo el entramado social.
Temas enmarcados en la “cultura del encuentro” que propone el Papa en todos los ámbitos de relación de las personas, las comunidades y la sociedad.
La Iglesia pretende, además, que se ratifique el acta firmada hace un año en la Casa Histórica de Tucumán, donde dirigentes de doce partidos políticos y referentes de diversos sectores manifestaron coincidencias básicas sobre cuestiones urgentes de la agenda común, como luchar contra la corrupción y la impunidad, la pobreza y el narcotráfico; generar empleo digno, impulsar la educación integral y cuidar el ambiente.
Compromisos fundamentales que en ambientes eclesiásticos se considera “cayeron en el olvido por las pujas de poder y candidaturas”.
La Iglesia busca concientizar a la dirigencia sobre la necesidad de incorporar la práctica del diálogo para resolver los conflictos sociales emergentes, para que no terminen siempre en protestas o medidas de fuerza que afectan a terceros no involucrados en el problema.
Uno que apeló a esta práctica dialoguista fue el obispo de Orán (Salta), monseñor Gustavo Zanchetta, quien intervino, logró sentar a las partes y consiguió un principio de solución al conflicto de los “trabajadores de frontera” o “bagayeros”, que ingresan desde Bolivia mercaderías para la venta en el país, y que bloquearon la ruta nacional 50 para reclamar la flexibilización de las normas impuestas por el gobierno nacional que limitaban su actividad.
La estrategia de la Iglesia también tiene un objetivo de máxima: fomentar la conformación de espacios para favorecer un diálogo poliédrico, con facetas, a fin de buscar acuerdos y consensuar políticas públicas de mediano y largo plazo, que trasciendan los gobiernos y la inmediatez electoral. Una idea que los actores eclesiásticos vienen intentando desde de 2001 con resultados más bien erráticos.
Todo bajo las siete claves para el diálogo social propuestas por el Papa: el diálogo no es fácil, necesita una base fundamental que es la identidad, exige buscar la “cultura del encuentro”, es para el bien común, no es negociar para sacar “la propia tajada”, la unidad es superior al conflicto, y la base es que todos somos hermanos. (DYN).