“Se trata de no esperar a que otro haga tu trabajo. Te enseña a no esperar a que te regalen las cosas”, dice Andrew Mehrtens, ex apertura de los All Blacks, el extraordinario y admirado seleccionado de rugby neozelandés. Desde los primeros hombres de negro, los denominados “Originales” de 1905, y por más de 100 años, este combinado nacional ha forjado una cultura de vida deportiva que trasciende su país y puede ser utilizado para guiar la propia existencia. Que no te regalen las cosas significa asumir tus compromisos personales y con tu equipo, con responsabilidad y entrega. Saber que lo que importa no es la camiseta, sino la materia de la cual están hechos los hombres que la visten y que, al exhibirla, encarnas un legado, asumiendo parte de una historia que te trasciende. Significa reconocer que tomas la posta de otros y que tenés como misión extender una cultura. “Crece y hecha ramas por los días del mundo”, afirma una frase maorí.
Conviviendo con ellos, entrevistando a ex jugadores, ex entrenadores y todo lo vinculado a su mundo, investigando periodísticamente y disfrutando del juego desplegado por el equipo más exitoso a nivel selección del deporte de la ovalada, James Kerr en “Legado. 15 lecciones sobre liderazgo” (2013), indaga en las claves del éxito de los últimos campeones del mundo del planeta rugby.
Una de las lecciones sustantivas y que nuclea a todas las demás, es la que se refiere al sentido de propósito. Al preguntarnos ¿por qué hacemos las cosas? ¿Qué nos moviliza? ¿Qué nos lleva a sacrificarnos? La respuesta que demos, si es sincera y está basada en un autoconocimiento, conectará con nuestros deseos y convicciones más profundas. “Los cínicos, los que sólo están por dinero, han quedado al descubierto”, escribe Kerr. Se trata de elegir cómo vivir y sobre qué fundamentos construir una vida plena. Descubrir qué huella social queremos dejar y hacer que el impacto de nuestros actos sobre la vida de otros sea el mejor. Para ello, el autor recuerda, entre otros, a James Salk, quien descubrió la vacuna contra la poliomielitis, que nos invita a “Ser un buen ancestro”.
Dejar la camiseta en un lugar mejor, diría John Kirwan, legendario 11 de los hombres de negro. Kirwan, junto con Sean Fitzpatrick, escribió un libro en 1999, preocupado por la ausencia de sentido y liderazgo que visualizaban en los que integraban el mítico seleccionado. Se llamó “El Libro negro” y pueden acceder a su contenido sólo los integrantes del equipo. Es más, cuando hay un integrante que se incorpora, y en un ritual lleno de contenido emocional, el viejo jugador que se retira se lo regala al nuevo que lo va a reemplazar. Como hizo Kirwan, cuando se lo obsequió a una leyenda llamada Jonah Lomu, el wing que tomó su lugar. En el texto, se descubren muchas cosas, por ejemplo, las fotos de todos los seleccionados neozelandeses de ese deporte ordenadas cronológicamente. Un repaso a la historia que tiene como objetivo que los debutantes se conecten con una manera de hacer (con un carácter) y sus rituales. Y se leen, también allí, párrafos salpicados de frases, anécdotas y mitos narrados una y otra vez en forma oral en viajes, vestuarios y comidas, que persuaden a los nuevos, incorporándolos a un lenguaje común. Pero quizá, lo más motivante, sean las páginas en blanco que se agregan al final. Una invitación a hacer tu parte.
Aspecto que explica muy bien Graham Henry, ex entrenador del equipo negro; “tu tarea es cuidar un legado y agregarle algo cuando tengas una oportunidad. El actual equipo de los All Blacks juega por aquellos que usaron la camiseta antes. También juega por los All Blacks que aún no han nacido”.
Kerr dialoga entre el deporte y la vida e invita a que vinculemos ambos juegos. Juegos serios y con reglas, pero que piden algo más, a los que están dispuestos a darlo. ¿Qué nos pueden dar los All Blacks? ¿Por qué pueden ser un espejo para mirarse y aprender? Por muchas razones, pero básicamente porque se adaptan cuando menos lo espera el rival, porque juegan con propósito, porque hacen de su entrenamiento un entorno de aprendizaje, porque se sacan los cabrones de encima (los que no suman, los que juegan sólo para ellos), porque no quieren ser segundos de ellos mismos, porque entrenan para lograr cada uno un 1% más y así activar un efecto multiplicador en el equipo y porque asumen que el éxito es ser parte y resultado de un ethos, de un estilo. Porque finalmente lo que importa es la madera con la cual está hecho el equipo, los cimientos con los que construís tu vida. Luego, lo demás, llega.
Maorí significa “natural” o “normal”, como una forma de distinguir a los humanos de los dioses. Por tal motivo, la humildad es parte intrínseca de esa cultura. Y si bien el mundo All Black no es todo maorí o europeo, porque lo integran también samoanos, fidjianos y jugadores pertenecientes a otras culturas, esa cualidad estructura el eje central de la forma de ser del equipo.
Es fácil comprender entonces porque luego de cada Test Match, alejados ya de las proezas simples que desplegaron con fiereza en el campo de juego minutos antes, los miembros más antiguos de ese formidable seleccionado se disponen a limpiar el vestuario.