Desde el comienzo el movimiento revolucionario de 1810, Belgrano tuvo la honda preocupación del distintivo de la patria. Para él, la escarapela celeste y blanca del 25 de mayo no podía tener la limitada significación de una insignia partidista: la de los españoles americanos en oposición a los españoles europeos. La escarapela había sido y debía ser siempre el emblema de los argentinos.
La inspiración genial de Beruti y French encontró un continuador digno de su grandeza. Gestor insigne de la revolución emancipadora desde los días en que ejerció la Secretaría del Consulado, actor de los sucesos que precedieron a la definición popular y miembro de la Primera Junta, si en ocasiones dudó de la eficacia de tal o cual plan para lograr sus objetivos políticos, en momento alguno renunció al fin principal, que fue el de ver a su tierra libre e independiente de todo poder extranjero.
Sufrió el desaliento en las vísperas gloriosas, pero sus reflexiones le devolvieron más tarde el optimismo, traducido en su audaz empresa de socavar al régimen imperante valiéndose de los recursos de la monarquía, como lo realizó con la publicación del “Correo de Comercio de Buenos Aires”.
Con la fuerza de su voluntad inquebrantable, se unió a Nicolás Rodríguez Peña, Donado, Paso, Alberti, Vieytes, Terrada, Darragueira, Chiclana, Irigoyen y Castelli, en una sociedad secreta. Fue el quien junto a Saavedra, requirió de don Juan José Lezica, alcalde de primer voto que, sin demora alguna se celebrase un cabildo abierto, a fin de que reunido el pueblo en asamblea general, acordase si debía cesar el virrey en el mando, y se erigiese una junta superior de gobierno que mejorase la suerte de la patria. Esa junta fue designada. Apareció una junta de la que yo era vocal –dice Belgrano en su autobiografía-, sin saber cómo ni por dónde, en lo que no tuve poco sentimiento. Pero era preciso corresponder a la confianza del pueblo y me contraje al desempeño de esta obligación, asegurando, como aseguro a la faz del universo, que todas mis ideas cambiaron, y ni una sola concedí a un objeto particular, por más que me interesase: el bien público estaba a todos instantes a mi vista.
Se contrajo al desempeño de todas las obligaciones, impuestas por el destino nacional. Así, se improvisó militar para llevar al Paraguay el fuego revolucionario. Allí, la adversidad reveló un heroísmo. De nuevo, al frente de un ejército, mientras fortificaba el Paraná, que luego habría de ser escenario de la presentación del Libertador en los campos de batalla de América, consiguió del gobierno, el establecimiento de la escarapela.
Cuando el 18 de febrero de 1812, se dio el decreto instituyendo el distintivo de las Provincias Unidas, Manuel Belgrano ganó una de sus más grandes batallas: una batalla moral por la que definió el curso de los acontecimientos hacia la independencia de América, como el mismo la declaró, al dar cuenta del efecto que los colores celeste y blanco habían producido en el espíritu de sus hombres.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, ansiaba romper las cadenas de la esclavitud. Estaba impaciente por hacerlo. Inminente el peligro de un combate con una escuadrilla realista salida de Montevideo, coincidió la idea de dotar de una bandera a la nacionalidad naciente. La bandera –lo sabía bien- era el símbolo de la soberanía. A orillas del Paraná hizo formar las tropas. A las seis y media de la tarde del 27 de febrero, al declarar inauguradas las baterías Libertad e Independencia, en las cercanías de Rosario, hizo enarbolar en ellas, en acto simultáneo, el pabellón argentino.
Juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores –demandó a todos-, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad.
Ese templo, erguido ya en el alma de Belgrano, presentía otra gloria. El 20 de abril de 1818 escribiría a San Martín estas palabras que retratan, por igual, al remitente y al destinatario:
La Nación en masa elevará en el centro de su corazón el monumento de la eterna gratitud que inmortalice al héroe de los Andes…
Ernesto Martinchuk
Autor de “Belgrano: una mente brillante” de acceso libre y gratuito en