Señora directora:
Soy un peatón como tantos, quiero decir que mi radio de acción en nuestra ciudad es bastante limitado, no cuento todo el tiempo con la posibilidad de “dar una vuelta” por fuera de las cuatro avenidas. Aún así, de vez en cuando, una o dos veces por año quizás, tengo la oportunidad de salir con alguna amiga a dar una de esas vueltas, que uno aprovecha para charlar y ver cómo crece el pueblo.
¿Que adónde voy con esta introducción? Pues simplemente a que yo sí he visto esas casillas más que precarias. O sea, no necesitamos quemar litros y litros de combustible, tampoco que un medio periodístico lo fotografíe, para enterarnos de que esos problemas existen. Porque están ahí, a la vista de todos, gritando sin palabras sus carencias.
Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y muchas veces esa ceguera es una elección, es un mirar para el otro lado hasta que algo a alguien hace que la cosa sea visible, guste o no. Entonces llega el momento de empezar a buscar culpables, responsables, y, a veces, hasta se intenta responsabilizar al más indefenso.
Siempre recuerdo esa frase de Eva Perón, que ya he citado también, que dice que donde hay una necesidad, hay un derecho. Pues bien, ¿no será el momento de solucionar el problema? Eso es lo urgente. Lo que no puede esperar, lo que no debió ser “descubierto” recién ahora, siendo que estaba expuesto hace ya mucho. Después será el momento de evaluar la forma de resolver el problema a largo plazo, pero con frío, lluvia, hambre, lo indispensable es solucionar esta coyuntura.
Y, antes de que surjan otras situaciones similares, que no dudo que existen, sería importante que no esperáramos al invierno, nada nos costaría hacer un relevamiento de esas viviendas precarias en verano, o antes de que todo se complique. Curar en salud, dicen algunos, prevención, otros.
Como estamos cerca de las elecciones, es probable que muchos se atropellen para ayudar y sacarse la foto. Recuerden que ya estamos grandes, ya no creemos más en milagros pre eleccionarios, ya sabemos que las escuelas siguen con los techos rotos aunque con hermosas dársenas a la vista de todos, que hay escuelas que se inauguraron hace muy poco con bombos y platillos y ahora se les levantan los pisos. Ya crecimos, espero, y no nos dejaremos embaucar con ningún espejito de colores.
Y a no elegir no ver, porque ojo que no ve, corazón que no siente, ¡no señor! A salir a la calle con los ojos y los oídos bien abiertos para que no se nos escape la realidad.
Fe, lo que se dice fe, no les tenemos, pero esperamos que, aunque sea, tengan un poco de vergüenza.