“Mi sueño es vivir del tango, viajar dando clases por el mundo y ganar un Mundial”. La frase la dice Lucas Bayocco, un joven bailarín platense que repite todos los días un duro entrenamiento: toma clases de inglés para mejorar su diálogo con los turistas, ensaya entre 3 y 5 horas, y corona la jornada con un show nocturno en el escenario del Viejo Almacén, una tradicional tanguería del barrio porteño de San Telmo.
Su pasión por el baile empezó a los 11 años, cuando una compañera del colegio lo invitó a tomar clases con sus abuelos. Hoy tiene 30 y un look rockero que todas las noches esconde debajo de la gomina y los tiradores, para trasladarse a los años 40 agarrado de la mano y la cintura de Sol Menescardi (25), su pareja en la pista y en la vida.
Los nuevos tangueros conservan las tradiciones, pero aseguran que el “dos por cuatro” evolucionó y ellos son parte del cambio. Los bailarines se atreven a jugar y marcar nuevos rumbos, como lo hicieron Hugo Mastrolorenzo y Agustina Vignau con su sorprendente interpretación de “Balada para un loco” que les valió ganar el Mundial de Tango de Buenos Aires 2016. Los músicos agregan tecnología a los clásicos, y los cantantes adaptan sus repertorios.
Voces nuevas
“Soy antiestereotipo, lo del sombrero, el farol, todo eso, no me representa. Y me pasa con el repertorio también. Por lo general me vuelco al tango romántico y trato de no elegir los que usan mucho el lunfardo, porque tampoco representa a mi generación”, aclara Lautaro Mazza, de 24 años. La selección de sus canciones también tiene en cuenta la violencia contra las mujeres, que en los años 40 y 50 protagonizaban muchas letras de artistas de primer nivel: “No me pongo en el lugar de juzgarlos, pero yo no lo puedo cantar. Si hablo de separaciones, por ejemplo, en vez de poner a la mujer en el blanco y tirarle, busco tangos donde el tipo asume su culpa, que son pocos, pero hay obras muy buenas, como Una tarde cualquiera o Fuimos, de Homero Manzi”.
Lautaro empezó a cantar a los 12, después de hacer click en un audio de Carlos Gardel que ofrecía la enciclopedia Encarta y a los 18, se consagró en el Certamen Hugo del Carril. Tres años después, ganó el prestigioso Festival Nacional de Tango de La Falda, Córdoba, y hoy es una de las voces estables de la Orquesta de Tango de la Ciudad de Buenos Aires.
“En el circuito hay más jóvenes de lo que la gente piensa, en las milongas sobre todo”, asegura el cantor, que con su corta edad ya se codeó con los nombres más destacados del circuito. Una de sus últimas actuaciones destacadas fue junto al director Néstor Marconi en la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”.
“Hace siete años empecé a cantar tango”, relata Yamila Figueras (30), una de las voces de la compañía internacional “Tango Legends”, que atrae las miradas envuelta en el terciopelo rojo de su vestido. Dedicó su vida a la música, pero necesitó de su querida profesora Roxana Fontán para despertar la “pasión” por lo arrabalero.
Su sueño es “viajar por el mundo llevando el tango de la mano”, asegura después de haber cautivado a chinos, tailandeses y canadienses en sus propios escenarios. “Sé que vivir del arte es muy difícil, no es algo que haya intentado aún ya que soy profesora de música en escuelas públicas de la ciudad de Ensenada y estoy contenta con la profesión que elegí. Aunque el arte, el canto en sí me llena el alma y es esencial para mí”, asegura en diálogo con DIB.
Músicos digitales
“El tango tiene infinidad de valores nuevos, el problema es que no hay lugar para difundirlo”, dice Marta Rossi, hija del legendario compositor y bandoneonista Ernesto “Tití” Rossi. Como parte de esa renovación, la artista nombra al Contramano Trío, un grupo cordobés que en el último tiempo se convirtió en uno de los más esperados por los paladares negros del género.
Mauricio Martínez (28) en guitarra, Jeremías Cassi (28) en bajo y Rodrigo Della Vedova (25) en piano, se unieron por la admiración a Astor Piazzolla y llevan seis años de presentaciones. “Todavía se relaciona al tango con música para viejos”, lamenta Mauricio, aunque confiesa que “por suerte cada vez más jóvenes se acercan desde el baile”.
Además de su actuación en el trío, Martínez trabaja como copista del reconocido compositor Osvaldo Piro. Su tarea es digitalizar las partituras que el maestro escribe a mano para que su orquesta, de más de 15 músicos. “Los de nuestra generación nos acostumbramos a escribir todas las partituras en la computadora, le das Play y escuchás como suena. Ellos tenían que repartir las partituras entre los músicos, que las estudiaran, y ensayarlo recién para ver cómo sonaba”, explica. (DIB).