Volver de una función de teatro siempre es volver otro… No será lo mismo el después para los actores y todo el grupo de trabajo y tampoco lo será para el público que va a compartir teatro.
Uno vuelve otro después de ser espectador de “Dos mujeres”, de Daulte, obra que dirige Gastón Asserquet, en la que actúan Berta Villanueva (Clara) y Mariana Noel (Alejandra) en Jungla.
La primera impresión la produce el espacio. El público no llega a una sala convencional con escenario a la italiana, sino al living de una casa, primer indicio.
Una casa siempre es un mundo, un universo que se ofrece a la significación entre otras cosas por su ubicación, su arquitectura, su historicidad, la disposición de sus habitaciones, la iluminación, la textura de sus paredes, olores, sonidos, elementos que van ofreciendo material a la lectura.
La puesta de Gastón juega justamente con “eso” que se desprende de los elementos del orden de lo doméstico, que nos remiten al ámbito de lo familiar, lo privado.
Cuando la puerta se abre y entra Clara, allí la cosa toma nuevos significados y nos arrastra, nos ubica en otro territorio, ya no es Jungla, sino la casa de Clara y Alejandra.
En términos formales, la estructura dramática de la obra, es simple, Clara y Alejandra, son dos mujeres que esperan en su casa, a un tipo que no conocen.
Alrededor de la espera, aparecen otros conflictos que se van sucediendo y abren nuevas dimensiones de esa espera en la que los personajes van desenvolviendo su drama, su propio drama.
Estas dos mujeres tejen finamente, meticulosamente, de una manera preciosa y cruel, drástica, la trama en la que vamos quedando atrapados. Uno es tomado por esa red de emociones que se desprende del encuentro con esos cuerpos afectados y va respirando con ellos.
La densidad y la profundidad dramática que en la espera despliegan es de lo que no se vuelve igual -la otredad de- en esta puesta. ¡Claro! todo esto sucede porque desde el comienzo uno entra en la convencionalidad sin dudas, es arrasado por la organicidad en la actuación de estas dos actrices que no dejan fisuras y uno entra de lleno en el campo metafórico que van construyendo.
Dos mujeres que se arrojan a la espera, vulnerables, encerradas en la intemperie de la incertidumbre, nos ponen cara a cara con la soledad, mostrando su doble juego… Su parte creativa, constructiva, pero también su otro lado que aísla, encierra, oprime, ellas son arrojadas a esa perversidad de la circunstancias o ellas mismas lo hacen. Una obra genera resonancias, que convoca a pensarse y te devuelve otro.
Después de la intensidad de lo acontecido, cuando uno logra ya distanciarse y ordena los retazos de lo espectado toman relevancia algunos datos que también construyen la obra: los años de formación de las actrices, sus trayectorias, el vínculo generado con el director, su formación y su trayectoria como teatristas, el trabajo en equipo, el hallazgo de un espacio donde desarrollar la tarea y además presentar la obra, el sostenimiento de un proyecto de manera independiente. Que cuando uno vuelve de participar de estos acontecimientos no vuelve igual. ¿Qué más se puede pedir?
¡Que siga sucediendo!
(*) Actriz y profesora de Teatro