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Estonia siempre estuvo cerca

El aterrizaje en Tallin fue la primera conmoción. A Cristofer lo esperaba su abuela Helve, a la que hacía siete años que no veía, y su abuelo Tõnu, con quien nunca había estado cara a cara. Fue intenso el momento, interminable el abrazo con ambos. Y el aviso que en Estonia lo esperaba un tsunami de emociones profundas. 

“La sensación es muy difícil de definir, es algo muy raro lo que me pasa, es muy fuerte: realmente me siento en casa. No me esperaba que me pasara esto”, confiesa el tresarroyense que está instalado desde hace una semana en la capital estoniana. No se trata de un deslumbramiento por el viaje en sí, en sus 24 años Cristofer ya recorrió buena parte de Europa e incluso estuvo residiendo en Alemania. Esta experiencia va mucho más allá, es 100% corazón, es una cuestión visceral: “Fue descubrir que estoy en un lugar que conozco a pesar de que nunca había estado. Es como volver a casa”. 

 

Madre patria 

Cristofer Rybner es hijo de Daniel y de Signe Ülane. Su mamá nació y vivió en Estonia, país del que se fue en 1991, con 24 años, a pocas semanas de que se levantara la “cortina de hierro” y lograra independizarse de la Unión Soviética tras cinco décadas de opresión. Fueron muchos los estonianos que emigraron en busca de la nueva vida que ofrecía un mundo para ellos hasta ese momento prohibido, y que se sumaron a los que habían logrado escaparse cuando las fronteras todavía eran custodiadas por los rusos. 

Signe recaló en Dinamarca, donde residió un año y conoció a Daniel, que estaba visitando el país de sus abuelos maternos y paternos. Un año más tarde volvieron a la Argentina y tuvieron a Cristofer. Tiempo después llegarían Robin y Lisa para completar la familia. 

Los hermanos se criaron en el campo familiar cerca de Cascallares respirando las costumbres y las culturas estoniana y danesa. Pero lo que potenciaba la penetración de todo lo relacionado con el país báltico eran las vivencias de Signe. “Mi mamá siempre me habló mucho de Estonia. Me contó miles de historias, de cómo fue su infancia, de lo que hacía cuando era chica en el campo, que iba a jugar al bosque, hasta lo que hacía con sus amigos punks. Hemos visto los dibujitos que miran acá y escuchado también la música. Y comida estoniana en mi casa siempre hay”, cuenta Cristofer. 

“Entonces, una vez que llegué acá, todo tenía sentido. Ir al campo donde ella se crió, el bosque donde jugaba… Todos los lugares y las situaciones me generan un montón de sentimientos, todo es emotivo. Tengo a mi mamá todo el tiempo acá. Todo es mi mamá”, explica. 

 

Raíces 

El Ministerio de Educación e Investigación de la República de Estonia y una ONG -cuya denominación en castellano sería “La hermandad de los aventureros”- impulsan un programa llamado “De vuelta a nuestras raíces”. Se trata de una iniciativa que le ofrece la posibilidad de conocer el país o de regresar -en el caso de haber emigrado- a quienes tengan la ciudadanía estoniana por haber nacido o por ser hijos de estonianos (la nacionalidad se hereda automáticamente). 

Es una acción que está muy relacionada con la gran sangría de población que sufrió el país durante la última etapa del régimen soviético y los primeros meses tras su liberación. “Es como que hay dos generaciones que Estonia perdió. Los que se fueron, como mi mamá, y los hijos de ellos, como mi hermana y yo. Entonces, el Gobierno los invita a conocer lo que es Estonia hoy”, explica Cristofer. 

El tresarroyense se enteró de la iniciativa en mayo y no dudó en participar del programa en el que el Estado afronta el financiamiento -paga la estadía y un porcentaje del pasaje- y la ONG se hace cargo de la organización. Podían aplicar estonianos en el extranjero y descendientes que viven fuera del país de entre 18 y 30 años. No fueron sencillos los filtros que tuvo que pasar Cristofer, eran más de 100 los anotados de todo el mundo para cubrir apenas 20 vacantes. Tras superar distintas evaluaciones, en junio le dieron el OK para visitar Estonia desde el 13 al 24 de agosto. 

“Creo que lo que más pesó en la elección que hicieron los organizadores fue el lazo que cada uno tiene con Estonia. El nivel de conexión que uno mantiene y el interés por el país”, dice Cristofer que por estas horas habita una casa con los otros 19 estonianos no residentes y con 10 jóvenes que sí viven ahí. “Sumaron a esos jóvenes porque la intención es que compartamos experiencias con nuestros pares locales. Que veamos qué vida hacen allá”, cuenta. 

Cristofer aprovechó la oportunidad y viajó una semana antes del comienzo del programa para poder visitar a sus abuelos y a su tío, que viven todos en Tallin. “El encuentro, el poder compartir tiempo con ellos fue algo muy gratificante”, indica. 

 

Incentivo 

El programa está orientado a dar un paneo general de lo que es Estonia hoy y también de lo que ofrece en materia de estudios y emprendimientos para los jóvenes que están planificando su futuro. “Además de ir a visitar el parlamento, la casa de gobierno, la Universidad de Tartu -la más importante de acá- , fuimos a ver varias empresas que comenzaron como emprendimientos y se transformaron en firmas muy grandes -Skype, por ejemplo, nació en Tallin-, y también iremos a ver lo que acá llaman laboratorios de emprendimientos, que son como usinas de ideas donde se desarrollan esos emprendimientos”, describe. 

Si bien no está explicitado, está claro que objetivo del programa es incentivar a que estos jóvenes apuesten por un futuro en Estonia. “Creo que a eso apunta el Gobierno. Por eso nos muestran cuáles son las posibilidades de estudio en las universidades o nos cuentan sobre las oportunidades que hay de trabajo”, dice Cristofer, que también está aprovechando el viaje para aprender más el idioma estoniano. “Yo me manejo con el inglés, porque todos hablan perfecto. Pero también estoy progresando con el estoniano, que es el octavo idioma más difícil del mundo. Y mejorar la lengua también es uno de los objetivos del programa”, agrega. 

Si bien Cristofer está conviviendo con hombres y mujeres de todo el mundo, y que hay una mezcla de culturas muy diferentes, en el grupo reina la armonía. “Todos tenemos algo en común: nuestra raíz, ese pedacito estoniano. Y se nota. Eso está súper presente. Creo que todos en nuestros países de origen somos distintos al resto de nuestros compatriotas y acá justamente eso es lo que nos une”, explica desnudando un profundo sentido de pertenencia estoniana.

  

Tecnología 

Al margen de lo emocional, al tresarroyense lo sorprendió el avance tecnológico que hay en Estonia. Con pocos recursos naturales para generar divisas, los estonianos buscaron -y encontraron- en la ciencia y la tecnología la manera de engordar su economía. “Acá todo lo que se puede hacer por computadora, se hace. En las elecciones, la gente vota desde su casa, por ejemplo. Y hay señal 4G de Internet en todos lados, incluso en el medio del bosque”, relata. 

“Hace un par de meses empezó a funcionar una línea de colectivo que es eléctrica y autónoma. No tiene choferes, andan solos”, cuenta para dimensionar el avance tecnológico. 

Este aspecto potencia aún más su deslumbramiento por el país de su mamá. Cristofer está cursando el cuarto año de la carrera de biotecnología en la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata. Al completar el quinto año se recibirá de licenciado en biotecnología y biología molecular y ya con el título su intención es hacer un posgrado en biosensores o nanosensores -nanotecnología-. Se trata de una especialización que sólo se dicta en algunas universidades de Europa, entre ellas, la de Tortu…

“Y sí, me surge una muy buena oportunidad para hacer el posgrado acá. Hoy por hoy me parece una opción muy viable”, dice. “Esa posibilidad hace que este viaje sea más importante todavía para mí”, asegura. 

“Esta experiencia es muy movilizante, las emociones están ahí, a cada momento… Esto me sobrepasó totalmente”, insiste. Y quien sabe que esta excursión tan productiva le tenga preparada una sorpresa más y pueda ir a ver en vivo a JMKE, a Vennaskond o a Singer Vinger, sus tres bandas estonianas de punk preferidas. “En La Plata siempre voy a la facultad escuchando alguna de esas tres bandas”, cuenta. 

Obvio, el gusto por el punk también lo heredó de Signe.

 

“Siempre mostró interés por Estonia”

“El sentimiento que tiene Cristofer por Estonia es el resultado de una búsqueda, pero no de una imposición. El siempre mostró interés y es muy lindo que tenga ese sentido pertenencia”, dice Signe, la mamá de Cristofer. 

Habiendo vivido 24 años en Estonia, para ella era algo natural hablarle permanentemente de su país, de su familia que se quedó allá, de cocinar las recetas estonianas. Y eso fue lo que se le impregnó a su hijo, y también a Lisa, su hija menor. De todos modos, aclara que también eligió no presionar con el tema del idioma. “Cuando era chico, a Cristofer le hablábamos en estoniano, en danés y en castellano. Hasta que eso lo dejamos de hacer para facilitarle las cosas. Es una pena, es cierto, porque después te lo reclaman, es más el mismo dice mamá qué lástima que no nos hablaste más en estoniano”. 

Al margen de no haber insistido con el idioma, en el resto de los aspectos si fue constante. “Yo no vine de niña, sino que me fui con 24 años, me crié y viví allá, entonces todo lo que les contaba o lo que hacía, era lo que había hecho en Estonia. Era inevitable”, explica. 

“Me pone muy feliz que se le haya dado esta oportunidad de viajar, porque había que cumplir varios pasos para llegar a eso. Y los superó”, dice. “Está entusiasmadísimo con haber encontrado su nuevo país”, agrega. 

Respecto al futuro y a la posibilidad de que Cristofer emigre a Estonia para realizar un posgrado en nanotecnología, Signe expresa: “Esa especialización la tiene que hacer en Europa, porque en Argentina no está. Y como ciudadano estoniano tiene todas las posibilidades para estudiar allá”.

  

Le abrieron las puertas 

Daniel, el papá de Cristofer, también muestra su satisfacción por la experiencia que está viviendo su hijo. “Yo me siento muy contento y orgulloso por lo que está viviendo. Siento que el Estado estoniano está haciendo lo que tiene que hacer, abriéndole una puerta, que sí el lo desea la podrá cruzar”, dice. 

“Esta experiencia le amplía el horizonte y eso me hace feliz, y me da seguridad. Cristofer es argentino y a la Argentina se debe, pero tener contactos por el mundo es importante para poder resolver su futuro”, analiza. 

Por último, destaca el trato que recibe por parte del gobierno estoniano: “Uno se siente bien cuando te tienen en cuenta y no te obligan a nada. Estonia le está ofreciendo algo sin pedirle nada a cambio. El decidirá si lo toma o no”.

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