Otro de los destinos posibles (y habituales) es “el juego de la sexualidad limitado a un combate, la erotización de la pelea”. En este caso, la forma en que se va atraída la pareja es peleándose. Pelea más o menos ruidosa o silenciosa, enfrentamiento y combate permanente.
Aparece como un componente constante del discurso, la crítica de ese otro, la “demostración” de su maldad, inhabilidad o crueldad… al estilo de un enamoramiento en el que sólo se puede hablar del amado, sólo que en este caso, para criticarlo y mostrar lo imposible que es vivir con esa persona.
Es decir que el valor de ese objeto se mantiene inalterable como elemento central en la vida del sujeto, al igual que fue allá cuando el enamoramiento inicial, pero ha mutado su valencia, de objeto amado, valorado, idealizado, a objeto odiable, desvalorizado, perseguidor, malvado.
Esta relación es frecuente ver en las parejas separadas, donde el vinculo erótico se mantiene bajo la forma del odio; en este caso se produce en la pareja que continua viviendo junta. Juntados, pegados por ese combate sin fin…
Sin fin en cuanto combate y sin fin en cuanto descarga de la tensión erótica. Una pregunta entonces es, ¿qué paso que el vínculo erótico se mantuvo, pero quedó prohibido el placer de los cuerpos, ocupando su lugar el goce mortífero del odio?¿ Es goce mortífero que busca la destrucción del otro, o es forma de control del propio deseo sexual genital, que produce espanto? ¿Al sujeto (o a los sujetos) les resulta necesario defenderse de su deseo sexual genital, más que de su odio? ¿Qué lugar ocupa ese otro en la propia economía psíquica que es necesario que “esté ahí” para hacerlo blanco de los ataques?
Esta erotización de la pelea, puede ser modalidad estable de “esa configuracion vincular”, de ambos sujetos o de solo uno de ellos.
Si la pareja persiste unida en esta modalidad, podría ser porque ambos integrantes han erotizado la pelea o porque uno de ellos retiene prisionero al otro. Sólo se puede ver cuando la pareja se rompe, si ambos reconstruyen vinculos con las mismas caracteristicas, sólo uno de ellos o ninguno.
El analista vincular sólo tendrá un espacio de trabajo, cuando el funcionamiento de erotización de la pelea, sea consecuencia de la estructura vincular o de la modalidad libidinal de ambos integrantes.
Cuando uno de ellos es prisionero del otro, el victimario difícilmente concurrirá a una sesión de análisis vincular, siendo el trabajo individual sobre la víctima el que puede ser de utilidad.
Estas situaciones presentan una gran complejidad que atraviesa desde las constituciones de los aparatos psíquicos singulares, pasando por la constitución inconsciente vincular hasta las estructuras legales en que estamos inmersos los sujetos. Es decir desde el consultorio del analista hasta la interdisciplinariedad psicolegal.
(*) El autor es licenciado en psicología (UNMDP). Matricula provincial 40238. Analista vincular (AAPPG)