Miguel Ángel Ardanáz Gelderman se comunicó con LA VOZ DEL PUEBLO para dar a conocer su experiencia respecto al alojamiento de ancianos en estado de vulnerabilidad, principalmente por los pseudo geriátricos regenteados por Carla Barroca y Marta Perotti.
El vecino reside en el sur del país y por muchos años estuvo cuidando a su tía, tratando que viva lo mejor posible. Ardanáz manifestaba ya en febrero de 2012 que estuvo tramitando personalmente ante Defensoría de Incapaces y el Juzgado de Familia “la necesidad de una tutoría, dado que las distancias me impiden hacerlo personalmente hace ya 90 días, aun no hay respuestas”, en la misma nota explicaba el estado de abandono familiar por parte de los vínculos directos de Mirta y la responsabilidad que sentía con ella, a pesar de vivir a miles de kilómetros.
Sin embargo su lucha no tuvo éxito. Recorrió pasillos del municipio, del Concejo Deliberante, de la Secretaría de Desarrollo Social y de las salitas barriales.
“Recién hable con ella por teléfono, me dice que estuvo toda la semana descompuesta, con vómitos, sin atención médica y la señora de la pensión ‘no puede disponer de su tiempo para cada uno de los alojados’, así le dijo”, recordó Ardanáz.
Escribió cartas a los políticos, al intendente Carlos Sánchez y a todo el que podía ayudarlo para que ante su ausencia, Mirta Gelderman -su tía- viviera dignamente. En una de las cartas enviadas al Concejo Deliberante Miguel escribía: “Mirta Gelderman es jubilada de Pami, discapacitada y está alojada en una pensión de la calle Mar del Plata 15. Contaba que su tía “comenzó a estar dura y no se le entendía. En ese estado casi inmóvil, Mirta fue llevada dos veces al banco Nación, (en mi visita me tomé el trabajo de verificarlo) y lo concreto es que se cobró por parte de la señora a cargo de la pensión, el aporte mensual. Y hay otra extracción por $ 2.561.- que nadie puede explicar. La propietaria del lugar la acompaña cada día que corresponde cobrar”, explicaba Miguel en 2012.
Y en esa misma nota continuaba diciendo que su familiar no estaba recibiendo “el trato que merece conforme a su estado, como los controles médicos, una alimentación adecuada. Recién hable con ella por teléfono, me dice que estuvo toda la semana descompuesta, con vómitos, sin atención médica y la señora de la pensión ‘no puede disponer de su tiempo para cada uno de los alojados’, así le dijo”.
Propuestas
Hace seis años, en sus cartas, Ardanaz hacía propuestas al Estado y a los concejales. “Hay que reglamentar y ordenar el funcionamiento de pensiones e internados. Les pido que consideren implementar una Secretaría de la Tercera Edad y Discapacidad que focalice en todas estas cuestiones, en el turismo y recreación, en el acceso a la salud, la alimentación, la vivienda, la posibilidad de transporte, la Conadis dispone de fondos para vehículos y muchos programas, que no se usan”.
El hombre volvió a enviar en 2014 otras notas a las autoridades de salud y del gobierno. Mencionaba que en “la Municipalidad de San Cayetano, tendría una ordenanzas sobre la normativa de funcionalidad de trato físico y personal sobre los ancianos en geriátricos o pensiones”.
Se preguntaba además ¿quién controla la alimentación, la salud, la higiene, el modo de vivir en que se encuentran discapacitados y mayores, limitados en sus posibilidades y movimientos?.
Afirmó que en “Acción Social no se ocupan de nadie, Aramberri pagaba por casa y comida, y en ese lugar donde yo estaba era deplorable. Había mujeres menores de edad con niños. Viví en la misma habitación con una mujer con problemas de salud mental”.
Incluso llegó a expresar que sentía “vergüenza ajena, al saber que la mayoría ni siquiera estaban vacunados contra la gripe y la neumonía”.
Premonitoriamente planteó cuatro años atrás si se necesitaba “un geriátrico o pensión en llamas o con difusión en los medios, para que reciban el trato que les corresponde”
El último jueves, Miguel ángel Ardanaz Gelderman escribió a LA VOZ DEL PUEBLO que su tía “estuvo internada con Marta Perotti en la calle Rauch 863, la trasladaron a lo de Carla Barroca en Mar del Plata 15, debido a que se encontraba con José Beica (ex esposo, discapacitado y maltratador)”.
Recordó que en una de sus visitas se encontró con que había “tres camas por piezas pequeñas, comían solo fideos, pero su propietaria, Marta Perotti ante los reclamos dijo ‘tener contactos en el municipio'”.
En esa misma nota señala que “Carla (Barroca) de la calle Mar del Plata, inicialmente la trató bien, luego terminó internada por falta de atención. Había bajado mucho peso y ya requería cuidado personal. Terminó internada en el hospital con muchos kilos menos”.
Descuidada
Mirta falleció en diciembre de 2016, sin que su sobrino Miguel Ángel lograra que le respondieran a sus cartas ni el intendente ni los legisladores entrevistados. Sólo alguna nota de María Marta Naveyra (UCR) quien trató el tema en la Comisión de Familia.
Mirta quería vivir en Tres Arroyos, no se quería ir a Neuquén, ni a Bariloche, tampoco a Dorrego, lugar en el que le ofrecieron alojamiento. Quería vivir y morir en su ciudad y así fue.
Sin cobertura, ni atención, sólo pudo tener aquello que su sobrino le pudo gestionar.
Otro “geriátrico”
Adara Schellemberg llegó de Buenos Aires buscando la tranquilidad y apacibilidad de la localidad de Reta. Trabajaba en capital como chef en un importante hotel.
Una situación personal la obligó a emigrar a Tres Arroyos y para evitar que duerma en una plaza o en la calle -como literalmente le tocó hacer alguna vez- porque no tenía trabajo, recurrió a Desarrollo Social y de allí la enviaron a vivir a una pensión de la calle Lucio V. López al 200.
La mujer relató a este diario una experiencia traumática en esa pensión en la que permaneció tres meses. “Casi no dormí, fueron 95 días sin descansar bien, no se podía vivir ahí”, dijo.
La mujer contó una mala experiencia con la Secretaría de Desarrollo Social mientras era conducida en la gestión anterior. Afirmó que en “Acción Social si no se ocupan de nadie, Aramberri pagaba por casa y comida, y en ese lugar donde yo estaba era deplorable. Había mujeres menores de edad con niños. Viví en la misma habitación con una mujer con problemas de salud mental. A pesar de que pagaban pensión con comida le tiraban una bolsa de arroz y que se arreglen”, recordó.
Decidió dejar el lugar cuando consiguió trabajo, no sin antes haber pasado por situaciones en las que a pesar de empeñarse en cocinar para vender sus productos, no podía hacerlo porque sufría robos tanto de las materias primas, como de los alimentos, por parte de algún compañero de la pensión en la que residía.