El venirse a Tres Arroyos lo marca con algo muy significativo, dice Luciano. “Yo tengo una anécdota, porque cada vez que veníamos o íbamos para la capital yo decía cuando pasábamos por la EATA ´ahí dejamos la escuela de los chicos´. Yo soy porteño de nacimiento pero siempre le tuve un poquito de desconfianza. A medida que pasaba el tiempo me daba cuenta que todo allá me molestaba más, el tránsito, la gente apurada, el desconocerse el uno al otro y ahí empezamos a madurarlo. Buenos Aires es muy lindo desde los 18 a los 30 años, es maravilloso, tenés todo pero para criar los hijos se vuelve una ciudad compleja. Perdés mucho tiempo, el tiempo es vital, el moverte de un lugar a otro. Y sin pensarlo mucho a fines de 2016 resolvimos venirnos”.
Cómo es este cambio para la pareja, porque están los chicos con su nueva vida pero en paralelo están ustedes… “Y sí es cierto -dice Leticia- es raro, nosotros teníamos un grupo de amigos allá de los que nos alejamos y sólo nos reencontramos en hechos puntuales. Acá estamos empezando a armar un nuevo grupo de amigos, la escuela de los chicos nos está ayudando mucho. Pero también nuestra vida es rara porque Luciano está o todo el tiempo en casa o todo el tiempo afuera, quince días acá y quince o menos en Buenos Aires. Es como que estamos adaptándonos a esto, es difícil, pero la vamos manejando”.
Para Luciano en tanto “hay dos cosas para destacar, por un lado que acá tenemos a Marta –la mamá de Leticia- que es una genia que nos soluciona un montón de cosas como el tener con quien se queden los chicos, como para tener un espacio la pareja para salir a tomar algo, pero por otro lado nuestro grupo de amigos quedó allá. Recién, ahora estamos saliendo con otra pareja de amigos que hicimos a través de la escuela de los chicos pero también cuesta eso…”.
“Nosotros hace sólo un año que estamos acá, Tres Arroyos es una ciudad complicada para establecer vínculos o te aman o te destratan. Acá –dice Leticia por Luciano- en su trabajo por ejemplo el tema es ponerse de moda”.