Por el comodoro (R) VGM Carlos “Napoleón” Martínez (*)
(Gentileza de Luis Satini)
Quienes nos formamos en la Fuerza Aérea Argentina, no ingresamos y aprendimos la profesión militar por el placer de la búsqueda de intervenir en un conflicto armado; lo hicimos con el fin de capacitarnos para defender la paz de nuestros habitantes y el patrimonio nacional. Vestimos con orgullo el uniforme, para servir a la patria… Y no para servirnos de ella.
Nuestra participación en el conflicto de Malvinas no fue para buscar reconocimientos, obtener glorias u honores personales. Tampoco arriesgamos nuestras vidas con miras al progreso profesional individual. Nuestra motivación era el cumplimiento del deber, respondiendo al llamado de defensa del territorio nacional y sus habitantes, así debiéramos dar a cambio el bien más preciado de todo hombre: la vida.
Y así lo hizo el primer teniente Héctor Ricardo Volponi, quien operó desde el Escuadrón Aeromóvil de aviones Mirage V Dagger, con asiento la Base Aérea Río Grande en Tierra del Fuego.
Lo recuerdo estando a mi mando, yo como jefe de Escuadrón y él como teniente recién iniciado en la actividad aérea de Mirage de la Fuerza Aérea Argentina.
Como olvidar las largas noches sin dormir, las interminables horas de espera, sabiendo cada vez más cercano el momento del llamado para salir en combate.
Permanece latente la soledad en la cabina de nuestro avión durante el vuelo frente a nuestro enemigo, la expresión de los mecánicos y armeros, y de nuestros compañeros, al comprender que alguno de nosotros… ya no regresaría.
Imposible no tener presente el momento del último abrazo silencioso, con los compañeros designados en una misión de combate al partir rumbo a los aviones. La dolorosa despedida a un amigo que tal vez no volveríamos a ver jamás.
Seguimos volando una y otra vez contra la flota inglesa, en apoyo a nuestros soldados que combatían en las islas
No escapa a mi memoria, el hábito de cambiar de lugar en la mesa durante las comidas; remedio insuficiente y producto de la necesidad de disfrazar la ausencia de aquellos que ya no estaban entre nosotros.
Muchos no habrían de volver luego de la batalla… Pero sin embargo, y como todos los días, con el espíritu partido entre la pérdida y el coraje… marcados por el temor a sufrir la misma suerte, marchábamos nuevamente al cumplimiento de nuestra tarea diaria, con la frente en alto y confiados en la protección de Dios nuestro Señor.
Enfrentar a nuestro adversario no fue tarea fácil; tuvimos que pasar por una dura formación y salir al combate con nada más que los medios disponibles.
Nuestras mejores herramientas fueron: el entrenamiento que teníamos en ese momento, el espíritu de equipo de los escuadrones, la templanza individual de sus pilotos y el personal de mantenimiento de nuestros aviones.
Gracias al sentimiento de camaradería superamos nuestros temores y miramos a los ojos a la muerte para salir a enfrentarla con coraje e ingenio, dejando atrás cualquier deficiencia tecnológica y la terrible capacidad bélica desplegada por el enemigo.
No dimos, ni pedimos tregua… El enemigo aprendió a respetarnos, y demostramos, en nombre de nuestro país, lo que un argentino es capaz de hacer por una causa justa… Superamos todas las adversidades jamás imaginadas por cualquier piloto de combate.
Donde presagiaban la imposibilidad del cumplimiento de la misión, seguimos volando una y otra vez contra la flota inglesa, en apoyo a nuestros soldados que combatían en las islas.
Aún conservo imágenes duras de la guerra, pero no tengo ninguna duda que a medida que pasa el tiempo, sea por mayor sensibilidad, mayor emotividad o mayor vulnerabilidad en cada uno de nosotros, van evolucionando todos estos recuerdos en el inconsciente, y creo que poco a poco se va dimensionando, y a través del tiempo, se le va dando un valor más importante.
El día 1º de mayo, significa un hecho importantísimo para la gesta de Malvinas, en donde el brazo armado de la Fuerza Aérea pudo neutralizar la recuperación aparentemente fácil que pensaban hacer los ingleses, dado que era un día feriado, un día donde pensaban que los latinos estábamos todos distendidos, o que a lo mejor estábamos excedidos en alcohol o que estábamos en otra cosa.
Ese día la Fuerza Aérea totalmente en alerta, alistada, con su máxima capacidad, y a pesar de las malas condiciones meteorológicas para operar en el continente nuestros aviones, salió a realizar su trabajo aunque los ingleses sabían perfectamente que ello sería imposible.
No obstante, la Fuerza Aérea Argentina, con máxima decisión participó, y allí mi escuadrón, pudo incursionar con 8 aviones, en vuelos de 2 aviones, en donde Ricardo Volponi acompañando a Carlos “Talo” Moreno tuvieron un cruce con aviones Harrier, con lanzamiento de misiles por parte de los ingleses pero sin ningún resultado positivo para ellos.
Volponi tuvo la sagacidad y la rapidez necesaria para avisarle al Capitán Moreno sobre el misil, al solo grito “Misilazo Talo”, algo que quedará grabado en las páginas de la verdadera historia.
Después el “Lince” Volponi, cumplió una misión conmigo donde fue derribado, eso fue el 23 de mayo y aunque no queda la presencia física de Ricardo, si queda el rastro de lo que él ha hecho y el empuje que puso en su vocación de ser piloto de combate y en el amor a la patria.
Creo que eso es lo más importante, es un modelo, un ejemplo, ya que supo sacrificar su vida en aras de un ideal, incluso en el máximo de las situaciones límites.
Nosotros, el escuadrón donde volaba el querido “Volpi”, operaba desde Río Grande, recuerdo que el 1º de mayo nos tocó operar como caza interceptor, y es por eso que tuvimos relativamente suerte, porque los ingleses pensaban que eran aviones Mirage III que tienen radar de a bordo y misiles electromagnéticos e infrarrojos para onda calóricas, con lo cual ellos tenían cierta precaución, sin embargo volábamos Mirage V, que eran caza bombarderos y ese día fueron utilizados como caza interceptor por producto de la situación y no teníamos radar de a bordo, simplemente teníamos 2 misiles Shafir obsoletos que debíamos lanzarlos de cola para que se prendan a la ola calórica del chorro del avión enemigo, por lo tanto nuestras posibilidades eran muchos menores.
Héctor Ricardo Volponi (tercero desde la izquierda), junto a Juan Domingo Bernardht, Carlos Moreno, Martín Rolando (también tresarroyense), Miguela Alguacil, Pedro Bean, Raúl Díaz y Ricardo Robles
A pesar de eso, de las diferencias tecnológicas, hubo una gran voluntad de operar.
Yo era el jefe de Sección de Volponi, iba delante de él, de todas formas lo importante de ese 1º de mayo donde participó Ricardo Volponi, y también tuve la suerte de participar yo, no juntos ese día, pero tuvimos la gran satisfacción de ver que los ingleses, que creían que iban a recuperar en pocas horas las Islas Malvinas, tuvieron que replegarse muy lejos del radio de acción de nuestra Fuerza Aérea en dirección al África.
Yo era el jefe de Sección de Volponi, iba delante de él, de todas formas lo importante de ese 1º de mayo donde participó Ricardo Volponi, y también tuve la suerte de participar yo, no juntos ese día, pero tuvimos la gran satisfacción de ver que los ingleses, que creían que iban a recuperar en pocas horas las Islas Malvinas, tuvieron que replegarse muy lejos del radio de acción de nuestra Fuerza Aérea en dirección al África.
Una vez allí la Task Force decidió pedir refuerzos importantes a Inglaterra de aviones Harrier, helicópteros, un montón de buques más y apoyo logístico mayor, dado que ahí se dieron cuenta habían subestimado la capacidad de la Fuerza Aérea Argentina y de la formación del hombre que la integra.
Le costó reacomodarse, demoraron más de 20 días en recibir todo ese apoyo, replanificar y reiniciar la operación de recuperación de las islas Malvinas a partir del desembarco a la bahía San Carlos el día 20.
La Fuerza Aérea Argentina supo superar la teoría, la que indicaba la imposibilidad de atacar una fuerza integrante de la OTAN, con la última tecnología, en un ambiente meteorológico adverso, con una situación operacional muy desfavorable debido a las grandes distancias de las bases aéreas a los lugares de ataque, siempre sobre el mar, compensando la relativamente muy baja tecnología propia, y así todo lo pudimos hacer…
¿Por qué? Por el coraje, por la fortaleza, con firme voluntad, con profesionalismo y con una sólida convicción de todos los pilotos. De ese temple era Héctor Ricardo Volponi, el “hijo” de Tres Arroyos.
Esto que yo expreso -y eso fue lo más valioso que debemos rescatar los argentinos- fue reconocido en todo el mundo y muy especialmente por los conductores británicos de esta guerra, utilizando simplemente tácticas muy sencillas y no previstas para obtener los mejores resultados en un enfrentamiento tan desigual, y donde quedó demostrado que la teoría pudo ser vulnerada, a tal punto que después de la guerra debieron en todas las flotas importantes del mundo hacer grandes inversiones de dinero para modificar todo el sistema defensivo.
Con el tiempo se va a destacar cada vez más los hombres, que como Ricardo Volponi demostraron gran coraje, valentía y dispuestos a todo, en aras de sus ideales de la patria, de la sociedad y de su querida Fuerza Aérea.
Carlos “Napoleón” Martínez
(*) En este espacio se publica gran parte de la nota. El escrito completo se puede apreciar en nuestro sitio de Internet y próximamente también se incluirá en la página web 3040100