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Un taller que no se oxida

Rubén Omar Goicoechea arrancó en el tratamiento de metales de la mano de Daniel Rubio, el propietario de la broncería Casa Rubio, allá por 2000. Eran momentos difíciles para el país y también para él, que acababa de fundirse como productor agropecuario. “Yo tenía 45 años y necesitaba hacer fuerza para levantarme de la cama”, resume con ironía para describir cómo se sentía. 

Pero la oportunidad que se le presentó hizo que su vida pegara un vuelco de 180 grados.
“Había un tallercito de galvanizado dentro de la ciudad, que tenía un solo empleado. Al dueño le dio un infarto entonces lo alquilaba. Y nosotros se lo alquilamos”, recuerda.
“Daniel estaba con el tema de las placas del cementerio, que las tenía que cromar, entonces arrancamos con eso y con el galvanizado”, agrega. 

La firma la iniciaron Rubén Goicoechea (foto) y Daniel Rubio, sociedad que se disolvió hace tres años quedándose el primero con la empresa

Desde ya que los primeros tiempos no fueron fáciles. La dupla caminó y caminó buscando trabajo y también capacitándose en el oficio. Así se fueron armando de una interesante clientela. Y a 18 años de aquel arranque, “Mayo”, tal como todos los conocen a Goicoechea, afirma satisfecho: “Hoy en día estamos haciendo 70.000 kilos de galvanizado por mes. Que es mucho”. 
Claro que en estas casi dos décadas pasaron muchas cosas. Entre ellas, la mudanza al Parque Industrial en 2004 –“hasta los árboles puse yo, hicimos todo nosotros”-, y también la disolución de la sociedad. Hace tres años, Mayo le compró la parte a Rubio, y se quedó con el trabajo de la planta, mientras que Daniel siguió con su labor en la broncería. 
Si bien el taller es de tratamientos de metales en general, el fuerte en estos tiempos es el galvanizado, “el tratamiento que se da para evitar el óxido”, indica.
“Sigo haciendo lo de las placas de cementerio para Rubio, pero el trabajo más importante es el galvanizado, que lo hacemos para la zona y llegamos a Bahía Blanca, Olavarría y Necochea”, explica. 
Mayo hoy tiene siete empleados y el taller funciona en dos turnos: de 6 a 14 y de 14 a 22. “Trabajo tenemos, en eso no me puedo quejar”, asegura.
En el tema que sí ensaya una queja es en el aumento del costo de la electricidad, que le pega de lleno en lo que es el cromado, servicio que a raíz del incremento no lo está brindando.
“Hace un año pagaba 4500 pesos de gas por mes, hoy estoy entre 20.000 y 22.000. Y ahora se viene otro aumento. Entonces, yo para cromar un paragolpes por ejemplo que tenía un cromado viejo, que hay que limpiar primero, tengo que cobrar muy caro. Y para evitar problemas y que me diga que les estoy ‘arrancando la cabeza’, prefiero no hacerlo”, explica.
“Lo único que hago son las placas del cementerio, que se hacen una vez por semana, y así estimo que voy a bajar el consumo de gas a unos 8000 pesos”, agrega. 
El otro aspecto que le insume sus costos es el tratamiento del agua que utiliza para el galvanizado. “Yo cumplo con todo lo que me van pidiendo, y eso también es una inversión. Pero me parece bien que te exijan”, aclara. 

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