Doce años después, Donato Callá volverá a ser candidato a intendente. Tal como en 2007, encabezará la lista en el ámbito local del Partido Socialista Auténtico.
Por ahora, guarda celosamente nombres de algunos vecinos que van a integrar la nómina de candidatos a concejales y consejeros escolares. “Sí sabemos que cada uno de nosotros tiene sus antecedentes, que nos avalan. Más allá de los avales formales que tenemos que presentar”, señala.
En términos generales, hablando de todas las listas, plantea: “Quisiera que cada uno presente su currículum para que la gente sepa a quien va a votar. Basta decir que uno está en la política para que consideren que es un mentiroso. Y no es así”.
En la redacción de La Voz del Pueblo y más allá de esta introducción sobre la política local, tuvo lugar un diálogo sobre su vida, las experiencias familiares y el trabajo. Un acercamiento al perfil más personal.
-Nació en Italia
– Así es. En Episcopia, provincia de Potenza, el 8 de marzo de 1946.
-¿Cuándo llegó con su familia al país?
-El 13 de marzo de 1954, un día de sol. En el barco “Augustus”. Cumplí ocho años en altamar. Después volví a viajar en el mismo barco. En 1970 me fui en el barco “Julio César” y regresé tres años más tarde en el “Augustus”.
He tenido mucha suerte en la vida. Hubo tiempos difíciles. Con cinco años pastoreaba en la campiña, acompañaba a mis hermanos. Eramos muy pequeños, había que hacerlo.
He tenido mucha suerte en la vida. Hubo tiempos difíciles. Con cinco años pastoreaba en la campiña, acompañaba a mis hermanos. Eramos muy pequeños, había que hacerlo.
-¿Viajaron todos juntos hacia la Argentina?
-Primero había venido mi papá a abrir camino. Hacía cuatro años que estaba acá. Se llamaba Antonio Teovaldo. En realidad, entre la guerra que se pasó y la soledad que tuvo acá… Era el último de su familia, varón y malcriado, se había vuelto bastante vago. No es una crítica despectiva, pero estaba a punto de formar otra familia. Un hombre mucho tiempo solo con 35 años, no puede estar. Siempre fue medio Don Juan o Casanova, después trabajamos todos con él, pero no vivía con nosotros. Mi madre María Rosa Padula, pobrecita, sufrió muchísimo.
-¿Cuántos hermanos eran?
-Cinco. Yo era el cuarto. El más chico falleció en 1965 de leucemia, tenía 16 años. Han fallecido el menor y el mayor.
-Comenzó a residir en Argentina cuando tenía ocho años ¿Cómo fue esa etapa?
-Hice el Primario. Fue caddie de golf, juntaba bosta, hacía de todo, lo que surgiera. Lo que importaba era conseguir una moneda. Cuando fui cadete de farmacia me querían mucho, podría entrar a trabajar en cualquiera y todos me valoraban. Pennini me ofreció trabajar en Torvic, mi hermano mayor me había contagiado el interés por la fotografía y era un lugar que me permitía trabajar en esa disciplina; me sentí muy buen ahí, aprendí algo o lo poco que sabía.
Luego estuvo un año en La Voz del Pueblo, en el período 1969-1970. Se empezó a hacer el diario con fotografías, lo vi y me emocionó, me enloqueció.
-En 1970 volvió a Europa
-Cuando nos vinimos de Italia, mi padre la había llamado bastante antes a mi madre. Pero nosotros vivíamos en la casa de mi abuela paterna. No quería estar con nadie que no fuera mi madre, le dijo que si ella se iba no le quedaba otra que suicidarse. La abuela falleció en 1953, mi madre se había ido a la quinta y mi tía la tenía que cuidar, pero también justo estaba en la quinta, entonces murió en mis manos. Yo tenía siete años, la dejé arriba de la cama y salí corriendo a avisar lo que había pasado.
Concurrieron todos los parientes a despedirla. Hubo una discusión de familia que no fue tan grave, pero a mí me había lastimado. Fui a decirles a mis familiares, años más tarde, que habíamos vivimos situaciones muy penosas y reyertas, que no hacía falta, debíamos tener una hermandad más que nada. Pasé unos días muy hermosos.
De ahí me fui a Alemania. Estuve prácticamente tres años.
-Habló de situaciones penosas ¿Fue muy dura la vida en sus primeros años?
-En Italia sembrábamos, cosechábamos, pero no alcanzaba. En definitiva, éramos todos desnutridos. Uno ve las fotos de aquel momento y se da cuenta. Ni mis parientes ni nosotros merecíamos vivir así, con necesidades tan fuertes.
-¿En qué año se casó?
-En 1974. A mi señora, Adela, la llamo la biblioteca. Lee y sabe de todo. He tenido mucha suerte. Tuvimos cinco hijos. Yo había programado la familia.
-El Secundario lo cursó de grande
-Egresé en 1979. Un amigo me llevó a conocer el Vaticano, cuando llegamos frente a La Piedad, me empezó a hablar de las esculturas y de Miguel Angel y yo no sabía nada. Me sentí tan ignorante, tan mal y ofendido con mi mismo. Dije voy a hacer el Secundario.
Recuerdo también que hice el concurso fotográfico infantil Antonio Maciel, para el cincuentenario del Colegio Nacional. Fue una idea mía, porque el doctor Maciel, abuelo de la actual directora del diario, firmó el decreto para hacer el Colegio.
-¿Por qué decidió instalar una imprenta?
-Sabía que con las manos no alcanza para ganarse la vida y mucho menos con cinco hijos. Si bien nunca ambicioné tener dinero, necesitaba producir para la familia que tenía. La puse en 1985 y la tuve hasta el año 2002, cuando me dictó la quiebra el amigo Bernat. Estoy esperando que la declaren nula. De hecho lo es, porque si no el juez se hubiera expedido.
-¿Afrontó zozobras económicas?
-En la década del ’90 estuve otra vez en Alemania tres años. Fui solo, a resolver problemas. Estaba fundido y tenía que pagar las cuentas. Viajé, trabajé, regresé a pagar, volví a ir y pude comprar varias cosas, estuve como nunca, gané mucho dinero. Era bastante maduro y sabía administrar.
-¿A qué se han dedicado sus hijos?
-Lisandro inició un curso acá y terminó en la Gutenberg, es un gran técnico gráfico.
Leticia me dijo que quería ir a cursar Filosofía con una amiga, a La Plata, le respondí que debía estudiar en Buenos Aires; así lo hizo y es especialista en derecho administrativo. Ha dado clases en la facultad, cursos para funcionarios, ha sido profesora en la Universidad Austral.
Le sigue Jaime, que ahora está en Nueva Zelanda. Es diseñador gráfico y también ha dado clases.
Lucía es socióloga, está en Buenos Aires. Y Sofía se recibió de bióloga marina, ha hecho una investigación de toda la costa.
-¿Sigue trabajando?
-Me jubilé en 2011, pero tengo mucha afición por el cuero. Hago cintos, llaveros, si bien hace un año y medio que no entro al taller. Además arreglo máquinas de coser.
Trabajé con mi padre, como trabajamos todos, y aprendí, cuando mi hermano mayor se enfermó, me puse a colaborar con mi padre, arreglar máquinas de coser me resulta sencillo, es algo con lo que conviví. Fui muy compinche con mi hermano más grande, falleció hace diez años.
-¿No pensó dos veces antes de ser candidato? Está jubilado, un período de la vida para descansar y disfrutar
-Es que disfruto esto. Amo al prójimo.