Por Judith de Jorge
Un equipo internacional de investigadores ha descubierto en la isla de Luzón, Filipinas, restos fósiles de una especie humana hasta ahora desconocida. Bautizada como Homo luzonensis, vivió hace entre 50.000 y 67.000 años, cuando en el mundo ya deambulaban los neandertales, sus misteriosos primos denisovanos, el diminuto hombre de la isla de Flores y por, supuesto, los sapiens, nuestra propia especie y la única que sigue con vida en el planeta.
El nuevo homo era aún más pequeño que su vecino, el “hobbit” de Flores, probablemente aún trepaba a los árboles y presentaba una sorprendente mezcla de rasgos nunca antes vista: mientras sus dientes recuerdan a los nuestros, sus manos y sus pies se parecen a los de los australopitecos, homínidos antiquísimos que vivieron hace millones de años.
El hallazgo, publicado en la revista “Nature”, generará sin duda controversia en la comunidad científica. No solo porque complica aún más el intrincado árbol de la evolución humana, sino porque sugiere que quizás pudo haberse producido más de una migración temprana desde Africa a Asia, una que hasta ahora nos ha pasado desapercibida.
El hallazgo
Los investigadores desenterraron en la cueva de Callao siete dientes, dos huesos de la mano, tres del pie y un fémur que pertenecen al menos a dos adultos y un niño. Todos son pequeños, por lo que es posible que sus dueños apenas superaran el metro de altura, aún más bajitos que el Homo floresiensis y menos robustos.
La excavación en la cueva de Callao, y los dientes superiores derechos de un Homo luzonensis (de izquierda a derecha, dos premolares y tres molares)
Los científicos también los comparan con los miembros del pueblo negrito de Filipinas, de un tamaño similar al de los pigmeos, aunque advierten de que con los restos encontrados es difícil precisar su tamaño real.
En general, estos fósiles tienen “una extraña combinación de características nunca antes vistas juntas en un solo hominino”, explica a ABC Florent Détroit, del Museo Nacional de Historia Natural en París y coatuor del estudio.
Por ejemplo, los molares so muy pequeños y muestran una morfología que recuerda mucho a los de Homo sapiens. Pero los premolares se asemejan a los de un austrolopiteco y a los de antiguas especies como Homo erectus o Homo habilis.
Preparados para trepar
Las anatomías del pie y de la mano también son extrañas. Un hueso del pie llamado tercer metatarsiano es completamente diferente a la del resto de las especies de homínidos conocidas, incluida la nuestra. Y el hueso de un dedo del pie es indistinguible del de un Australopithecus afarensis o un Australopithecus africanus, especies que vivieron al menos de 2 millones a 3 millones de años antes. El hueso del dedo de la mano se parece también más al de un australopiteco o al de uno de los primeros Homos.
Finalmente, los huesos de los dedos y los pies del hombre de Luzón son curvos, lo que sugiere que trepar era una parte importante del repertorio de comportamientos de esta especie, como también era el caso de muchos de los primeros homininos pero de ninguno de los que eran sus coetáneos. Détroit cree que el hecho de habitar en una isla pudo haber provocado la reaparición de estas características primitivas. (abc.es)