“La revolución llegó a tu barrio”. Así reza el slogan impreso en la caja para pizzas que Cristian Lauríe mandó a hacer con vistas a la inminente puesta en marcha de su emprendimiento gastronómico.
Alejado de las luces del centro, pero con una fe y positivismo que contagian, el proyecto que encaró junto a su familia está a punto de materializarse.
Se trata de Timoteo, un nuevo comercio que en pocos días abrirá sus puertas en el Barrio Olimpo con el objetivo de ofrecer, principalmente, unas 35 variedades de pizzas a la piedra.
Se trata de Timoteo, un nuevo comercio que en pocos días abrirá sus puertas en el Barrio Olimpo con el objetivo de ofrecer, principalmente, unas 35 variedades de pizzas a la piedra.
Cristian es consciente de la delicada coyuntura económica reinante en el país. “Elegí el momento justo para empezar”, dice con cierta dosis de ironía. No obstante, tiene en claro que, con sacrificio y esfuerzo, los coletazos de la crisis vigente no lo van a afectar.
“Hay que ponerle el pecho a las balas. Si uno se queda con que el país está en un mal momento, nunca puede empezar con nada porque siempre va a haber algún problema”, afirma.
Cristian vive en Liniers 1431, en una vivienda que pudo comprar hace un par de años junto a su esposa Juliana González, enfermera, y con quien tiene tres hijos (y un cuarto en camino). En ese mismo domicilio, con ingenio, capacidad de trabajo y voluntad, transformó el garaje de la casa en un local gastronómico.
Si bien quedan detalles por resolver, al lugar se lo ve prolijo y preparado para el comienzo de la aventura.
El mismo Cristian, con ayuda de su cuñado y su esposa, acondicionó el espacio para el emprendimiento y, entre otras adaptaciones que hizo, construyó un horno de ladrillo con el que va a cocinar las pizzas a la piedra que ofrecerá.
El mismo Cristian, con ayuda de su cuñado y su esposa, acondicionó el espacio para el emprendimiento y, entre otras adaptaciones que hizo, construyó un horno de ladrillo con el que va a cocinar las pizzas a la piedra que ofrecerá.
“Se podrán cocinar 14 pizzas en quince minutos”, agrega Cristian como dato a tener en cuenta.
Y, a su vez, remarca: “Todo lo que ves hecho acá, lo hicimos nosotros. No contratamos a nadie. Esto no tenía piso, ni cielorraso. Nada. Era el garaje pelado”.
Y, a su vez, remarca: “Todo lo que ves hecho acá, lo hicimos nosotros. No contratamos a nadie. Esto no tenía piso, ni cielorraso. Nada. Era el garaje pelado”.
“No tenía ni idea”
“Mi idea es poner una pizzería pero que sólo haga delivery y venta al mostrador. El objetivo es vender pizza a la piedra, la cual se va a hacer en un horno de ladrillo”, sostiene Cristian, quien desde hace unos años trabaja en un empresa constructora, empleo que dejará en breve para meterse de lleno en su proyecto.
Timoteo, tal como se conocerá al comercio, está a punto de revolucionar el barrio. “Sé que nos va a ir bien porque el producto que vamos a vender va a ser muy bueno. Sé que la gente va a volver una vez que compre acá por primera vez”, acota el emprendedor, quien además de las pizzas a la piedra también ofrecerá empanadas y bebidas.
Cristian, en su adolescencia, trabajó como pizzero, un oficio que aprendió a partir de su desempeño en distintos comercios dedicados a esa actividad. “A los 16 años ya trabajaba de esto”, dice.
Hoy, con 40 años, está a punto de volver al oficio que más lo apasiona y lo moviliza, pero en esta ocasión lo hará a través de un proyecto propio, para el cual tuvo que hacer una importante inversión de tiempo y capital.
Hoy, con 40 años, está a punto de volver al oficio que más lo apasiona y lo moviliza, pero en esta ocasión lo hará a través de un proyecto propio, para el cual tuvo que hacer una importante inversión de tiempo y capital.
Para eso, recibió un envión al que Cristian lo definió como fundamental. Pudo acceder al programa municipal Fomepro, con el cual logró dar los primeros pasos. “En noviembre me dieron el cheque. Yo no tenía ni idea que existía esa posibilidad. Me la comentó un amigo y me interesó. Fui a la Municipalidad, pregunté, presenté mi proyecto y me lo dieron”, recuerda.
“El Fomepro para mí fue un golpe positivo muy grande. Fue lo que me incentivó a empezar. Obviamente que con ese crédito no me alcanzó para hacer todo lo que hice, pero me sirvió de mucho para arrancar”, valora.
Una apuesta personal y familiar hizo que en el corto plazo pueda volver a trabajar en un oficio que lo apasiona. Sin embargo, cuenta que en su vida ha pasado por diversos rubros. “Trabajé en muchas cocinas. También fui albañil, pintor, mecánico y hasta de patovica en un boliche. Siempre traté de rebuscármela. Mi vieja me enseñó a laburar”, señala.
Título en mano
En 2016, Cristian pudo cumplir un postergado objetivo personal y familiar. Ese año se propuso dar por terminado el Secundario, y así fue. “Hace veinte años había arrancado en el nocturno pero lo dejé porque había conseguido trabajo en una pizzería”, recuerda.
Dos décadas después, y gracias a la insistencia de su familia, retomó los estudios y, al mismo tiempo que trabajaba, logró dar por cerrada una etapa. “Fue un año hermoso. Me fue muy gratificante volver a la escuela después de tantos años. Tener el título es muy importante, más allá de que a mi edad no me va a cambiar la vida. Pero para mí fue una realización”, indica Cristian, quien en 2016 recibió el premio Fontanarrosa que año tras año otorga el Concejo Deliberante a los estudiantes destacados del Nivel Medio.
Mucho sacrificio
“Me interesa la respuesta de la gente. Uno hace mucho sacrificio para montar un emprendimiento, algo que le sucede a la mayoría de los comerciantes. Yo voy a trabajar dentro de lo que marca la ley, con todas las habilitaciones correspondientes. No quiero vender nada fuera de eso para que la competencia sea leal. Que sea para todos igual”, puntualiza Cristian.
Y agrega: “Yo a esto lo quería hacer cumpliendo con todos los requisitos y bien armado. Después de tanto trabajo, el objetivo se va logrando”.
Y agrega: “Yo a esto lo quería hacer cumpliendo con todos los requisitos y bien armado. Después de tanto trabajo, el objetivo se va logrando”.