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El rol clave de la familia Bellocq

El 9 de noviembre de 1920 se fundó Claromecó, a instancias de la familia Bellocq. Su nombre, de origen mapuche, significa “tres arroyos” o “tres arroyos con juncos”. Gracias a la historia y la perseverancia de quienes decidieron vivir en el pueblo es que hoy es una de las localidades elegidas por miles de turistas que disfrutan sus vacaciones junto al mar. 

Claromecó cumplirá el 9 de noviembre cien años, y Fermín Massigoge, integrante del Museo Regional Aníbal Paz y un referente a la hora de indagar sobre la historia del pueblo, ayuda a recrear la historia de su fundación y particularmente la primera casa que se posicionó en el lugar a modo de homenaje a este balneario que tanto nos brinda. 

Fermín Massigoge, integrante del Museo Regional Aníbal Paz (Fotos: Carolina Mulder)

La historia comienza con la familia Bellocq cuando Don Juan compra, en el año 1833, a Enrique Rodríguez Larreta, alrededor de 21.000 hectáreas y funda la Estancia San Francisco que contaba con 21 lotes, 13 puestos y un importante casco de material. Se extendía desde la actual población de San Francisco de Bellocq hasta el mar y el límite oeste estaba formado por el arroyo. Sobre la margen de éste y a unos diez kilómetros de la desembocadura se encontraba el casco de la estancia, donde después funcionó la Escuela Agrícola. 

Lamentablemente, lo encuentra la muerte dos años después por lo que la viuda, María Larramendi, junto a sus seis hijos (Juan, Carlos, Vicente, Toribio, Eduardo y Teodoro) son los que heredan las tierras. En ese momento emprenden un viaje a Europa, específicamente París, donde pasaron seis años de su vida para luego volver a su lugar de origen. Las tierras habían quedado en manos de mayordomos y arrendatarios que hicieron lo posible por cuidarlo. 

(Fotos: Carolina Mulder)

Velozmente se convirtió en el sitio buscado por los lugareños para disfrutar de veranos completos “se acostumbró a venir acá porque era muy fácil llegar hasta el mar, entraban por el campo y Claromecó era una meseta de tosca, sin médanos. Acá no había nada, estaba firme la playa y bajaban los autos desde el minuto cero, carros, chatas, casillas”, explica Fermín. El lugar único, cuenta con un importante y principal atractivo que es que, durante casi todo el verano el sol nace y se pone en el mar gracias a la posición geográfica con la que cuenta. 

La casa de veraneo 
Muchos creen que la casa más antigua de la localidad es la de la familia Hurtado que aún sigue firme en la avenida 26 y la costa; comenzó a construirse en el año 1918, dos años antes de que se formara oficialmente el pueblo. Fermín indica que por el contrario, la primera casa se construye en el año 1905 y pertenece a la familia Bellocq que decide hacer un chalet de verano, primero de madera y después se revistió de material. Ubicada en la actual calle 3, contaba con una galería con vista al mar donde se sentaban reiteradas veces a disfrutar de la visual. 
Desde que los Bellocq desembarcaron en la villa balnearia dieron el visto bueno para que las playas fueran centro de reunión y esparcimiento. Y fue así que año a año se construyeron más viviendas, hoteles y comercios que continuaron dándole vida a las calles del lugar. 

(Fotos: Carolina Mulder)

En 1919 dicha familia, teniendo en cuenta la importancia que había adquirido el lugar como centro balneario propuso al ministro de Obras Públicas de la Provincia la formación oficial del pueblo y como encargado de la mensura al ingeniero Arsenio Bergallo. Finalmente, fue fundado oficialmente el 9 de noviembre de 1920. 

Fermín explica que entre las construcciones que se hicieron y los árboles que se colocaron, la arena se empezó a montar creando los típicos médanos que se pueden ver en la actualidad. “El tamarisco es una planta muy fuerte que la castiga la arena y no pasa nada, tiene la virtud de que se va deteniendo” y lo mismo sucedió en el sector del Faro. 

(Fotos: Carolina Mulder)

Esta familia era muy católica, por lo que es de destacar la labor catequizadora que realizaron, reservando un espacio en el que todos los años hacían misiones que duraban un semana y brindaban instrucción al catecismo, se bautizaban los niños, además de ofrecer las primeras comuniones y casamientos; al finalizar se entregaba ropa a los puesteros. Además, la construcción que en el presente es el restaurante “El Rancho”, que se ve frente al arroyo, era un puesto de la estancia que se llamaba “La Boca” y la casa de los curas. Al principio, era de barro. Posteriormente, “ellos lo revistieron”, sirviendo de alojamiento a los padres misioneros que llegaban anualmente por la mencionada misión. 

El emblemático Faro 
María Larramendi, viuda de Juan Bellocq, donó los terrenos para el Faro que incluían cuatro hectáreas, diez mil ladrillos y diez mil pesos de aquel momento. Inaugurado el 20 de octubre de 1922, además de ser guía de navegantes, el Faro de Claromecó se ha constituido en uno de los mayores atractivos para los turistas que cada verano visitan este balneario, a la vez que es un ícono en la localidad. 
La torre, creada en mampostería con franjas horizontales blancas y negras, cuenta con 268 escalones en forma de caracol y alcanza 54 de altura.  
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