76 pasos en 35 segundos…
Rodea la añeja silla de madera de tapizado a cuadros ocre y ladrillo y oye esa voz áspera de tabaco que canta “En el boulevard de los sueños rotos…
Sí. Sueños desvanecidos entre vueltas y más vueltas…
Y deberá empezar a soñar diferente, tendrá mucho tiempo para crear nuevos sueños…
16 pasos acelerados ahora sobre el cerámico rojo oscuro, que la llevan al patio, donde será hoy el lugar de mayor liberación; donde podrá expandir sus pulmones al máximo y verá un amplio cielo renegrido, o estrellado, o azul o con alguna nube, o extremadamente gris, y oirá sonidos de pájaros, o verá una mariposa, o una abeja, o a esas horas un murciélago, o la luna. Y soñará de nuevo con eso, con poder volar más allá de las paredes.
17 baldosas de cemento, y el aroma dulzón de las damas de noche, embriagadoras.
Los 29 pasos por el exterior se pueden dividir en tercios: dos de ellos se marcan sobre la gramilla aplastada de tanto pisar, esquivando los montículos de tierra suelta que hicieron los cascarudos. Inspira profundo, algo que en la calle ya nadie se anima a hacer. El aire huele ahora a papel quemado…
Oscurece. Y cuando recorre la mitad de los 47 pasos por el interior, justo durante esos pocos que da sobre el piso crujiente de madera suena “viene de la noche y va a ninguna parte”. Y sí. Serán muchas vueltas de 76 pasos para ir a ninguna parte, sólo para desentumecer el cuerpo adormecido de tanto sillón.
El labrador se cruza en su camino y pierde el ritmo. Como para combatir la rutina lo invita a dar un paseo, un paseo corto cruzando varias puertas, que suman 6, y recorriendo variedad de pisos: de la primera puerta a la tercera, cerámicos rojos, luego mosaicos ocres en dos habitaciones. La última con piso de parquet, y la vuelta por detrás de la silla, cruzando la penúltima puerta para seguir por los cerámicos rojos…
Ya afuera, sobre los 3 metros de ladrillo, huele a fuego de leña. En algún lugar disfrutarán del asado, hoy más silencioso, hoy como una cena íntima, hoy sin amigos rodeando el fogón, hoy más sabroso que nunca porque no saben si no será el último.
Siempre pudo ser el último. Pero hoy, un ínfimo y poderoso asesino invisible puede estar atacándonos sin darnos cuenta, y tal vez mañana sólo veamos gente con máscaras que nos atiendan, y después de ello quién sabe…
Una lágrima rueda por su mejilla. Lo que pudo hacer lo hizo, piensa. No tiene miedo por ella. Le apena quienes tienen miedo a alejarse de los suyos, a estar solos o con desconocidos cuando les llegue el momento.
El circuito sigue, a veces más lento, a veces más silencioso, a veces en compañía, a veces solitario.
Adentro, la música. Y en su interior retumbando los recuerdos, los lindos, porque los otros han sido borrados, ladeados o enterrados. Ningún mal recuerdo es más feo que oír las noticias con tanta muerte, con tanta gente triste, desempleada, preocupada, temerosa.
Mañana será distinto…