Argentina: laboratorio y mina del Nuevo Orden Mundial
Nueva columna de opinión: “Maquiavelinas”
Por Marcelo Mouhapé Furné
Este 2025 es el 1939 del siglo anterior. Un año bisagra en la historia humana. Cuando comienza lo que intentará reemplazar a lo existente. El 20 de enero pasado, -con la asunción de Donald Trump en la presidencia de EE. UU.-, se inició el tránsito hacia el nuevo esquema social global. El que buscará sustituir al statu quo implantado tras la Segunda Guerra Mundial.
Pero este cambio de modelo en la Humanidad pretenderá ser diferente al instaurado hace ocho décadas. Porque el Nuevo Orden Mundial se basará en eliminar los derechos igualitarios. Intentará acabar con “el humanismo para todos” que inauguró e irradió la Revolución Francesa. La frase que define a lo que vendría es: “solo estarán incluidos los autosuficientes que no signifiquen una carga para los demás.”
Ese futuro no es para todos, sino para pocos. En esa “nueva normalidad” los gobiernos no serán ni serviciales ni asistencialistas. Salud, educación, seguridad y todo lo demás será pago. Solo podrán jubilarse aquellos que contraten un seguro de retiro. El Nuevo Orden Mundial no buscará erradicar la pobreza; eliminará a los pobres.
Recuerdo que de niño llamaba mi atención los dibujos de las ciudades futuristas en donde las urbes estaban bajo una cúpula transparente. Ahora sé lo que eso significa. Ese domo divide a los citadinos pudientes de los excluidos. Los que no generen para pagar la cuota de pertenencia gregaria quedarán afuera de la protectora cúpula. Cómo en la película “El nombre de la Rosa”, en la que los mendigos rodeaban la abadía esperando hambrientos que los monjes tiraran las sobras de comida al exterior.
Trump no pudo empezar a implementar esto en su primer mandato porque en 2017 había otro mundo; uno más empático. La pandemia incorporó en nuestra especie el concepto de “puedo ser parte del todo desde el aislacionismo que me brinda la tecnología”. Estar en una burbuja hace que me afecte menos o nada el padecimiento de los antes físicamente cercanos. Sin proximidad social, deja de existir el prójimo y sus necesidades.
Deberían reconocerse errores que nos llevaron a una coyuntura mundial crítica, la que avala el argumento de sustitución de modelo de sociedad que propone la extrema derecha. Naciones Unidas no resolvió ninguno de los problemas de la Humanidad; y, por ende, se agravaron. Hoy está cerca la catástrofe demográfica pronosticada por Malthus en 1798. “cuando el crecimiento poblacional supere la capacidad de producir alimentos”. La incógnita es cómo resolverá esto la nueva institucionalidad planetaria. ¿El genocidio en Gaza será una muestra metodológica de eso?
Otro aspecto del nuevo esquema de poder global es volver al bipolarismo. Un déjà vu de la guerra fría (aunque con “momentos calientes”, cómo ahora) con su equivalente bélico nuclear, Rusia. Para justificar su accionar el occidente democrático necesita tener una contraparte autocrática. La libertad del capitalismo versus la opresión del comunismo. Una dualidad antagónica ya centenaria.
En un multilateralismo incómodo, el enemigo para EE. UU es China. Su rival comercial, tecnológico y en lo expansivo territorial. El control de puertos sudamericanos y caribeños por parte de los chinos complica el “plan trumpista”.
La pregunta del millón es: ¿Si lo logra, cuánto le llevará a Trump globalizar su Nuevo Orden? Depende de la resistencia social que encuentre en cada país a anexar. Y en ese contexto será clave el concepto de soberanía que tengan las generaciones Millennial y Z (los nativos digitales).
Hay señales sobre la temporalidad del proceso reformista. Por la vía del apriete arancelario Trump sometió a la Unión Europea en tiempo récord. La genuflexión de Europa muestra el enorme poder de este EE. UU. expansionista. Si eso logró con un bloque continental (y socio militar), imaginen lo que puede obtener en negociaciones bilaterales.
En este marco llega lo nuestro. Argentina es el jugador clave en el esquema del Nuevo Orden Mundial por dos razones. Nuestro país es el laboratorio donde se prueba socialmente el experimento. Si la población acepta perder sus derechos individuales, su bienestar general y el seguro asistencial de un estado protector, ese modelo se irá replicando en otros países. También Argentina le puede dar a EE. UU lo que necesita en materia de recursos. Sobre todo la minería de “tierras raras”, que es la base para la tecnología actual y futura.
La contraprestación a la zona liberada para el saqueo irrestricto de nuestra riqueza extractiva son aranceles bajos a nuestros productos exportados a EE. UU y la asistencia financiera para mantener la estabilidad económica. La que en nuestro país se reduce a una sola cosa: “inflación baja”. Quienes piensen que el plan del gobierno nacional es llegar a octubre y que después de la votación todo explota, están equivocados. A través de los organismos financieros de los Acuerdos de Bretton Woods (Fondo Monetario y Banco Mundial) EE. UU seguirá asistiendo con dólares a la gestión libertaria para que se mantenga en el poder. Eso es de lógica práctica para una potencia colonial. Milei tiene la llave que abre la puerta para que el líder del Nuevo Orden Mundial acceda en Argentina a todo lo que necesita. Y Trump no pierde llaves.