Caniche Caldera: lo mucho que dejó y sus hijos como mayor premio
Juan Carlos “Caniche” Caldera partió la semana pasada, el jueves 7 de noviembre, a los 67 años de edad. Un vecino muy conocido, que supo mostrar en el día a día una frase que pronunció al ser entrevistado por Héctor Asef en “Séptima Noche”, programa de CELTAtv. “Me considero buena persona, tengo buena cantidad de amigos, te das cuenta cuando la gente te saludo o anda con vos si te tiene un aprecio o no”, reflexionó.
El sobrenombre surgió a mediados de la década del ’70 y no está relacionado con la carrera de veterinario, para lo cual recién por entonces iniciaba sus estudios en La Plata. Tenía en aquellos años “bastante pelo y rulos”.
La familia vivía en avenida del Trabajador, sector de la ciudad donde se crió y vivió también luego de adulto. Su padre, maquinista de primera en trenes, falleció joven en 1977. Su mamá era ama de casa, le enviaba encomiendas a La Plata y trataba de darle apoyo en lo que podía, aunque la pensión que recibía no alcanzaba para todo; la carrera universitaria no fue fácil para Caniche, la tuvo que -como se dice habitualmente- remar, hubo mucho esfuerzo en el camino hacia el título.
El también fue ferroviario durante poco más de dos años en Tolosa, tarea que le permitió solventar la etapa final de su formación como veterinario. Antes trabajó “en montones de cosas”.
Fue hijo único, realizó la Primaria en la Escuela 5 y la Secundaria en el ex Colegio Nacional (parte en la desaparecida sede de la segunda cuadra de Chacabuco y luego en las actuales instalaciones).
Tuvo siete hijos, cuatro con su primera esposa y tres con su segunda pareja. “Soy un agradecido con todo lo que me ha pasado. Recibí un premio grande con todos los hijos que tengo, están muy bien”, destacó en la mencionada conversación con Asef en confitería La Perla.
Se recibió en 1984, carrera que también estudiaba su primera esposa. Se radicaron en San Mayol en 1986, la cooperativa les dio un lugar para que desarrollen la profesión; pero la entidad ya estaba muy afectada por una frágil economía y poco después, se produjo su quiebra. Recordó que “en marzo de 1987 se hizo el remate de todos los bienes de la cooperativa y la absorbió la Cooperativa Agraria. De manera independiente, estuve 8 o 9 años en San Mayol con mi familia. Hasta puse un mercadito”.
Venía habitualmente a Tres Arroyos a realizar compras y a pasear. Concurría a las peñas de las escuelas, lo invitaban a tocar la guitarra e interpretar una canción, “por el gusto de cantar”.
La música formó parte de su identidad desde la adolescencia. Antes de irse a estudiar a La Plata, había tocado en el grupo Cosmos.
El encuentro con amigos, las charlas sobre las inquietudes de volver a generar un grupo, dieron lugar al nacimiento de Holocausto 2000, cuyo debut se produjo el 24 de marzo de 1991 en El Rancho de Chichí. Habló de Osvaldo Cirulli, Ricardo Yema, Sergio Troiano, Jorge Sangermano y Sergio García, protagonistas en el origen de la nueva formación. Caniche rememoró que “esa noche el show central era Miguel Angel Cherutti”.
Tocaron en numerosos distritos, “no había fin de semana libre”, los convocaban para tocar viernes, sábados, domingos e incluso en ocasiones los jueves.
Por este motivo, se alejó un poco de su profesión de veterinario. Produjo bailes por su cuenta, trabajó además brindando sonido y en este rubro, fue proveedor de la Municipalidad.
En sociedad con Juan Golato, organizaron bailes en Independiente. “Trajimos a Los Moros, Antonio Ríos, Damas Gratis. Todos los sábados un artista distinto, nos fue bien”, valoró.
Conoció a muchos referentes de la bailanta, la cumbia, el cuarteto, como “Leo Mattioli, Walter Olmos, Antonio Ríos, Daniel Lezica, los integrantes de Los Moros”, por citar algunos de los artistas con los que estableció un vínculo.
Holocausto formó parte de los bailes que se desarrollan de manera previa a la Fiesta del Trigo, cuando tenía lugar en la zona céntrica y avenidas de la ciudad.
Durante 20 años tuvo un colectivo que utilizó para viajar en las presentaciones por la región. Sonriendo, dijo que “hay mucha historia ahí arriba, he llevado a muchos. Ya lo vendí, tenía su desgaste”.
Lo ocurrido en Cromañón, tantas muertes por el incendio en el recital de Callejeros el 30 de diciembre de 2004, significó un cambio profundo en las normas de seguridad en lugares nocturnos. Lo que obligó a concretar adecuaciones en la producción de espectáculos y puntualmente, en los recitales.
Siguió con el grupo y la música, en un nuevo contexto. Una trayectoria que sumó encuentros con el público hasta la pandemia, que -observó Caniche- “para la gastronomía, la noche en general y algunos otros rubros, fue devastadora”.
Es así que volvió a dedicarle más tiempo a la veterinaria, sin dejar la música, pero la profesión pasó a ser prioritaria. La buena relación con los colegas hizo más sencilla su labor, cuando retomó la atención de pequeños animales.
En la entrevista, quedó en claro que su pasión por cantar y tocar lejos estaba de apagarse: “Siento entusiasmo, mientras tenga la sensación de divertirme y pasarla bien seguiré tocando en mayor o menor medida. Vamos a divertirnos”.
Dos conceptos suyos, como cierre en esta semblanza, son relevantes para definir su perfil: “Aspiro a ser buena persona, cumplir con el trabajo como tiene que ser, realizar las cosas seriamente”; “es necesario saber comportarse, me gustaría que todos los pibes sepan respetar”.
Le gustaba todo tipo de música y quería hacer un show con temas para la gente grande, “me encantaría”. Uno de los planes que compartió públicamente.
Recibió el último adiós con muchísimo afecto, reacciones de cantidad de personas de la comunidad que lo conocieron, lo vieron cantar junto al grupo, lo tuvieron como veterinario de su mascota, supieron de sus cualidades humanas.