Contar Malvinas
Por Alejandro Vis
La tarea que ex combatientes desarrollan en escuelas “desde hace más de 20 años”. Charlas que se iniciaron un sábado por la tarde “en la Escuela Media, en calle Estrada” y que continúan hasta hoy. El valor de transmitir a nuevas generaciones la causa Malvinas, cuando se están por cumplir 43 años del desembarco argentino en las islas
Los ex combatientes de la agrupación Roberto Reducindo brindan charlas en instituciones educativas “desde hace más de 20 años”. Mario Ielmini, José Luis Gómez y Héctor Alberto Cellerino, quienes realizaron la mayor cantidad de actividades de tales características, conversaron con este diario a pocos días del 43 aniversario del desembarco argentino en las islas Malvinas.
En primer lugar, se concretó el encuentro con Ielmini y Gómez. Luego, la entrevista a Cellerino (ver página 4), quien reside en Claromecó y ocasionalmente -al ser contactado por este diario- estaba en Tres Arroyos. Es una manera de agradecerles por compartir el testimonio con tantos alumnos y docentes, favorecer la transmisión de sus experiencias a nuevas generaciones. Ellos cuentan Malvinas y lo que hacen tiene mucho valor.
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La primera charla se realizó un sábado a la tarde “en la Escuela Media, que está en calle Estrada”, recuerda Gómez. Por entonces, Daniel Gago, “quien se desempeñaba como psicólogo social, nos ofreció hacer una especie de terapia para ayudarnos. A partir de ahí surgen las charlas en los colegios y el viaje a Malvinas, pudimos regresar en grupo en 2010, nos acompañó Andrés Vergnano”.
El día elegido para la mencionada presentación obedeció a que “queríamos que concurrieran no porque estaban en horario escolar, sino por elección, si tenían ganas. Invitamos a todo el grupo estudiantil”.
Fue el comienzo de propuestas similares que continúan hasta la actualidad. No se interrumpieron, más allá de que a veces alguno de los ex combatientes decida hacer una pausa.
Destacan la espontaneidad de los chicos. “No tienen filtro -expresa Ielmini-. Te dicen lo que una persona mayor no te va a preguntar. Una frase clásica es ‘¿a cuántos mataste?’. Los profesores se ponen mal, pero es lo que quiere saber ese alumno. Hay que buscarle la vuelta para que entiendan, de acuerdo a la edad”.
Gómez agrega otras dos preguntas habituales: “’¿Cómo hacían para ir al baño? ¿Se bañaban?’”. Comenta que “en la compañía que yo integraba nos bañamos dos veces, la primera vez se formó una fila larga y la segunda nos tuvieron que llevar casi a la fuerza, nadie quería ir. Te metían adentro de una cuchita, te mojaban, enjabonaban, abrían la ducha para enjuagarte y te hacían salir afuera para secarte”.
En una oportunidad, un alumno de Primaria consultó si jugaron al fútbol en Malvinas. Generó algunas sonrisas, de compañeros que no asociaban esta práctica deportiva con la guerra. La respuesta fue que “no se rían, porque hubo gente que jugó. No nosotros, pero hay fotos de soldados en un partido y la particularidad es que la cancha estaba inclinada, era rara. Pero es verdad”.
Perciben respeto entre los alumnos. Ielmini señala que “ha pasado que suena el timbre, se quedan sentados y siguen escuchando, no se mueven hasta que te vas. A veces puede suceder que alguno esté con el teléfono o distraído”. Durante una presentación, con el aval de la profesora, Gómez le dijo a dos estudiantes “que no paraban de charlar en el fondo de un salón, ‘si no les interesa se pueden ir’. Enseguida pidieron disculpas y se callaron, por ahí necesitan una observación por parte de los adultos. Pero vemos que en general prestan mucha atención”.
Es muy interesante como lo que dejan las charlas en chicos y adolescentes se traslada a la casa, lo hablan con los padres, “se interioriza la familia, que a veces por el mismo trajín diario le cuesta darle tiempo a estos temas”.
Han transcurrido casi 43 años, para alumnos que tienen 8. 10 o 15 años, es un tiempo lejano. Los avances son notorios, les cuesta comprender “como era la comunicación, les llama mucho la atención que había muy pocos teléfonos fijos por manzana en Tres Arroyos. Que teníamos que llamar a un vecino, para que avise en nuestra casa, por ejemplo”.
En encuentros con estudiantes que están en la etapa final del nivel Secundario, Ielmini suele pedir que levanten la mano quienes tienen 18 años. “En 1982, ustedes hubieran estado disponibles para ir a Malvinas”, puntualiza.
Cuando comenzaron a participar en ámbitos escolares, era más cercano y conocido el servicio militar, porque “el papá de los chicos quizás lo había realizado o el abuelo. Ahora pasó mucho tiempo, hay que explicar bien las características que tenía”. Gómez sostiene que “casi todos trataban de evitarlo, se lo tomaba más como un castigo, no estaba bien aplicado. Había abusos de autoridad”, mientras que Ielmini añade que “la enseñanza que te daba es a vivir solo, en forma más independiente, te sacaba de tu casa”.
Otra pregunta reiterada entre los estudiantes es “’¿Por qué no dijeron que no?’”. Ielmini afirma que “es imposible ya que nos encontrábamos en el servicio militar y estábamos viviendo la dictadura”. Y Gómez exclama que “en ese momento ni se te ocurría. Los pibes no entienden que no te negaras, no existía esa posibilidad”.
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Con afecto, Gómez describe un acto en la Escuela 11 de Claromecó, en el que Cellerino fue abanderado, Ielmini y él estuvieron como escoltas. “Es la primera vez que nos hicieron sentir importantes -subraya-. Nos marcó, por eso les tengo un aprecio especial”.
Hacen referencia al trabajo de los docentes cuando “preparan las charlas, brindan previamente información a los estudiantes”.
También son invitados en el nivel Superior, como ocurrió en 2024 en el Instituto Superior de Formación Docente 167. “Fue una muy linda actividad -destacan-. Con gente un poco más grande, pero igualmente que nacieron bastante tiempo después de la guerra e interesados en comprender lo que había significado ese momento”.
Gómez valora que “las charlas sobre Malvinas me han ayudado a sobrellevar la situación, me da la sensación, es lo que siento. Cuando terminan, una parte de mi mochila queda en el lugar, hace que pueda seguir”.
Han recibido cantidad de dibujos, presentes, cartas y “por supuesto, siempre un agradecimiento, el aplauso cerrado. Es algo que te llena el alma y emociona, medio que entras a lagrimear”.
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¿Y en casa hablaron sobre lo sucedido en Malvinas? Ielmini y Gómez coinciden en indicar que “muy poco”. A Matías, el hijo mayor de Ielmini, “le interesa mucho la numismática, consiguió billetes de Malvinas. A veces sale el tema, pero en situaciones puntuales”, dice su padre.
Por su parte, Gómez explica que “Mario tiene más hermanos, yo era solo ¡El sufrimiento que tendría mi vieja por sobre mi viejo que por ahí era más duro! Aunque seguramente por dentro a mi viejo le pasaría lo mismo, no lo demostraba. No existían las posibilidades de comunicarse que tenemos en estos días, se vivía distinto, ahora es todo más rápido”.
Los padres y luego la esposa e hijos “en muchos casos se han enterado más por las entrevistas y las charlas, que por lo que se habló en el hogar”.
Ielmini reflexiona: “Me puse en a pensar en lo que pasaron mis padres. Yo sabía que seguía en Malvinas, vivo. Mi vieja la última vez que supo que me encontraba bien fue el 3 de junio, que era el cumpleaños de mi viejo, mandé un telegrama. Hasta que terminó la guerra, el 14 de junio de 1982. Esos días fue todo un despiole, en mi casa desconocían qué había pasado, si yo estaba vivo o muerto. Cuando llegamos a Puerto Madryn -el 19, jornada en que la ciudad se quedó sin pan, porque fue ofrecido a los soldados- pude llamar por teléfono y se enteró”.
Incluso hubo ex combatientes cuyos familiares fueron a buscarlos y no sabían si los iban a encontrar de regreso, así como “muchos quedaron en Malvinas”; dejaron su vida.
“¿Te vas a poner a contarles que pasaste hambre, frío? Ya está”, manifiesta Ielmini. A él, cuyo regimiento pasó por Madryn y Trelew para luego arribar a Campo de Mayo, lo fueron a buscar sus padres.
Gómez llegó en colectivo: “Mi viejo se quedó en mi casa, mi mamá había ido a un lugar y concurrió la vecina de toda la vida. Estaba ahí Laura Lauría, quien trabajaba para diario El Atlántico de Mar del Plata, sacaron una foto y abajo escribieron ‘un soldado se abraza con su madre’. Era yo con la vecina”.
Suma otra anécdota, sobre el regreso. “Nos habían dicho que no teníamos que hablar, que lo que había pasado pasó, que nosotros estábamos bien. Se bajó Pastelito (así llaman a Cellerino) y no paraba de contar”, rememora.
A Ielmini le dieron “unos papeles” y sobre el final “en letra chiquita, decía que no podíamos hablar de lo que pasó en las islas. Me enteré 20 años más tarde, nunca lo leí”:
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El punto de encuentro, pocas horas después de las entrevistas, a primera hora de la tarde del último viernes, fue la plaza Islas Malvinas. En el monumento de Homenaje a los Héroes de la Gesta de Malvinas.
Allí se tomaron las fotografías de Ielmini, con sus hijos Matías y Gisela; Gómez con los tres suyos, Matías, Josué y Gaspar; y Cellerino, cuyos dos hijos Raúl Alfredo, quien reside en Bahía Blanca; y Pamela Albertina; no pudieron concurrir (además tiene un nieto Benicio).
Ex combatientes y generaciones siguientes, un símbolo del valor de transmitir la causa Malvinas a los chicos y jóvenes, Para que esté viva en la memoria, en nuestra historia, pero también en lo cotidiano, en el día a día de la comunidad de Tres Arroyos.
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El único fin de la agrupación Reducindo
En la agrupación ex combatientes de Tres Arroyos Roberto Reducindo “siempre se dijo no mezclemos la política, si alguno va a participar lo hace en forma personal”, afirma José Luis Gómez.
Considera que “nadie se ha ocupado del Veterano. En un principio hubo muchos suicidios, drogadicción, alcoholismo, después el que sobrevivió y logró sacar la cabeza afuera empezó a caminar como pudo gracias a la familia, los amigos. En la agrupación nos hemos complementado y ayudado entre los integrantes”.
Junto a Mario Ielmini, dejan en claro que “debemos tener un solo fin. Cuando encontramos alguno de los muchachos que necesitan colaboración, estar siempre presentes. La entidad se inició cuando salió la pensión en el gobierno de Menem, había que ir a buscar los certificados a Buenos Aires. Fue un grupo, cada uno podía traer dos o tres certificados, hicieron el trámite por todos”.
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Los ex combatientes
En el monumento ubicado en la plaza Islas Malvinas, se descubrió una placa en el año 2012 “en conmemoración de los 30 años de la Gesta de Malvinas”, con el nombre de los ex combatientes y Veteranos de Guerra. “El pueblo de Tres Arroyos rinde homenaje a sus héroes”, indica.
Allí se encuentran los nombres de Hugo Belón, José Luis Gómez, Mario Ielmini, Carlos Muelas, Roberto Reducindo (fallecido), Jorge Carrizo, José Luis Minor, Juan Luis van Waarde, Marcelo Capriata, Héctor Cellerino, Mauricio García, Luis Alvarado, Carlos Melo y Héctor Ricardo Volponi (fallecido).