Por Enrique Mendiberri
Mientras la Fiscalía continúa aguardando el resultado de diferentes pericias que le permitan echar luz sobre el contenido de una reciente denuncia por supuestos maltratos en un geriátrico de nuestra ciudad, una historia que suele repetirse vuelve a oídos de todos.
Cada tanto la actualidad nos ofrece relatos que nos tocan el corazón por la ausencia de ciertos valores. La de los geriátricos concentra varios de esos faltantes, pero el que más asusta es el de la dignidad.
Porque para muchos termina siendo simplemente el retiro del capital de cariño invertido a lo largo de la vida. Puede ser en forma de cuidados y atención, u olvido y abandono.
Justamente en estos dos últimos descansan muchos de los destinos de los residentes de geriátricos, cuyas familias o descendientes directos, no aceptan la debilidad que les toca acompañar y dejan todo en manos de personas que han hecho un negocio de ese desinterés o imposibilidad.
Por montos no muy altos, generalmente asociados a poderes de cobro de jubilaciones mínimas, reciben en hogares muchas veces improvisados, a octogenarios lúcidos pero físicamente incapacitados de hacer sus necesidades. Mudados ahí por sus propios hijos o allegados que, en no pocos casos, instrumentaron los traslados para continuar sus vidas de manera normal en lo que fue la casa de sus padres.
Sin embargo, quienes son alojados en esas residencias por una legítima necesidad de sus familias, pero continúan gozando de su cariño y preocupación, la pasan mejor que aquellos que, literalmente, fueron abandonados a su suerte y el esmero que le metan sus nuevos “cuidadores”. Un destino que no siempre está asociado a una mayor erogación de dinero como garantía de servicio.
Por eso, resulta clave lo que cada uno haga con los suyos cuando la vida lo empuje a buscar ayuda. No es solamente el pago de una tarifa mensual lo que va a garantizar que los adultos mayores terminen sus días con dignidad. Existen otras monedas de un mercado no monetario, pero muchas veces de más difícil acceso, que son clave para que las historias de maltratos en geriátricos no sean tan frecuentes y dolorosas.