Hasta siempre querido Pedro Rocha
Falleció un vecino muy apreciado. Llevaba a Villa del Parque en el alma. Presidió el club en tiempos en que “no había nada”, con el silencioso respaldo de Héctor Rivada y el trabajo de otros colaboradores
Por Alejandro Vis
La familia de Villa del Parque, pero también del fútbol en general, despide con afecto a Pedro Rocha, quien falleció a los 85 años de edad. Al igual que el comercio del distrito porque ¿cuánto tiempo vendió gas? Y todos aquellos que lo conocieron, un hombre amable, predispuesto a la conversación, interesado por los demás.
En una entrevista que tuvo lugar en febrero de 2022, sonriendo señaló que “nací el 13 de diciembre de 1939 y me asentaron el 14. Así que cumplo dos días”.
Su infancia transcurrió en una casa ubicada en 9 de Julio y Castelli; “antes alquilaban. Cuando yo tenía alrededor de 12 años nos mudamos a Istilart 506”, recordó por entonces. Luego su padre Juan Francisco compró un terreno en calle Primera Junta, entre Istilart y Pellegrini.
A media cuadra vivía Mabel Lamas, quien luego fue su esposa. Tuvieron una hija, Betina, y en la citada entrevista destacó que “me dio cuatro nietos divinos”.
La madre de Pedro fue María Luisa Agarraberes y su tío preferido José Agarraberes, “fundador de Boca. Todos eran buenos, pero siempre hay un tío que sobresale. Me mimaba, andaba bajo los brazos de él”.
Tuvo una hermana, María Luisa Rocha, tres años mayor, quien falleció hace algunos años.
Su padre fue kerosenero, se dedicó al transporte de combustible y era un gran boxeador. Un amigo de él, Mayorico González, también boxeador, pronunció una frase que Pedro tomó para su vida: “El deporte nos une”.
Su vínculo con Villa nació en la Primaria, cuando cursaba en la Escuela 1. Cinco de los seis años de estudio se sentó junto a Hugo Urbieta, cuyo hermano Cacho fue arquero en Primera. Pedro jugó como mediocampista en las divisiones inferiores.
Con emoción, relató a La Voz del Pueblo que cuando se compró el terreno de la actual sede de Villa, en Istilart al 1100, “yo le quise imponer el nombre Juan Beigbeder, porque puso de garantía la casa donde vivía. La idea no prosperó. Pero su actitud vale oro, lo digo y me está corriendo la sangre caliente por el cuerpo ¡Eso no lo hace cualquiera!”. El era en ese momento cartero a caballo, había cuadras que eran intransitables”.
Primero trabajó en la comisión de fútbol. “No había nada, no teníamos un par de medias”, sostenía. Sobre la responsabilidad que posteriormente le otorgaron, comentó en la citada entrevista que “presidente era Toto Rey, luego fui yo durante seis años. Me reemplazó Carlitos Massa, un baluarte, te calmaba cuando había un problema, con mucha serenidad”.
A Héctor Rivada lo consideró un verdadero maestro: “Un día me dijo, me quedaron sus palabras, ‘te voy a ayudar, soy tu secretario privado, pero no quiero figurar en ningún lado’. Tener el respaldo de Rivada en el club, era similar a lo que significaba mi papá en el negocio”.
En las comisiones “había poquitos integrantes. Hacíamos una fiesta, nosotros organizábamos pero también pagábamos para juntar plata. Y creamos una tanguería, Villa Tango Club. Fuimos luchando, éramos todos trabajadores”.
Alguna vez pagó de su bolsillo la boleta de la cooperativa eléctrica y conseguía pelotas donadas por su tío Joaquín Rocha, quien residía en la ciudad de Buenos Aires: “Estaba al lado de un club, caían pelotas en su patio y no las iban a buscar. Me las guardaba, por lo general estaban un poco deformadas, tenían su historia, pero servían”.
Hablaba con admiración de la comisión de damas y hacía referencia a “la presidenta de ese momento Estela Mármol. Estaban Tita Turini, su hija Sandra, y otras colaboradoras. Todas eran muy activas. Se hacía la fiesta de los niños, sin fines de lucro, junto a diversas propuestas más”.
Cosechó amistades en todos los clubes y una relación fraterna con vecinos de distintas posturas políticas. “Yo soy peronista pero tengo muchos amigos radicales ¿Por qué vamos a estar en grieta?’”, reflexionaba.
El trabajo, la familia
Cuando terminó la Primaria, su padre le planteó si quería trabajar o estudiar. En este contexto, empezó a colaborar con él en las tareas laborales con el querosene, si bien hubo una pausa porque se fue un breve período a Mar del Plata y luego debió realizar el servicio militar
Empezó a dedicarse a la provisión de gas después de los 20 años. Un verano se instaló en Claromecó con la idea de permanecer durante la temporada y se terminó quedando 28 años con este servicio.
Logró construir la casa familiar en calle Olavarría en 1976, “con el plan Eva Perón, lo agarré justito, tenía el terreno”.
Era viudo, lo visitaba mucha gente, estaba acompañado. Sus nietos residían en Pigüé, con los papás, otro lugar al que Pedro viajó sobre todo en la última etapa.
Hizo mucho por su club, así como marcó una conducta valiosa en el deporte y mostró la sabiduría que obtuvo del contacto con la calle. “Siempre hay que mirar hacia adelante”, solía decir.
En estas horas, sus familiares y seres queridos reciben el acompañamiento, los mensajes, de muchas personas que tuvieron la posibilidad de compartir una charla, un encuentro y ser parte de la vida de Pedro.
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