Intentó judicializar a su hijo adicto y terminó con una medida perimetral
Por Enrique Mendiberri
La madre de un adicto tresarroyense sumó más preocupación a su ya doloroso presente. A la conocida ausencia de un lugar adecuado para tratar adicciones a la droga en nuestra ciudad, sumó la existencia de una restricción de acercamiento a su hijo por 90 días, después de haber intentado sin éxito una internación compulsiva en el área de salud mental del Hospital Pirovano.
Desesperada por la realidad que la golpea, se acercó a la redacción de LA VOZ DEL PUEBLO para compartir su historia, generar conciencia y, sobre todo, buscar una alternativa más para ayudar a su hijo.
Una lucha que, según mencionó, la llevó a vivir amenazas por parte de un vendedor de drogas que proveía de estupefacientes a su hijo y llegar a disponer de un botón de pánico frente a una actitud desesperada que la impulsó a identificar de distintas maneras a personas dedicadas a este negocio ilegal.
Con el objetivo de preservar su identidad y la de su familia, de común acuerdo elegimos llamarla Pilar.
Sentada de espaldas a la cámara, acepta ser filmada con reservas de edición, y comienza su relato: “lo primero que hay que saber es que (el consumo de drogas) es una enfermedad que no tiene cura. Que es una lucha constante de por vida. Acá en Tres Arroyos no tenemos nada para tratar adictos. Lo único que tenemos es el grupo Yo Activo, que son dos psicólogas sociales especializadas en adicciones que trabajan a pulmón”, dice antes de referirse al intento fallido de judicializar la situación de su hijo, “en la primera instancia fue imposible y, en la segunda, lo atendió ‘el Riojano’ (elige llamarlo por su sobrenombre). Un médico del Hospital al que le relaté lo que me había ocurrido. Lo hace pasar a mi hijo y me dice ‘te invito a internarlo’. En ese caso, actuó mal desde el vamos, porque él tiene la facultad como para dejarlo internado. Voy al Juzgado, hago todas las presentaciones, y cuando lo fueron a buscar a su casa, él (por su hijo) se niega a ser trasladado y lo dejan ahí. Cuando es una internación compulsiva, tienen que ir con la policía, que actuó bien, pero la gente del Hospital aceptó dejarlo. Fue un fin de semana largo, de Carnaval, donde a una mamá le agarra miedo, porque sabe que toma un poquito de más y se te va”, recordó.
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Ese fue el paso previo al dictado de una medida perimetral sobre ella para con su hijo, “mi hijo es híper inteligente, mentiroso y manipulador, una característica que tienen todos los adictos. Para él todos están locos y el único que está bien es él. Te dice ‘no consumo desde tal fecha’ y sabes que es mentira. Entonces, aparentemente después de decir (a las autoridades) que él consume por mi culpa, el secretario del juez me puso una perimetral por 90 días y no me puedo acercar, siendo la única persona que iba a verlo cada tanto”.
Consumo problemático
Según Pilar, su hijo consume cocaína desde hace poco menos de 12 años, es padre de una criatura y tiene trabajo. Algo que le permite financiar su adicción, aunque cada vez con mayor dificultad, ya que las deudas contraídas son bastante grandes.
“Él no tiene la voluntad de internarse. La tuvo y duró muy poco. Me han dicho que en Tandil y La Plata los juzgados colaboran para judicializar a los chicos”, comentó haciendo referencia a una alternativa que analiza llevar adelante.
Mientras tanto, Pilar es testigo de momentos violentos, de mucha agresividad sin discriminación, en los que no faltó violencia de género y revelaciones estremecedoras, “él me ha dicho ´la droga me ha llevado a lugares que nunca imaginé’ y, después de escuchar el relato de su pareja, es escalofriante. Si alguna vez alguien le hace eso a mi hija, no sé lo que hago. Y no lo hizo una vez, lo hizo muchas veces. La chica lo denunció, pero él nunca estuvo detenido. Ha sido agresivo cuando tenía 19 años, pero yo no sabía a raíz de qué había sido. Porque las mamás nos damos cuenta de lo que pasa cuando ya está encarcelado con esos barrotes invisibles, porque ellos no quieren esa vida para ellos. Están encerrados, todo el día acostados, les gusta estar a oscuras. Cuando recién empiezan a consumir se tratan con gente, después se aíslan, se quedan sin amigos”.
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Amenazada
Ser testigo presencial de tanta destrucción, una día la hicieron tomar cartas en el asunto y enfrentar al proveedor de estupefacientes de su hijo.
“Después de ver que mi hijo no cambiaba, que era cada vez peor, me voy al barrio del vendedor y empiezo a preguntar entre los vecinos quién tenía un auto de tal color. Todos me decían que no sabían nada ¿Cómo no vas a saber quién tiene un auto de un color raro? Llego a tomar contacto con familiares suyos, pero el vendedor, que tenía las cámaras de seguridad, me hizo captura de ambos lados y le manda las fotos a mi hijo con un mensaje: ‘¿Esta es tu vieja? ¿Querés que aparezca en una zanja?’. Yo fui caminando sin celular y cuando llego de nuevo a mi casa, tenía más de 20 llamadas perdidas de mi hijo donde me decía ‘vos estás loca. Esto no es así, yo soy el problema, no él’ y le dije ‘que (el vendedor de droga) se dedique a trabajar, pico y pala, no a enfermar pibes. Porque hoy es mi hijo, pero hay un montón de mamás que están luchando con el flagelo de la droga”, justificó.
Estar amenazada en Tres Arroyos por un vendedor de drogas no parece ser una realidad afín a la idiosincrasia local. Sin embargo, para esta madre, no alcanzó para asustarla, “no tengo miedo y creo que ninguno que vende en Tres Arroyos le hizo nada a nadie. En todo caso, esa familia que está presa (por comercialización de estupefacientes) supo pegarle a chicos, pero yo no tengo miedo”
Esa amenaza la llevó a la Fiscalía, que le brindó un botón antipánico, y una advertencia, “siempre me brindaron seguridad, hasta que en un momento me pidieron que me detenga, porque me había agarrado como una obsesión, donde empecé a pasar por la casa de los vendedores, a sacar fotos, a anotar nombres. No voy a matar a nadie, pero yo quiero hacer todo lo posible para que mi hijo se rehabilite. Pero en Tres Arroyos no hay nada, ningún lugar para que se rehabiliten chicos, porque Salud Mental es más para depresión u otras cosas más psiquiátricas y la adicción es algo completamente diferente. Los chicos tienen que tener actividades”.
El desafío
“Yo antes decía ‘este chico no le pone voluntad’, aunque después, yendo a terapia, entendí que quería pero no podía”, dijo Pilar recordando los primeros síntomas de su lucha.
Ahora, el próximo capítulo continuará en la búsqueda de ayuda en otras jurisdicciones, “voy a insistir en judicializarlo. Voy a viajar para que él se pueda rehabilitar y se dé cuenta que hay una vida diferente”, y, antes de terminar, envió un mensaje a las madres que tienen sospechas o todavía no han advertido la existencia de un problema de adicciones en sus distintas formas y en el seno de su hogar, “a las madres les digo que estén atentas, que se fijen si les faltan cosas, porque también hay muchas adicciones. En estos tiempos, en el secundario, los chicos también hacen apuestas on line, la gente es adicta a sustancias, cosas y a personas. Y no entiendo como el Gobierno avala que actrices y famosos estén promocionando eso”, cerró.