“La imaginación es un músculo”
La novena edición de “Erase una vez…” tuvo su primera jornada con características muy interesantes en El Fanal. Una de ellas, la entusiasta participación de estudiantes de nivel Secundario. Así lo pudo apreciar el escritor Tomás Downey, quien luego de ser entrevistado por dos alumnas de sexto año, respondió muchas otras preguntas sobre su obra literaria.
En la apertura, el coro del Colegio Holandés interpretó dos canciones. Es dirigido por Marcela Palmieri, con el acompañamiento musical de Ceferino Carrera.
La feria del libro infantil y juvenil del Colegio Holandés contó además con la presentación de “La Operación Trigo”, encuentro en el que intervinieron su autor Franco Lucchetti y Diego Slagter, de Editorial Caravana.
En horas de la tarde, Downey dialogó con docentes y alumnos de profesorados. El programa ayer además incluyó un conversatorio brindado por Editorial Caravana y la participación de Lorena Hiriart con su libro “El dolor de Lola”.
Las propuestas de hoy estarán destinadas a nivel Primario con la intervención de la escritora Verónica Alvarez Rivera, mientras que a las 17.30 dará una conferencia la especialista en educación Victoria Zorraquin.
El horizonte
Downey es autor de los libros de cuentos “Acá el tiempo es otra cosa” (2015, Interzona); “El lugar donde mueren los pájaros” (2017, Fiordo); y ““Flores que se abren de noche” (2021, Fiordo). Junto a la tarea de escritor, se formó como guionista de cine -en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica-, es traductor y docente.
Ayer por la tarde, en un diálogo con este diario, dijo al referirse a las actividades que tuvieron lugar por la mañana que “nunca había estado en un auditorio con tanta gente. Los chicos habían leído muy bien mis textos y me hicieron preguntas súper interesantes, de verdad me dejaron pensando”.
Sobre el encuentro que por la tarde mantuvo con docentes y estudiantes de profesorados, observó que “fue mucho más íntimo e informal. Agradezco un montón el interés y la hospitalidad. Estoy muy contento, me encanta la feria, ver a la comunidad reunida en torno al libro y la lectura”.
Para quienes tienen ganas de escribir o ya lo están haciendo, dijo que “leer se los aconsejo a todos, porque escribas o no escribas te amplía el horizonte de tu mundo un montón. Veo mucho cine, series, pero la lectura te trabaja la imaginación de otra manera”: Al respecto, argumentó que “en el cine todo lo que ves en la pantalla, cuando estás leyendo lo proyectas adentro de tu cabeza, lo construís, doy fe de que ese ejercicio es muy enriquecedor”.
Tomás Downey, en esta línea de pensamiento, afirmó que “la imaginación es un músculo y se ejercita. Para los que les interese escribir, lean un montón y después paciencia, lleva tiempo encontrar la idea correcta, el camino, el tono, un montón de cuestiones”.
La paciencia -reiteró- integra una actitud necesaria “para corregir mucho, para pulir el material, también para lidiar con las frustraciones. Generalmente cuando uno escribe se enamora de la idea que tiene y a veces no sale tan bien”.
También expresó que “hay que aceptar la mirada de otro porque sirve, enriquece. Cuando un material no llega a buen puerto o una idea uno no se logra desarrollar del todo, prometo que eso queda en tu cabeza y que después termina siendo germen de otra idea. Nada se pierde, en un punto se recicla después. Es ejercicio, aprendizaje”.
El escritor machacó -palabra poco utilizada, pero precisa en este caso- una recomendación: “leer mucho”, así como “sentarse una vez por día, una vez por semana, el tiempo que puedan y seguir. Si tienen perseverancia el camino aparece”.
En sus cuentos busca generar sensaciones, imágenes que surjan en cada lector a partir del propio texto. En vez de indicar que el protagonista está triste o alegre, darlo a entender. “No decirle al lector lo que tiene que sentir, construirle el escenario, el espacio para que lo entienda por sí mismo, que llegue él a esa conclusión”, explicó.
Si se logra aplicar esta “máxima” literaria, que -aclaró Downey- no es propia pero adhiere, la relación que se establece con el texto es otra. Subrayó que “la diferencia es que si el lector lo entiende por su propia cuenta lo va a hacer carne, lo va a recordar, se involucra de otra manera. Va a construir esa imagen que vos le estás sugiriendo a su manera, con su reservorio de imágenes y recuerdos”.
Es bueno por esta razón “no llenar de adjetivos” un cuento, salvo que una circunstancia puntual o el perfil de un personaje lo requieran. “Un texto para mí es 50 por ciento del autor y 50 por ciento del lector, tenes que poner tu parte pero dejar un espacio. Si el texto está cerrado, es como una superficie pulida lisa, el lector no tiene por donde entrar. Debe haber como intersticios, grietas, para que pueda poner su parte, completarlo y hacerlo propio”, concluyó.