“La vida es laburo, laburo y laburo”
Salió adelante por sus propios medios en el sector privado, donde abrió Pizza 3 para esquivar una inminente crisis ocupacional mientras era bancario. Invirtió en La Perla pensando en el patrimonio cultural de Tres Arroyos y también fue parte del sector público como Director de Producción en dos gestiones de Carlos Sánchez. Juan José Etcheto es la persona indicada para entender las razones de apostar por lo privado sin descuidar nuestros valores por lo público
Por Enrique Mendiberri
¿Ser público o privado? Esa es la cuestión.
Como una reflexión shakesperiana del desarrollo humano en Argentina, por estos días la pregunta tiene lazos cada vez más fuertes en el espíritu nacional.
Por eso, en aquellos que viven en alguno de los dos ámbitos, pero conocen ambos, hay una experiencia que merece ser conocida.
Juan José Etcheto (65) es un tresarroyense hijo del ámbito privado, pero que supo transitar en el lado público del deber hasta que, por obra esa misma política, volvió al lugar del que es nativo.
En la actualidad, propietario de La Perla y Pizza 3, entre otros emprendimientos. Está casado con Rutk Kisbye, con quien es padre de Gonzalo, Martina y Victoria, sus tres hijos adoptivos y con quien, según él mismo, afirma, “sin ellos nada sería posible”, de niño fue testigo del sacrificado trabajo que su mamá, Carmen “Peti” Tucci, hacía con la costura tras el fallecimiento de su papá, Reynaldo “Poto” Etcheto, cuando tenía 53 años y él apenas 8.
Ausencias que no le impidieron vivir una infancia plena, donde conoció la raíz de la verdadera amistad. Algo que no percibe con frecuencia en las relaciones actuales, “la mayoría de los chicos iba a la escuela del barrio. Tenía un valor agregado muy grande a la hora de formar amigos. Desde temprano jugaban a la pelota, después iban a la escuela juntos. Hoy, mis principales amistades son todas que se hicieron en el barrio y con quienes compartimos todas las vivencias de chicos”.
Después de ser protagonista de momentos inolvidables para la vida cívica de Tres Arroyos, como ser parte de la primera promoción del nuevo edificio del Colegio Nacional, sus tíos le dieron la posibilidad de irse a estudiar ingeniería civil. Pero la conciencia de dejar a su mamá sola siendo hijo único, hizo que se vuelva a Tres Arroyos y busque trabajo para quedarse cerca de ella.
Fue así que empezó a desempeñarse como empleado en la envasadora de vinos De Francesco, donde estuvo hasta que llegó la oportunidad de poder rendir un examen para trabajar en el Banco Comercial. Una de las metas más deseadas de los tresarroyenses de aquellos años era entrar a trabajar ahí, en una época donde casi todo era todo privado.
LVP: ¿En aquella época se hablaba de la posibilidad de entrar a trabajar en el sector público?
Juan Etcheto: No. Lo deseado era trabajar en el Banco Comercial, Celta y Cooperativa Agraria. Uno veía y quería el desarrollo de las personas que entraban a trabajar ahí. Entrabas a trabajar y te jubilabas ahí. El deseo siempre fue ese, la seguridad y el bienestar que te permitía crecer. No costaba nada abrir una cuenta corriente en un negocio.
Después de un examen muy duro, logré entrar para lo que era venta de tarjetas de crédito. Fue empezar a ir a los negocios a ofrecer algo que no existía y en lo que había que entrar. Era duro, pero era lo que se venía.
Ser bancario le hizo vivir una etapa muy difícil del país para el sector, donde los bancos caían, pero el Comercial se sostenía con el 65% de la operatoria bancaria de Tres Arroyos. “Si bien fue un proceso doloroso, porque en el camino quedaron varios compañeros, siguió subsistiendo hasta que lo compra el Lloyds Bank, en el año ‘98”, cuando ya era gerente de operaciones vivió momentos duros, como cuando tuvo que comunicar a propios compañeros de 20 años de antigüedad que tenían que dar un paso al costado.
Previendo que se podía quedar sin trabajo, en 1994 tomó la decisión de encarar su primer emprendimiento, “me dí cuenta que tenía que hacer algo porque si salía del banco no podía hacer otra cosa. Entonces le dije a mi amigo Roberto Balda y su señora, junto con la mía, vamos a poner una pizzería. Así, en el año 1996 inauguramos Pizza 3”.
LVP: ¿Sabía algo del rubro?
JE: “De corajudos nomás empezamos a buscar gente. A estudiar el mercado. Iba a Don Peppone a pedir pizza dos veces por semana, me paraba enfrente con el auto, hacía investigación de costos, de ingresos de clientes”.
LVP: ¿Cuánto había de certeza en que ese negocio iba a andar bien?
JE: “Cuando pasas los costos fijos el margen es grandísimo. Pero a la hora de hacerlo, no todo es harina y agua, pero algo había que hacer. Entonces arrancamos en un sótano, las masas se hacían ahí. Se hacían las dos de la mañana y estabas trabajando ahí. Al otro día a las 6, había que estar en el banco. La vida es laburo, laburo y laburo. Sigue siendo y va a seguir siendo así”.
Cuando el Banco Patagonia compra el Lloyds, su socio Roberto Balda quedó afuera. La predicción se hizo realidad y fue cuando llegó la hora de seguir más de cerca aún el negocio gastronómico. Se muda a la actual dirección en Moreno.
LVP: ¿Cómo impactaron en la sociedad empresaria tantas crisis en el banco?
JJE: Pasamos el efecto Tequila, el Corralito, un montón de cosas que nos fortalecieron como grupo humano. Porque tuvimos tiempo de desarrollar. Si vos tenías que destinar la indemnización a un emprendimiento, como les pasó a varios, pero también tenías que sacar plata para comer, es muy complejo”
LVP: ¿Qué tiempo se necesita para saber si un emprendimiento es viable?
JJE: Para mí son dos años. No se puede tener expectativas de crecimiento. Primero porque tenés la época del conocimiento. Muchas veces, la inexperiencia, por ejemplo, cuando hay que achicar gastos, nos lleva a suspender la publicidad. Cosa errónea, porque es donde más tenés que invertir cuando más crisis tenés, porque no lo visualizás. Tenés una etapa de maduración y otra de aprendizaje interno, para identificar el nicho que querés atacar y después empezás a crecer de a poco”.
LVP: Después de tantas experiencias en el sector privado ¿Cómo llega al público?
JJE: Para mí la participación en lo público tiene que ver con determinado momento de la vida y el tipo de actividad que uno hace. Además de tener que dedicarse de tiempo completo.
LVP: ¿Le gustaba la política en ese momento?
JJE: “Siempre hicimos política social, por ejemplo en Olimpo. Cuando me llega la oportunidad (de ingresar al sector público), fue de la mano de Carlos Sánchez y para ser Secretario de Producción, en reemplazo de Guillermo Salim. Un área muy afin a mis conocimientos y lo hice durante siete años con un equipo de trabajo fantástico que supo aprovechar la mayor cantidad de programas gracias a la fortaleza de Carlos Sánchez, que siempre fue un animal de trabajo junto a quien aprendí mucho. Pude ver cómo siendo efectivo se podía ser útil para un montón de gente”.
LVP: ¿Cuándo decide dejar todo eso para volver a lo privado?
JJE: “En realidad no lo quiero dejar. Después de la derrota en las legislativas de ese período de Sánchez (2017) fue un impacto fuerte y hubo una situación con el director de Turismo que está hoy, que es Pablo Ledesma, quien es mi amigo, y que me enteré que lo habían sacado del sistema estando yo en una reunión en Buenos Aires. Hablé con Sánchez, dije que habían sacado a un empleado mío sin decirme nada y, si esto era así, decidí irme”.
LVP: ¿Ese fue el límite de un profesional privado en la política?
JJE: “Ahí empieza la parte personal de cada uno. Nunca tuvimos idas y vueltas. Siempre nos dijimos las cosas de frente, para eso estamos los secretarios y directores. Para decirnos ‘yo considero que esto es así. Después cada uno toma lo que cree más conveniente.
LVP: ¿Cómo fue volver al sector privado?
JJE: “Volví al desarrollo de todo esto. Pero también soy un agradecido de la parte pública, porque te permite desarrollar lo que queres, conocer gente”
LVP: ¿No la extraña? ¿En lo privado también hay una manera de hacer política?
JJE: “En el medio apareció esto de La Perla, que también fue un desafío importante, donde tiene que seguir el ‘ser tresarroyense’, porque él tenía ofertas para vender La Perla en ese momento al doble del precio que teníamos pensado nosotros, pero para cerrar La Perla. Damián Arévalo nos dijo ‘la abrió y fortaleció mi viejo, por eso no la quiero cerrar’. Y esta historia tiene un lado sentimental. Trabajamos en el Banco Comercial, donde eran 120 y, de repente, quedaron 12 personas. La Previsión, que no desapareció del todo pero porque tuvo suerte de que la haya comprado La Mercantil. Vizzolini desapareció. El Frigorífico también. Son cosas que vas perdiendo como tresarroyense y que te invitan a tomar el desafío. Una vez adentro, es mayor de lo que uno esperaba”.
LVP: ¿El Estado absorbe necesidades impropias?
JJE: “Si, lógico. Necesitamos un mayor compromiso de la sociedad y participación. Tenés que dedicarle unas horas extras a lo normal porque hoy la demanda de la sociedad es mucho más fuerte. A veces, el Estado crece, pero es a través de la misma demanda”.
LVP: ¿Por qué no se ven tanto este tipo de actitudes de los privados hacia la defensa de recursos o instituciones emblemáticas, por ejemplo?
JJE: “Porque muchas veces la política pública está mal vista y también la política privada. Yo creo que tiene que ver con la falta de compromiso de la gente y se ve, por ejemplo, en las comisiones de los clubes, donde hace un montón de años somos los mismos que empezamos. En las cooperadoras de los colegios hay dos mil alumnos y son diez. En las Cámaras no hay dos listas”.
LVP: ¿A dónde puede llevarnos eso?
JJE: “Nos hace cada vez más individualistas y eso es peligroso”.
LVP: ¿Y cómo país?
JJE: “Una vez me dijeron, en la política nacional, el lugar que no ocupas vos, lo ocupa otro. Algo de eso creo que está pasando hoy en Argentina”.