Las motivaciones industriales de Don Arturo
Arturo Eduardo Meléndez es uno de los habitantes más antiguos del Parque Industrial. Con Agro Industria Tres Arroyos desarrolló con éxito una producción que hoy le permitió diversificarse. Sin embargo, no todo fueron rosas en el camino. Anécdotas y enseñanzas de un industrial tresarroyense en vísperas de una jornada homenaje a sus trabajadores
En vísperas de un nuevo Día de la Industria cobran relevancia historias como la de Arturo Eduardo Meléndez.
Este tresarroyense de 80 años es un industrial de los agroalimentos, donde conoció el piso y hoy vive en el cielo de un respaldo económico que, por estos días, le permitió darse el lujo de diversificar en la denominada “industria sin chimeneas” como lo es el turismo. Asegura que la clave del éxito está en ser constante y saber rodearse de colaboradores fieles a la cultura del trabajo y la responsabilidad.
Arturo Meléndez (80) está casado hace 51 años con Maria Rosa Escudero, la vicepresidenta de Agro Industria Tres Arroyos, una firma que creo con los pocos conocimientos que le dejó la escuela hasta los 15 años, el servicio militar y una vasta experiencia de 60 años de actividad en el campo de Arturo padre, y otro emprendimiento junto a su hermano.
Con María Rosa tuvo tres hijos, Andrés, María Eugenia y Florencia, a quienes considera pilares fundamentales de la recuperación y revancha que le dio la vida.
La historia comenzó cuando tenía 15 años y su padre le propone hacerse cargo del 50 por ciento de Granisol junto a su Roberto. Granisol era una empresa que le garantizaba la provisión de cereal a una firma agroalimentaria nacional. No funcionó, por eso él y su hermano Roberto, fueron por el 50% restante de Granisol. Se afincaron en San Lorenzo 950 hasta que la ejecución de una garantía los dejó sin nada, campo incluído, a mediados de los ’80.
Fue la antesala del nacimiento de Agro Industria Tres Arroyos, la procesadora de materia prima que formó en 1990 en soledad y hoy produce avena arrollada, quaker y cebada perlada, entre otras materias primas para varias firmas agroalimenticias nacionales.
El éxito de esa empresa, le permitió además crear el Hotel Los Silos y hoy aguarda ansioso el final del anexo “Terrazas del Este”. Un proyecto hotelero y turístico en el extremo este de Tres Arroyos, con pileta climatizada, entretenimientos y excursiones programadas en paquetes turísticos. Pero Arturo dice que no está cansado.
LVP: Pasaron 25 años entre los primeros pasos en Granisol y Agro Industria Tres Arroyos. ¿Son el tiempo necesario para iniciar sin fisuras una empresa de esta magnitud?
Arturo Meléndez: “Puede ser, sobre todo si no tenés nada de experiencia. Yo venía del campo, no sabía ni sacar costos. Todo lo tenía que idear yo solo. Soy medio creativo. Cuando una cosa me gusta, la pruebo, si me sale mal, no la hago más y pruebo con otra. Me he equivocado 50.000 veces, pero no porque me equivoque, la abandono. En la actualidad tengo un emprendimiento hotelero en avenida Monteagudo. Primero iba a ser un hogar para la tercera edad, lo analicé, me dí cuenta que no era lo mejor, y lo adapté a un hotel”.
LVP: ¿Dónde está el secreto de poder desarrollar con éxito distintas industrias?
AM: “Siempre digo que mi mayor mérito está en la posibilidad de formar un buen equipo de trabajo. En la actualidad lo conforman 47 empleados de los rubros. Acá (por Agro Industria) hay 30 y tantos y el resto los tengo distribuidos en la construcción: albañiles, electricistas, carpinteros. Armar ese equipo me costó mucho, tuve muchos contratiempos hasta poder sacar la gente mala”.
LVP: ¿Cómo se da cuenta cuándo está ante un “malo”?
AM: “Es el que tira para atrás. Cuando vos tenés que hacer un gol en un arco y uno la tira para otro lado, a ese te lo tenés que sacar de encima rápido”
LVP: ¿Por qué cree que hay gente mala en ámbitos laborales?
AM: “Por la propia maldad o porque no la interpreta. Al bueno le abren las puertas en todos lados. El jodido es un tipo corto nomás, al que se le calienta fácil la cabeza. Yo logré desterrar lo malo, empecé a incorporar lo bueno y ahora es al revés. Cuando quiere entrar uno malo, los mismos buenos te lo sacan”.
LVP: ¿Cómo nace la diversificación con el hotel Los Silos?
AM: “Lo de acá (por AITA) lo dejé en buenas manos. Tengo encargados de materia prima, de mantenimiento, de ventas y cobranzas, campo y mis tres hijos. Tengo la tranquilidad de que el día que me vaya, sigue todo en marcha”
LVP: Hoy disfruta de la tercera edad tranquilo. Reinvierte lo que llama “el rebalse” de la vaca lechera que es Agro Industria Tres Arroyos. Sin embargo, en su historia no abunda la prosperidad. ¿Cómo es quedarse sin nada tras haberlo tenido todo?
AM: “En un momento tuvimos una deuda impagable y perdimos el campo. Nos quedamos sin nada. Es duro. Cuando vos llegas a un lugar donde cargaste combustible toda la vida y un día te dicen ‘si no traes la plata no cargás más’. ¿Sabés cómo se sufre? Encima con los chicos chicos. Yo no tengo títulos. Lo único que tenía era el de tractorista. Fue el momento más duro de mi vida. Mi papá tenía 75 años y se la bancó”.
LVP: ¿Cómo se las rebuscó?
AM: “Hacía chorizos, criaba chanchos, cuidaba vacas en la calle. Para los que no tenemos estudios, el campo no deja de ser una escuela, una universidad”
LVP: ¿Cómo fueron los tiempos previos a Agro Industria?
AM: “Tenía los clientes que conocía de cuando Granisol andaba bien. Entonces yo les vendía y, cuando venía acá, no tenía plata para comprarles la materia prima. Entonces ahí aparecen los amigos y los que eran amigos y se borran. Porque es el momento donde vos necesitás credibilidad, entonces te dicen ‘yo le vendo a otro’ y también aparecen los tipos buenos, como Cacho Menna, Coco De Mateo, Martínez…”
LVP: ¿Dónde está la clave?
AM: “En la constancia, no desmoralizarse y tener la mentalidad que te permita mantener la ilusión. Que cuando una cosa te va mal, inventes otra. Vos siempre tenés que tener una zanahora adelante, que te lleve de tiro”.
LVP: ¿Cuál fue su zanahoria en aquel momento?
AM: “Hice el primer alfajor salado en el año 2000. La base era de trigo Burgol amasado con carne, saborizado a jamón, con condimento y forma de alfajor. También le daba un baño de aceite hidrogenado y sabor de cuatro quesos. Lo abandoné porque choque con la logística de distribución y lo cambié por las barritas de cereal”.
LVP: ¿Qué pasa cuando se pasan tantos años atrás de un proyecto y se cae por algo como la burocracia?
AM: “Te la mascás, tragás saliva y seguís”.
LVP: ¿Cómo fue su llegada al Parque Industrial?
AM: “En (la calle) San Lorenzo los vecinos llegaron a juntar firmas para que me vaya. Que el ruido, que el olor, mientras yo salía a juntar firmas preguntando ´¿A quién no le molesta el humo?´ Y así fui tirando hasta que compré el lote acá”.
LVP: En 60 años pasó todas las etapas políticas del país habidas y por haber. ¿En cuál se sintió más cómodo?
AM: “Ahora mi vida es mejor. Estoy piola, me levanto a la mañana a recorrer. La fábrica está andando muy bien. Desde 2015 tengo completo mi equipo de colaboradores. Las máquinas productivas se hacen acá”.
LVP: ¿No le presta atención a la macroeconomía del país?
AM: “Ahora no, pero cuando andaba mal sí. Veía esas injusticias, de que venga la Afip y tengas que pagarle para que no te embargue sin que le importe cómo le vas a dar de comer a tus hijos, cómo vas a pagar los sueldos”.
LVP: ¿Hay que delegar mucho para lograr el manejo administrativo de un hotel, una fábrica y demás sin estudios?
AM: “Creo que tengo un don y suerte también. Cierro los ojos y veo el proyecto. Son cosas que no se pueden decir porque son muy de cada uno”.
LVP: ¿Cuál es el detalle más complicado que ve hoy en el horizonte?
AM: “Capaz que la importación mataría un poco lo nuestro, pero en los grandes. Acá puede afectar a las empresas que son proveedoras de Arcor, de Granix, que ya empezaron a importar. Si esos se te retiran, te complicás”.
LVP: ¿Y si eso implica una baja en el precio de los productos en mostrador?
AM: “Si, pero esto también pasa por otro tema. Por ejemplo, Chile ha invertido mucho en genética. Nosotros necesitamos dos kilos de avena para hacer un kilo de mercadería. Chile, consiguió en genética, a parte de más rendimiento por hectárea, avena casi sin cáscara. Algo que le permite ser mucho más barato, porque no tiene desperdicio. Es como si yo usara un kilo 300 para hacer lo mismo que con dos. De esa manera, se achica el costo y puedo vender más barato. Igualmente, creo que todos los gobiernos son lo mismo. La burocracia está enquistada en quien nos manda”.
LVP: ¿Lo han invitado a estar en política a lo largo de su carrera?
AM: “Por ahí para la foto, pero no. Yo la veo muy engorrosa a la política, muy sucia. No te dicen la verdad”.
LVP: ¿Nunca pensó en pedirle ayuda a un político?
AM: “A mí, por ejemplo, Carlos Sánchez me ayudó cuando hacía el hotel, porque había una legislación del año ’39 donde los hoteles no podían estar en ciertos lugares. Como yo tenía el terreno ahí (en la calle San Lorenzo 950), no podía hacerlo en otro lado. Entonces Sánchez creo un decreto que justificó su creación basándose en la existencia cercana de la terminal de ómnibus y me dejó hacerlo. Era una legislación del año ’39. ¿Qué pasa si te encontrás con alguien sin ganas de cambiar eso?”
LVP: ¿Cuándo piensa descansar?
AM: “Por ahora no. Mientras estos (por sus colaboradores) me lleven de tiro, no. Ellos tienen la culpa”
LVP: En vísperas de un nuevo Día de la Industria, ¿qué reflexión le deja tantos años de experiencia?
AM: “En este momento soy feliz, puedo mantener ese nivel y disfrutarlo mientras lo tengo cerca. Gracias a Dios lo puedo llevar, tengo un grupo de colaboradores que cuando no vengo, me extrañan (risas). Hay que mirar para adelante. Para que haya futuro, tiene que haber un cambio cultural. La cultura del trabajo está golpeada. Los castigos no deben ser parejos. Al que tira para adelante no hay que ponerle palos en la rueda y al que va para atrás que se jorobe”.