Lucio, el amigo que disfruta en la cocina
Junto a Miguel San Román, colaboran en las tallarinadas a beneficio de instituciones. “Precisás muchos voluntarios, se hace en equipo”, subraya. Integra con su esposa el CAS Fortín Machado, donde también es un referente gastronómico; y durante tres décadas formó parte de Costa Sud. En el Día del Amigo, destaca el vínculo social que se genera en cada encuentro y el valor de multiplicar los lazos
Por Alejandro Vis
Lucio Giuliani siente satisfacción al hablar de la amistad. A los 81 años, sumó muchas experiencias compartidas en instituciones y a través de la colaboración en tareas gastronómicas, actividad que realiza actualmente junto a Miguel San Román.
“¡Para eso estamos!”, expresa con alegría cuando describe la manera en que organizan la ayuda al momento de cocinar. Deja en claro que siempre se hace en equipo, son necesarias muchas manos voluntarias y predispuestas.
Desde el año 2004 forma parte del CAS Fortín Machado. “Mi padrino es Héctor Asef, quien vive pegado a mi casa -puntualiza-. Me comentó acerca de la propuesta de incorporarme, me gustó y ahí empecé”. Recuerda Lucio que por entonces “el socio era el varón, después se empezaron a hacer socias las mujeres. Mi señora Isabel Cofone también es integrante, los dos estamos desde esa época. Por suerte, en el club se trabaja mucho en actividades de servicio”.
Es uno de los referentes de la cocina en la mencionada entidad y en forma paralela, interviene en tallarinadas a beneficio. “Estuve durante 30 años en la comisión directiva del Club Costa Sud. Me enseñó mucho a cocinar Emilio Cervini, éramos muy compañeros”, señala.
La participación más reciente tuvo lugar en la tallarinada de la Comisión de Reyes Magos, el domingo pasado, en el salón de Bomberos Voluntarios: “Hacemos una dupla con Miguel San Román para dar una mano a las instituciones. Trabaja un grupo de gente, esta vez estuvieron con nosotros integrantes de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen. Precisas muchos colaboradores, hemos cocinado hasta para 600 personas”.
Lucio cuenta que “a Miguel lo conozco hace mucho tiempo, aproximadamente 20 años. Nos llevamos muy bien, nos entendemos, es un gran amigo. Además está también en el CAS”.
En las tallarinadas “te encontrás con mucha gente, hay un vínculo social muy lindo y positivo. No me quedo quieto, me gusta estar cuando nos convocan”. Y agrega sonriendo que “nunca hacemos para 5 o para 10 personas, son asistencias grandes. Cada encuentro son 100, 150, 200 o 300 personas, conoces a muchas familias. He perdido la cuenta sobre la cantidad de tallarinadas en las que hemos participado, hace bien porque sentís que podés ayudar”.
Del mismo modo, forma parte de un grupo que se denomina “los pibes del Carmen. Nos juntamos una vez por mes y nos turnamos para cocinar, el último miércoles casualmente estuvimos reunidos y colaboramos un poco también con la parroquia, en el fogón de Centro Estrada”.
Dentro de las responsabilidades que le otorgaron, presidió en dos ediciones de la Comisión Ejecutiva de la Fiesta Provincial del Trigo. También fue concejal por el Movimiento Vecinal y sigue trabajando en la herrería y carpintería de la Municipalidad, donde “tengo un grupo personas a cargo. Eso me mantiene activo”.
El Oriverde
Se siente bendecido porque con Isabel tuvieron dos hijos: Gabriel, quien es juez; y Andrea, que se desempeña “en el Juzgado Federal de La Plata, en la parte electoral”.
Su vínculo con Costa Sud se profundizó cuando Gabriel jugaba al básquet en la categoría cadetes, hasta que partió de nuestra ciudad para estudiar abogacía. “Dejé de participar en el club hace poco más de diez años, pero estuve mucho tiempo. Cuando se hizo el gimnasio ya teníamos la fábrica de muebles (Centauro amoblamientos) con mi hermano Héctor, pusimos el piso de madera, eso nos llevó 36.000 vises. Como le habían colocado un nylon abajo, con el tiempo la madera se echó a perder y tuvimos que levantarlo todo y volver a instalarlo”, rememora.
El trabajo
Su padre se llamaba Lucio -heredó su nombre-, era inmigrante italiano, y su madre Veneciana Codagnone, quien nació en Benito Juárez. Relata que “mi papá vino cuando tenía seis años. Tuvo una quinta en Olivero Duggan, en una zona donde están los silos, pero falleció muy joven a los 56 años. Mi madre también trabajaba ahí, cuando con mi hermano integrábamos como empleados la firma Mancuso los fines de semana hacíamos distintas tareas en la quinta. Llegó un momento en que no pudimos seguir, vendimos y con el tiempo pusimos la fábrica, gracias a Dios nos fue muy bien”.
Comparte una anécdota. A su madre, cuando tenía 20 años “la llamaron para hacer el servicio militar, porque mi abuelo la había registrado como Veneciano”.
Cuando Lucio terminó la escuela primaria, le preguntaron si quería estudiar o trabajar. Tomó la segunda opción, inició la etapa laboral en la adolescencia, durante 12 años formó parte de mueblería Mancuso y produjo durante 40 años muebles en Centauro. Algo he aprendido”.
Es el hermano menor, la mayor era Delia y luego llegó a la familia Héctor, ambos ya fallecidos. “Cuando no estuvo mi hermano Héctor, generé otra sociedad para continuar, pero después debí cerrar la fábrica”, explica. En tanto, la desaparición física de Delia ocurrió en abril pasado, tenía 95 años.
Pudieron crecer y avanzar con mucho esfuerzo. Comenta que “tuvimos hasta 18 empleados con mi hermano. Fue algo inesperado, porque los dos integrábamos el personal de Mancuso. Contamos con la suerte de encontrar a dos personas que eran Raúl y Roberto Vago, les interesó hacer la fábrica de muebles, nosotros realmente habíamos incorporado conocimientos sobre el rubro. Tuvimos que pedir un crédito en un banco y ahí empezamos una sociedad con ellos”.
Durante la entrevista, menciona que “con Mancuso hemos realizado muchos trabajos para La Voz del Pueblo y algunos con Centauro. La empresa funcionó muy bien, pudimos hacer cantidad de muebles para muchas familias, firmas, emprendimientos y otras organizaciones”.
Para celebrar
Hoy se festeja por la amistad, lazos tan especiales que constituyen regalos de la vida. Lucio se refiere nuevamente al ámbito de camaradería en el CAS Fortín Machado, que “es padrino de una escuela de frontera. Con Miguel San Román hacemos autitos y otras cosas para llevar a los chicos, lo fabricamos nosotros”.
En relación con la gastronomía, están presentes en su memoria “los veranos en que cocinamos una paella con el club en Claromecó, cada edición era un poco más grande, hasta 300 porciones. Se interrumpió luego de que falleció Roberto Pissani, fue el promotor de hacerlo, se colaboraba con instituciones educativas de la localidad”.
Por esta fecha, habitualmente se reúne “con un grupo de 4 o 5 matrimonios. Nos encontramos seguido, esta vez brindaremos seguramente por la alegría de ser amigos. Y pensaré en tantos vecinos con los que se generó una relación muy cordial en las tallarinadas, en ocasiones en que nos juntamos para cada uno ayudar desde su lugar. Es muy gratificante”.
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