Murió el lobito nacido en Claromecó
El delfín en Mar del Tuyú y ahora el lobito marino de Claromecó. Dos situaciones consecutivas donde el accionar humano provoca que las especies nativas de la costa argentina mueran. El veterinario Enrique Groenenberg marcó que “no estuvimos la altura como seres humanos de haberlo protegido”
Una triste noticia invadió Claromecó recientemente. Lo que hace algunas semanas causó tanta alegría, como lo fue el nacimiento atípico de un lobo marino de dos pelos en la costa de la localidad, falleció tan solo diez días después, y es muy probable que el ser humano haya influido en que esto pase.
Cuando este nacimiento ocurrió, se hizo hincapié en la importancia de preservarlo. Recordamos las palabras de Gabriel Francia en este medio hace tan solo una semana: “Somos privilegiados de tener ese nacimiento en Claromecó, deberíamos estar pensando en qué nombre ponerle al lobito, en lugar de estar molestándolo”.
Las fotos, la curiosidad, frente a estos animales marinos, se traduce en maldad. Quien cercioró el fallecimiento de este cachorro fue el veterinario Enrique “Ticho” Groenenberg junto con el guardafauna de Claromecó, Juan Gasverde. Fue cuando, tras un aviso de un vecino, acudió al lugar donde se encontraba, y confirmó que falleció por falta de lactancia.
Al ser consultado por La Voz del Pueblo, Groenenberg explicó que estuvo presente incluso en el momento en el cual nació este pequeño lobo marino: “Yo siempre bajo en esa zona, esa mañana llegamos juntos con el guardafauna Gasverde y me dice del nacimiento de este lobito de dos pelos. Era hermoso verlo porque todavía andaba con la placenta a la rastra, que es normal hasta que se le desprende”.
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Luego buscaron cercar o delimitar la zona por donde el lobito se movía junto a su madre, ya que los primeros días son fundamentales para que genere un vínculo con su madre: “Con el guardafauna pusimos carteles de advertencia, y yo me quedé ahí, porque bajo siempre, y me quedé toda la mañana avisándole a la gente que por favor se retirara, que dejaran el espacio necesario para que la loba y su cachorro estén tranquilos”.
Incluso a la hora de delimitar este sector, había que hacerlo con sumo cuidado, debido a que cualquier ruido podía molestar a la mamá: “Decidimos vallar con una cinta de naylon, lo cual fue un error, porque se levantó viento, empezó a hacer ruido y se asustó la loba, que se fue al mar, pero a los pocos minutos volvió”.
Después del estrés y el cansancio del trabajo de parto, la loba descansó, hasta que un tiempo más tarde se acercó a su cachorro para amamantarlo: “Durmió un rato largo y cuando el mar empezó a subir, las olas despertaron la loba, que nadó y salió más cerca del cachorro, donde podía escucharlo, y se fue arrimando hasta que se recostó y cuando yo me retiré lo estaba amamantando. Esto me dio una alegría bárbara, porque es muy importante la toma de calostro”.
Con el pasar de los días, el mal accionar humano ya se hizo presente. Cuando Groenenberg bajó por esta zona nuevamente y se encontró con personas que no respetaban el vallado: “Al otro día fui, y como sabía dónde estaba, estacioné bastante lejos. Habían puesto postes demarcando un área con arena levantada, que parecía bien visible, pero bueno, una persona no tuvo palabras muy favorables hacia mí, pero yo traté en todo momento de inculcarle a la gente que debíamos dejarles espacio, son mínimo 20 metros para que la loba y su cachorro creen el vínculo de madre e hijo”.
-¿Por qué es tan importante que tengan espacio para crear el vínculo? Enrique explicó que “de esa manera, una vez que se crea el vínculo, la madre entra a comer, vuelve y encuentra a su hijo siempre el mismo lugar”.
Tras ausentarse unos días, Groenenberg al regresar a Claromecó, fue a la zona donde se encontraba el lobito junto a su mamá y se encontró con una imagen desgarradora: “Volví y lo entré a buscar y no vi más a la madre. Hablando con gente que baja mucho por ese lugar, me contaban que habían actuado sobre perros que se habían arrimado al cachorro, gente que cuando la madre venía se iban a sacar selfies. Hubo mucha gente que interfirió y lamentablemente el cachorro murió. Cuando lo vino a retirar el guardafauna, le abrimos la panza y dentro del estómago no tenía leche y los primeros meses de vida no se alimentan de otra cosa. Si no tiene leche es porque no tomó, entonces la madre se retiró”.
¿Fue culpa por la intervención humana? No se puede asegurar, pero es un gran aliciente para que huya del lugar: “No lo puedo aseverar, pero creo que fuimos parte importante de que la madre haya abandonado a su hijo, y que se haya retirado. No generó el vínculo con su cachorro, después la madre lo termina abandonando y el cachorro no toma la leche necesaria. En este caso la madre lo reconoció porque le dio calostro, pero debe mamar dos o tres veces por día. Si eso no ocurre, llega un momento que se muere por falta de comida. El hecho de que no tenga leche dentro del estómago deja en claro que no mamó”.
La falta de respeto ante la fauna marina es grave, ya que es el ser humano quien incursiona dentro de su hábitat natural: “Nosotros, como seres humanos, y por la capacidad que tenemos de movernos, vamos y nos metemos en el espacio de ellos. La fauna marina es la que vive ahí. Nosotros somos los que llegamos. Hoy los lobos no están, pero mañana pueden estar acá, podemos tener una lobería, y agradecidos deberíamos estar y preservarlos. Dejémosle ese espacio, es el hábitat de ellos, nosotros incursionamos y estropeamos su lugar con nuestra basura. Era muy sencillo, había que dejarlos tranquilos y solos. Un espacio de 20 metros nada más. La foto con zoom era lo mismo que arrimarse”.
Preservar a las especies silvestres no significa abandonar las playas. Tenemos la suficiente superficie como para coexistir: “Las playas que tenemos en Claromecó son demasiado amplias como para que podamos disfrutarla tanto las personas, como también dejar el espacio necesario a los animales, era correrse unos metros para que la loba estuviera tranquila con su cachorro”.
Para finalizar, hizo hincapié en lo importante que es aprender a respetar a los animales con los que convivimos, y que el fallecimiento de este cachorro es un suceso lamentable: “Me dio mucha pena, porque lo vi nacer prácticamente, lo vi cuando se arrastraba buscando a la madre. Era un placer verlo, una cosita chiquitita, tan agradable, tan grácil y tan lábil. Lamentablemente, no estuvimos la altura como seres humanos de haberlo protegido”.