“Necesitamos un marco de estabilidad que nos permita mirar el horizonte”
El contador tresarroyense Guillermo Rossotti y su esposa María Saavedra, constituyen un ejemplo de emprendimiento y creatividad familiar. Ambos impulsaron en Tres Arroyos la industria olivícola al crear el primer olivar del distrito; una actividad no tan lejana pero propia de la región vecina de Coronel Dorrego.
Fue con Garbo, el primero de sus tres ejes productivos, los cuales lograron su coronación con la obtención de Fincas Rumaroli (el otro es Las Marías), el más grande y dueño de la marca que hoy ganó premios internacionales de calidad, mientras espera su tiempo para comenzar a exportar.
El profesional, que también tuvo un breve paso por la gestión municipal como Secretario de Desarrollo Económico, aceptó participar del nuevo espacio de entrevistas digitales de LA VOZ DEL PUEBLO, y se refirió a la economía y su impacto en Rumaroli, la gestión pública y el futuro que nos depararía a los argentinos la estabilidad económica.
“Esta actividad nace como una iniciativa de mi esposa y yo, que por curiosidad e instinto de aprender, hemos iniciado en el año 2015 con la firma Garbo, que es el primer olivar que existe en el distrito de Tres Arroyos y, con posterioridad, hemos ido creciendo en escala y tamaño a medida que pasan los años. No tenemos una historia detrás de la olivicultura, es todo novedad y novedoso”, así comenzó una charla que, para quienes deseen disfrutarla en video, pueden acceder al canal de YouTube del diario en el marco de la Actividad Empresaria.
LVP: ¿Cómo nace la idea de invertir en una actividad productiva que no es propia de este distrito?
GR: “De alguna forma, Garbo está en el límite de lo que es Dorrego y Tres Arroyos, a orillas del río Quequén, que divide a ambos partidos. Entonces, como teníamos algunos datos del lugar dónde estábamos, los beneficios por su cercanía al mar, el régimen de lluvias, el comportamiento que tiene el clima a lo largo del año en esa zona, fueron todos aspectos agronómicos que tuvimos en cuenta al momento de decidirnos. En esa zona se da un microclima que hace que la calidad de los aceites de oliva sea de una excepcionalidad que se distingue en el mundo”.
LVP: ¿Falta mucho para que las exportaciones lleven Rumaroli al mundo?
GR: “No exportamos por una cuestión de escala. Estimamos que podremos hacerlo dentro de dos años. Ahora, lo que estamos haciendo es proveyendo al mercado interno”.
LVP: ¿Entonces cómo van a ser los próximos dos años para que estén dadas las condiciones para exportar?
GR: “Lo que estamos haciendo hace tres años es participar de los principales concursos internacionales de aceite de oliva del mundo y estamos cosechando premios de relevancia como el mejor aceite de oliva de Argentina. Tenemos premios en Japón, en Londres, Italia y Jerusalén, que son los principales concurso, donde los más destacados exponentes de aceite de oliva del mundo presentan sus muestras y competimos en un compendio de catadores que son totalmente objetivos y, sin conocer la marca, distinguen cuáles son los mejores aceites y sus propiedades. En principio estamos construyendo el prestigio de una marca que, si bien es conocida por su calidad, lo que estamos trabajando es midiéndonos objetivamente en el mundo nuestro producto y, a partir de eso, hacer una construcción asociada a la calidad que, a medida que pase el tiempo, de alguna forma nos va a ayudar”.
LVP: Con esos resultados no cuesta imaginarse un poco de ansiedad por empezar a exportar…
GR: “No estamos tan ansiosos. Es una construcción que, entendemos, se da a lo largo del tiempo. Estamos dando los pasos y entendemos la lógica que nos hace vivir la realidad argentina. Además, nuestros productos y nuestra empresa tienen tiempos biológicos. Desde que plantamos un arbolito de 80 centímetros para que produzca, pasan de tres a cuatro años. Después puede estar varias décadas haciéndolo. Entonces, de alguna forma, nuestra mirada al momento de invertir una determinada cantidad de dinero en esta industria, excede los tiempos calendarios usuales que manejamos. Estamos obligados pensar biológicamente a largo plazo”
LVP: ¿Cómo cree que va a estar el escenario económico argentino cuando se haya llegado al momento de exportar?
GR: “En términos de perspectiva no sabemos. Esto va un poco muy de la mano de lo que va sucediendo a nivel nacional. Lo que va a suceder en el marco económico, no lo tenemos claro. Sólo sabemos que tenemos un producto de muy buena calidad, muy demandado y de buenos precios y se van sosteniendo a medida que pasa el tiempo”.
LVP: ¿Estima que el camino que se está llevando adelante con la economía nacional es el necesario para que un empresario avance y crezca?
GR: “En principio, como empresarios, necesitamos un marco de estabilidad que nos permita mirar el horizonte. Si ese marco de estabilidad no lo tenemos, es muy difícil predecir qué hacer, qué decisiones tomar. Lograr que se baje la inflación, un marco de estabilidad que genere previsibilidad, es algo que nos favorece a todos. Empezando por los consumidores de los cuales dependemos para poder vender y, desde el punto de vista empresarial, tener una perspectiva para saber qué hacer y cómo hacerlo. Sin lugar a dudas, este horizonte nos ayuda. Qué va a suceder y cuán profundo es este cambio está todo por verse”.
LVP: ¿Es difícil el sector público para un hijo del privado?
GR: No, para nada. Todo lo contrario. Según mi experiencia entiendo que es muy rico haber pasado por el sector privado. Entender algunas cuestiones de eficiencia, de utilización de recursos, de tiempos de respuesta. En el sector privado estamos obligados a ser eficientes. Entonces, de alguna forma, ese ADN creo que ayuda muchísimo a introducirse sin cambiar los tiempos que tiene el sector público, que tiene los suyos y otras dinámicas, que no son contradictorias, sino que se pueden complementar perfectamente”.
LVP: ¿Entonces, el Estado es una ayuda o una traba para la actividad privada?
GR: “En principio, el Estado debe acompañar a la actividad privada. Entiendo que los tiempos de respuesta deben ser àgiles. El nivel de burocracia deberìa ser cada vez menor y, obviamente, deberíamos enmarcar esto en un gobierno municipal que poco puede hacer en términos de macroeconomía. Pero, independientemente del tipo de gobierno, ya sea provincial, nacional o municipal, deben crearse condiciones para que haya desarrollo. El hecho de lograr un poco de estabilidad, es el ABC de ese escenario y ayuda a la generación de empleo, de riqueza. Es todo un proceso en el que vamos entendiendo hacia donde vamos”.
LVP: ¿La recesión que se percibe en la economía a nivel nacional, coincide con la realidad de Rumaroli?
GR: “Esta empresa no escapa a la realidad económica. Como cualquiera de las empresas, este contexto trajo un enorme aumento de costos, de energía, laboral. Hemos sufrido lo mismo que han sufrido todas las empresas. En términos de ingresos, esta situación, en la que el poder adquisitivo está muy restringido o es casi nulo para muchos sectores de la sociedad, afecta el consumo. En el caso del aceite de oliva, al no ser un producto de primera necesidad, no lo hemos notado como con otros productos”.
LVP: ¿Hay que tener coraje para ser un emprendedor nuevo en Argentina?
GR: “Vengo de una familia trabajadora. Mi padre fue empleado del frigorífico Anselmo, mi mamá fue ama de casa, en ese contexto me he criado. Tuve la oportunidad de estudiar, posteriormente tener una experiencia internacional de muchos años en el exterior, por lo que de alguna forma esa combinación de formación y experiencia es algo que debo llevar en el ADN. No hace falta coraje, solamente con coraje no te alcanza, tenes que tener recursos, criterio para manejar las cosas y leer el escenario donde estás parado”.
LVP: ¿Le gustaría que tus hijos continúen este legado o prefiere que sigan su propio camino?
GR: “Todavía son pequeños, tienen 15 y 17 años, tienen un camino por hacer, una vida por descubrir, pero si quieren ser astronautas, que lo hagan”.