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Tres Arroyos, VIERNES 29.03.2024
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En el fango

Días atrás, quienes nos dedicamos a producir en la Argentina, tuvimos que sumar una nueva preocupación a nuestra existencia. A la ya conocida tarea de sobrevivir ejerciendo la actividad productiva más gravada del mundo, que es la agrícola en la Argentina, todavía le quedaba algo por aguantar. 

Descubrimos, una vez más, que debíamos entrar en el fango de la ignorancia a pelear por lo obvio. A discutir por cosas por las que nadie ya discute en el mundo civilizado. 
Nos dimos cuenta que la Constitución Nacional, ese contrato que fijó las normas de convivencia y por el cual nuestros padres y abuelos tomaron la decisión de emigrar a este país, el tercer país con más recursos del mundo, era nuevamente desechada. Otra vez, volvimos a discutir lo obvio. ¿El sol sale por el Este? ¿Hace frío en los polos? ¿La propiedad privada tiene sentido de existir? 
 Tener que filosofar sobre reformas agrarias en pleno siglo XXI, y ante la sobrada evidencia del fracaso moral, institucional, económico y cultural del Socialismo en los casi cuarenta diversos países en donde fue instaurado, debería ser innecesario. 
Pero no, acá estamos nuevamente. 
¿Qué es el progreso? 
 El progreso consiste en construir avances sobre lo ya construido en el pasado. En reconocer lo que funciona, y agregar mejoras sobre lo conseguido por nuestros antecesores. Hoy es bastante más fácil que hace un siglo reconocer lo que funciona y lo que no. Doscientos países a lo largo y ancho del mundo sirven de sobrado ejemplo sobre lo que se debe hacer, y lo que no, para lograr el ansiado progreso. 
 Una de las cosas sobre las que tenemos certezas es que nadie se esfuerza si luego no puede usufructuar el producido de su esfuerzo. Y que tampoco nadie valora lo que recibe sin haber mediado sacrificio por conseguirlo. 
 Otra de las cosas de la que no caben dudas, es que intentar apropiarse de los bienes que otra persona consiguió legalmente se llama robar. Y robar es un delito. Y quien comete un delito es un delincuente, y quien defiende un delito, es otro delincuente, al menos en potencia. Y esto no deja de ser delito por más que lo ejerza el Estado. 
 Robar desde el Estado podrá ser transitoriamente legal, dependiendo de la moral de quienes detenten el poder en ese momento y de las leyes que emanen de estos, pero nunca podrá ser moral. Como ejemplo, recordemos que hasta la esclavitud era considerada legal en pasado. 
La revolución 
Ahora bien, ¿cómo hace el “revolucionario en potencia” para sumar adeptos a sus causas revolucionarias? 
Comienza siempre acotando el espectro de sus víctimas pasibles de ser saqueadas, en un intento por lograr mayor adhesión de parte de quienes no se encuentran comprendidos en ese segmento. Pero eso dura poco. Los recursos se destruyen y pronto se necesita avanzar sobre nuevos segmentos. Demás está decir que los candidatos a apoyar la revolución, además de carecer de escala y capital, es necesario que carezcan de moral. 
 Como bien relató Bertolt Brecht, empiezan por unos y luego siguen por otros. Y esto aplica tanto a tenedores de superficies agrícolas como a moléculas de fitosanitarios. 
 En este caso, empezarían por quienes son considerados por ellos terratenientes, y seguirían por simples chacareros. Así mismo, y a la par, también empezarían por el glifosato y luego continuarían por los otros cientos de moléculas. 
¿Cuál es la razón de estos ataques? 
 El Socialismo, habiendo fracasado en todos y cada uno de los lugares en donde se aplicó, y reconociendo su imposibilidad de volver a gobernar bajo los preceptos democráticos, intenta hoy retornar vengándose de quienes lo derrotaron y quienes dejaron en evidencia su impracticabilidad y falta de justicia. ¿Cómo? Destruyendo todos los logros de Occidente y el Capitalismo. 
 No es casual entonces el ataque a la producción de alimentos. El capitalismo es el responsable de que hoy, por primera vez en la historia de la humanidad, se produzcan más alimentos que los que se pueden consumir. Precisamente, 1,4 veces la cantidad necesaria para alimentar a los más de 7.700 millones de habitantes con los que cuenta el planeta hoy. 
 Sobra comida hoy en el mundo. Y si a algunos no les llega, es justamente porque tienen la desgracia de vivir en países gobernados por dictadores colectivistas.
 Diez mil años nos llevó lograr eso. Solo pudo lograrse hace unos pocos años.

Por eso mismo, es que la propiedad privada, los eventos biotecnológicos, los fitosanitarios, la agricultura moderna, la industria cárnica y hasta las vacunas son objeto de sus intentos de destrucción. 

 Quedará a criterio de la humanidad seguir progresando o sumirse en la ignorancia.

Por @BumperCrop1  

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